Inocencia

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—Ahora me arrepiento de todo lo que dije... —canturreó Jeffrey con su voz cansada. La garganta le dolía de tanto de gritar el nombre su amigo que desapareció— me arrepiento de decirte que eras malo para mí... de llamarte humano aunque tienes corazón que entiende mis emociones.

Miró a la luna menguante, triste, esperando que su amigo al menos estuviera bien.

Miró a la luna menguante, triste, esperando que su amigo al menos estuviera bien

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Pero Klaus, a diferencia suya, estaba de mil maravillas. A pesar de tener una esposa de metal que ataba su cuello a sus muñecas peludas, era extraordinariamente feliz, sintiendo la libertad humana correr por su cuerpo como parte de su sangre. Lejos de preocuparse por algo más que satisfacer su hambre, la mente del lobo blanco solo se enfocaba en agradecer al influyente príncipe, que lo ayudaba con todo lo que podía.

Por su lado, Jeffrey vagaba por las desoladas calles de los distritos desiertos, dejando tras de sí los cadáveres de los ladrones, asesinos, violadores, o cualquier humano de cualquier edad, que se hubiera metido en su camino o intentado cazarlo. Convencido de su miedo hacia las "bestias calvas" siguió buscando sin descanso a Klaus, esperando que cuando lo viera no fuera demasiado tarde para ninguno de los dos.

Klaus estaba tranquilo y feliz, comiendo lo que deseaba y a la hora que Klyde le imponía cada día, pero que eran muy buenos horarios. El lobo albino de rojos ojos sonreía, inconsciente de las penurias que pasaba su antiguo compañero en las calles de Kroyle, buscándolo. Y también, haciéndose el sordo y fingiendo no escuchar a los adultos que murmuraban cosas de él a sus espaldas.

—Esa cosa debería estar al menos un metro más lejos de su majestad.

—Ese niño no tiene idea de lo que es tratar con un ghoul... pronto lo atacará, y será nuestra ruina.

—Maldito mocoso caprichoso. ¡Nos tiene atado de manos!

Decían con ponzoña... pero Klaus, lejos de prestarles atención y molestarse o entristecerse, los ignoraba y sonreía abiertamente feliz. Dormía en los calabozos, pero tenía uno especialmente decorado como una habitación para él solo. Los sacerdotes y el gobernador habían ordenado que así fuera, y SIEMPRE vigilaban al canino a donde quiera que fuera. Ya que no poseía genitales no había ningún motivo para permitirle usar el baño más de una vez al día, y tampoco disponía de compañía femenina porque al fin y al cabo, no la necesitaba y, según él decía, era solo un niño, así que no tenía interés en el turbio mundillo sexual de los adultos.

Una noche de luna nueva, Klaus salió a escondidas de su alcoba y subió por una vieja torre empedrada hasta alcanzar el techo del castillo. La ciudad se veía radiante ante sus jóvenes ojos, que disfrutaban la vista como si se tratase de la única vez que apreciaría un panorama tan hermoso como ese.

Kroyle era una bella y rica ciudad próspera. Enfocada en el comercio de joyas y artículos traídos por exploradores y aventureros, la economía podía sostenerse tranquilamente y sin problemas. Gracias a sus enormes murallas, los mantenían aislados de las bestias de los bosques, y había muchísimos menos asesinatos o depredaciones por parte de los ghouls en comparación con ciudades abiertas, y menos los incidentes con gliffin o los animales terroríficos categorizados como monstruos.

The Boy Who Became a MonsterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora