CAPÍTULO 33

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Cassandra

Abrí la puerta de la casa, con la compra hecha y las pastillas del lavavajillas en la bolsa. Faltaban dos horas para recoger a Cam, pero necesitaba pasarlas en casa procesando todo lo que he descubierto esta mañana.

Me encuentro a Nate de brazos cruzados desde la mesa, mirándome fijamente. Parecía que me estaba esperando.

Mi primer instinto es sonreírle, pero él no lo hace. Me mira como si hubiera matado a alguien, como si estuviera muy decepcionado.

–¿Qué ocurre? –le pregunto.

–¿Dónde has estado esta mañana?

–Comprando, ya te lo he dicho.

–Ahora dime la verdad.

Vale, estaba claro que lo sabía, y me había metido en un problema. No se lo había dicho a Nate porque sabía lo mucho que detestaba a su padre y no quería que pensara que lo hacía por pena o algo así.

Lo había visitado por beneficio absolutamente propio, y después de mis últimas palabras hacia su padre, era algo indiscutible.

–Nate, no es lo que crees.

–Yo creo que sí.

Se retiró de la mesa para irse, pero yo lo detuve.

–No me has dejado explicartelo. –le digo.

–¿Por qué me haces esto? –noto en su voz que está muy dolido.

Me parte en dos que me lo diga así.

–Nate, no quería hacerte daño.

–Tú lo sabías. Tú sabías lo mucho que odiaba a mi padre, todo lo que me ha hecho pasar. Tú...

No le sale la voz. Veo que sus manos tiemblan. Y me recuerda tanto a mí que me quiebra.

Me recuerda a cuando yo temblaba así, y no tenía a nadie, pero él me tiene a mí.

–Ven. –rozo la palma de sus manos con mis yemas, atrayéndolo hacia a mi. –Estás alterado.

Él me deja abrazarlo, hasta que me devuelve el abrazo. Más fuerte, más profundo.

–Lo siento mucho. –susurro. –He ido a preguntarle sobre mis padres, nada más. Te lo prometo. Siento que te haya dolido.

Sus hombros se destensan cuando se lo explico en susurros, y me alivia.

–Te habría acompañado. No me gusta que te quedes a solas con mí padre. No es de fiar.

–No me ha pasado nada. Me lo ha contado todo, y después me he ido.

Se separa de mí para mirarme a la cara.

–¿Le has dado las gracias? –me pregunta.

–¿Debería haberlo hecho? –ironizo mi respuesta.

–¿Qué le has dicho? –se intriga.

–Que si te vuelve a hacer algo, esta muerto.

Nate parecía asombrado con mi respuesta. Por unos segundos no se lo creyó, hasta que vio que no mentía.

Y me besó. Sonreí bajo sus labios por su reacción.

Se que lo pasó muy mal. Nunca me lo ha llegado a contar, pero no necesita hacerlo. Si a él no le agrada su propio padre, tendrá motivos de sobra.

Se separa y me abraza aún más fuerte. Yo suelto una carcajada y le paso la mano por la espalda.

–¿Estás bien? –le pregunto con el mentón en su hombro.

–Nadie había hecho algo así por mí. –confiesa.

Valoro muchísimo que me diga la verdad, porque se que le cuesta.

–Nadie había hecho ni la mitad de cosas que has hecho tú por mí. –mencioné.

Él me da un beso en la frente, cogiéndome de las mejillas mientras yo le rodeo por la cintura.

–Eres la mejor persona que he conocido, ¿lo sabes? –dice en bajo.

Mi corazón se derrite y se convierte en más litros de sangre.

–Tú también. –lo convenzo.

Cruza sus brazos en mi cuello para asegurarse de que no pudiera escaparme de su abrazo.

–¿Has traído mis pastillas? –pregunta.

–Se me han olvidado. –miento.

–Atrévete a repetir eso.

–Es broma, idiota. –me rio.

Él se separa de mí para coger la bolsa de la compra y llevarla hasta la encimera de la cocina.

–¿Sabes que mis padres fundaron Roxtar? –comento.

Se puso a colocar toda la comida en su sitio mientras yo le hablaba de todo lo que me había dicho su padre, y más adelante de mis novelas, porque él me había preguntado por ellas.

Le explico el miedo que me da publicar una por si la gente llegara a juzgarme por mis palabras. Él solo dice que son tonterías, y que si alguien es tan capullo como para juzgarme por mi obra, es que no merece la pena, mientras no sean temas ofensivos, añade.

Nate siempre consigue que mientras hable con él, todos los problemas desaparezcan. Él me pregunta cosas que sabe que me emocionan, sólo para verme sonreír, y no finge que me escucha, pero a veces finge que le importa, aunque crea que no lo noto.

Pensaba que no volvería a sonreír en mi vida.

A veces me siento mal por hacerlo, por sentirme feliz, después de todo el daño que he ocasionado.

Pero ahí está Nate, para recordarme lo mucho que me merezco.  

Todo lo que nunca te dije| segundo libroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora