Nate
Nunca, en toda mi vida, había tenido tanto miedo.
Después de pasar por miles de misiones letales, ver a mi padre era lo que más temía.
Cuando éramos pequeños, mi madre trabajaba todos los días, desde las nueve de la mañana hasta la diez de la noche en un bar de la ciudad.
Mi padre se hacía cargo de mí y de mi hermana.
Nunca fue papá. Siempre fue padre.
No dejaba que lo abrazáramos. Nos repugnaba. Si le hablábamos informalmente, nos castigaba.
Recuerdo un día, en el que Eloise tenía ocho años y yo nueve. Ella llamó a nuestro padre "papi". Él la sacó diez minutos afuera, donde estaba cayendo una tormenta de nieve. Se pasó dos semanas mala. Fui el único que se ocupó de ella. Mi madre no podía y a mi padre no le importaba.
Yo tuve que matar a un conejo a los doce. Me acuerdo que padre me dijo que no había comida. Me dio un cuchillo y me mandó al campo. Me dijo que no entraría si no traía un conejo conmigo. Y cumplí. Maté al conejo, que mi padre cocinó.
Y por las noches no escuchábamos el ruido de los búhos o el deslizamiento de las estrellas fugaces. Oíamos los gritos de mamá y padre. Siempre que mamá volvía del trabajo, era la misma historia, una y otra y otra...
No quería meter a Cassie en todo este rollo de mi familia, pero sabía que si se empeñaba en algo, lo conseguía. Era muy persistente.
Cuando llegué a su casa, ella ya me esperaba en el porche. Llevaba un abrigo negro de terciopelo, con esas botas de cuero de tacón y unos vaqueros tejanos. Guardaba sus manos en los bolsillos.
–¿De verdad has venido en moto? –es lo primero que me pregunta.
–¿Te da miedo ir en moto? –me burlé.
–Claro que no. –bajo los escalones. –Es sólo que luego tenemos que recoger a Cameron. Ya está en casa de Blair. –sacó una mano de su bolsillo, sujetando unas llaves. –Iremos en mi coche.
Pulsó un botón del mando que llevaban las llaves y las luces de su Tesla blanco parpadearon.
Me resigne y me monte en el asiento de copiloto.
Ella configuró el GPS para que nos llevará hasta la cárcel y puso rumbo a la carretera.
★
Cassandra
Esa cárcel era cochambrosa, sucia, triste y grisacea.
Note como Nate se tensó cuando aparqué. Un silencio sepulcral se instaló entre nosotros
–¿Os dejo a solas o...? –quité la llave del coche.
–No. Ven conmigo, por favor.
Sus ojos parecían más tristes que siempre.
–Claro.
Salimos del coche y entramos en la cárcel. Miles de guardias nos abren paso. Nate estaba cagado de miedo. Lo notaba en como su cara se tensó. Guardaba sus manos en los bolsillos. Él nunca hacía eso. Una vez sacó mis manos de los bolsillo, porque según él era cosa de cobardes, de inseguros.
Así que hice lo mismo. Estire de su muñeca hacia arriba y entrelacé sus dedos con los míos. Ninguno llevaba guantes así que sentimos piel con piel.
Nate se relajo pasados unos segundos.
Nos llevaron a una sala de espera. Nate no me soltaba. Yo lo había intentado, porque las sillas estaban algo separadas, pero él no me dejó. Me apretó con fuerza el puño y vi como las venas de su mano se marcaron.
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Todo lo que nunca te dije| segundo libro
Teen Fiction"Sabes que me quedaré. Sólo preguntas para poder oírlo, porque no crees que nadie se vaya a quedar a tu lado. Pero escuchame, Cassandra. Yo siempre me quedaré a tu lado." La vida no es justa, y Cassandra lo sabe de sobra. Tras la última misión y tod...