CAPÍTULO 35

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Cassandra

La insistencia y desesperación de Nate, me retuvieron en casa los proximos dos dias. Ni siquiera yo sabía cómo me pude armar de tanto valor y decirle que le quería, pero era la verdad, y en ese momento sentía que el mundo se acababa. Al menos para mí.

Me escondí en mi cuarto para llamar a Eloise.

–Eloise, no lo hagas. –ni la saludé.

–¿Qué pasa?

–No puedes denunciar a Roxtar, o todos iremos a juicio, y después a prisión.

–Mi hermano no te ha actualizado la historia. La Blue Thunder ha vuelto, Cassie.

Otra vez no. No podía pasar por eso otra vez.

–¿Qué hemos vuelto? ¿Para qué?

–No te imaginas la de agentes de Roxtar que se esconden en Toronto.

Miré a ambos lados de mi habitación, mientras notaba como el viento cubría la voz de Eloise en la llamada.

–¿Y qué hacen ahí? –pregunté.

–Buscan a Kev. Nos hemos encargado de todos. Y con ayuda de Paul. Vivía aquí.

–¿En serio? –me levanto de la cama. –¿Cómo está?

–Eso fue lo primero que me pregunto el sobre ti.

Suspiro con tristeza.

–Todos hemos perdido a Zack, pero él ha perdido a la última persona que le quedaba.

–Y Vanessa era como su segunda hija.

Dios. Vanessa

En cuanto murió me prometí una cosa. Una sola cosa. Y se me había olvidado por completo.

–Ehhh, Eloise, me tengo que ir. Hablaremos más tarde.

–¡Espera, Cassie! –mientras hablaba, buscaba ropa en mi armario. –La semana que viene nos vamos de misión.

–Ni de broma. –descolgué una percha.

–Es la única que forma de acabar con esto. Escúchame; hemos descubierto que estarán la próxima semana en tu ciudad, exactamente en la estatua de la libertad.

–¿Dónde la sede?

–La quieren destruir.

Se me escapa un improperio.

Suspiré frustrada. No podía dejarlos. Ellos eran mi familia, y no podía quedarme aparte a ver como ellos mueren delante de mis narices.

–Está bien. La semana que viene.

–Ya te avisaré, pero no te oxides. –bromeó.

–Eso jamás.

No estaba nada convencida de esto, pero ahora no tenía tiempo.

Ni siquiera me vestí. Me fui con mi pijama hasta el perchero, me puse el abrigo mientras salía y, sin decir nada, deje a Cam al cargo de Nate.

Abrí mi Tesla y me monté a toda velocidad. Cuando la carretera estaba despejada, aprovechaba para peinarme el pelo con los dedos, o las cejas con las yemas.

Pero se me olvido todo cuando me di cuenta de algo. Llamé a Blair para solucionarlo.

–¿Sí?

–Blair, te necesito.

–Dime.

–¿Sabes quien es la señora Mcquinston? –le pregunto con el volante en ambas manos.

–Mmm, ni idea. ¿Por qué lo preguntas?

Todo lo que nunca te dije| segundo libroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora