CAPÍTULO 27

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Cassandra

Jamás entenderé porque el destino pensó que yo era merecedora de la compañía de Nate, pero los astros se unieron y ahora tengo lo único que siempre quise.

Yo también estaba enamorada de él, pero no sabía si le quería.

Cuando estaba con Zack también le quería, pero lo que siento ahora es tan diferente que no podría llamarlo igual.

Sólo sé una cosa:

Quiero un novio, pero no quiero un novio. Sólo quiero amor. Quiero que me abrace inesperadamente por detrás, quiero que coma de mi plato porque a mi no me cabe más, quiero que me escriba cuando encuentre algo que le recuerde a mí, porque sabe que me gusta. Quiero que vea películas americanas estúpidas conmigo y que les preste atención, sólo porque sabe que a mí me gusta comentarlas. Quiero que salga con mis amigos y quiero que me compre flores.

Quiero ese tipo de amor que me absorbe, pero no me deja sin energía, sino que me produce ilimitada. Quiero un amor que consuma todas las arterias de mi cuerpo, conectadas a mi corazón, y que solo lata por él. Quiero sentir la adrenalina de estar en el borde de un precipicio, de cantar tu canción favorita en un concierto o sentir que estoy en un tubo de confeti que estalla cada vez que me sonríe.

Quiero ese tipo de amor.

Y lo quiero con Nate.

Al final volvimos a casa y todo se quedó en un susto.

Nate hizo dos viajes para traer mi coche hasta aquí, y yo se lo agradecí mil veces mientras él negara con la cabeza.

Cameron tenía 38 grados de fiebre, pero ya había bajado a 36.

Nate nos prepara dos chocolates calientes en cuanto llegamos. Arropo a Cam contra el sofá y le doy el chocolate con una pajita.

Nate se sienta a su lado y clava los codos en sus rodillas. Está pensando, lo veo en cómo respira.

–¿Qué ocurre? –preguntó inclinándome hacia delante.

–Me quedaré esta noche. Esta y todas. Tenemos que vigilar la casa, y yo puedo hacerlo.

Frunzo el ceño.

–Estas loco si piensas que te dejaré sin dormir hasta que nos aseguremos que no vendrán.

–¿Venir quien?

Es la primera vez que la voz de Cam interrumpe una de nuestras conversaciones confidenciales.

–Nada, cariño. –me excuso.

Él nos ignora y sigue viendo la tele.

–Podemos turnarnos. –propongo.

–No hace falta.

–Nate, deja que te ayude. Siempre haces cualquier cosa por mí y yo no te doy nada a cambio.

–Sólo necesito la garantía de tu presencia a cambio.

–Que conformista. –me río en bajo.

–Jamás me he conformado contigo.

Ahí estaban otra vez. Pero no eran mariposas. Eran olas, huracanes y tsunamis que arrasaban conmigo.

Ocultó la sonrisa.

–Pero quiero compensártelo. –le digo.

–No tienes nada que compensarme.

–Lo de anoche.

Nate se acercó a mí y me dio un beso corto en la frente.

–¿Sabes por qué hago esto? –me pregunta.

–Esa es mi duda existencial. –me rio.

–Porque lo único que me importa es que tu estés bien, cosa que no va a pasar si no duermes.

–Nate, sabes que no voy a hacerlo.

–Lo sé. –reconoce rascándose la nuca.

Me reí a carcajadas. 

Todo lo que nunca te dije| segundo libroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora