Una mañana de verano, Klaus estaba bajo el gran arco de mármol revestido en oro que daba la bienvenida (o despedida) a la ciudad de Draacos, capital del reino hybrido, de pie sobre la tierra y rodeado por tres soldados sobre caballos ulgram y una carreta de provisiones. El rey había acordado en llegar con su medio de transporte particular, y él seguía esperando con calma.
Tras unos minutos, una sombra alada cruzó los cielos rápidamente. El pueblo aplaudió la llegada de su rey, sobre su enorme dragón, Kryl, que rugió anunciando su llegada. Aterrizó sobre el polvo, y miró a Klaus con rencor. A su lado, un dragón más pequeño, color blanco y con púas grises, rugió, escupiendo un poco de fuego azul por su boca. Klaus lo miró alzando una ceja. Dax, el rey, bajó del lomo de su bestia y miró al lobo de ojos rojos con una gran sonrisa.
—¿Y mi caballo?
—Mi hija ha decidido darte su dragón. Te tiene mucho cariño —dijo el felino—, y se quedó con el que sería propiedad de la familia en general. Te ha enviado a ese personalmente, como un regalo por tu amistad —Acarició la cabeza de Klaus, haciéndolo fingir la sonrisa, mientras por dentro quería morderle la mano—. La única condición que me pidió para dártelo, era ponerle nombre.
El pequeño dragón (mucho más grande que el albino, de todos modos) se mostró de lleno a su amo. Tenía unos ojos azules brillantes y llenos de vida. Klaus estaba sorprendido aunque no lo expresara abiertamente.
—¿Y cuál es el nombre?
—Se llama Tiki —El de ojos carmín miró al león como si estuviera bromeando, pero su interlocutor simplemente se encogió de hombros con una sonrisa.
—Qué nombre de mierda —susurró.
—Es un nombre de mierda a un regalo impresionante. Normalmente la familia real es quien tiene permitido uno de estos, pero ya que eres nuestro amigo el comandante blanco...
—Vale, ya entendí —gruñó el lobo, asintiendo—. Me quedaré con él. Dile a la princesa que estoy agradecido con su regalo. Asegúrate de guardarte la parte de mi comentario sobre el nombre de mierda que tiene.
—Tenlo por seguro —Se dio la vuelta, volviendo a su dragón—, ¡ahora sal ahí y mata a esos gliffin! ¡Demuestra —Sonrió ampliamente— que eres fuerte!
Kryl alzó vuelo, perdiéndose entre las nubes, mientras que Klaus miraba a Tiki con cara estoica. No sabía casi nada de dragones, porque nunca pensó en ver a alguno vivo frente a él. En la Parte Tierra lo más prudente era cazarlos, porque poseían inteligencia. Lo primero que pensó fue en acariciarlo y hacerle ver que eran aliados. Extendió su mano hacia el reptil, que la hundió en su boca dentada casi de inmediato. Klaus sintió su mano bañada en la saliva de la bestia, se obligó a mantener la calma. Sin embargo, abrió mucho los ojos cuando un calor horrible la abrasó. De inmediato trató de sacar la mano, y, cuando lo logró, vio dentro de la boca de Tiki unas chispas azules que estallaron en llamas del mismo color. Klaus sonrió con nerviosismo antes de que una ráfaga de fuego color zafiro le abrasara la cara.
No fue tan caliente como creyó, por lo que su pelaje solamente se chamuscó un poco, pero no se cayó, ni la piel sufrió algún daño. Todavía era un dragón muy joven como para hacerle daño serio a su resistente cuerpo. Cerró los ojos tras suspirar con una paciencia increíble, y simplemente se montó sobre su lomo. Al principio se sintió extraño, pero luego fingió que se trataba de un caballo. Un caballo enorme y con un par de alas en la espalda que apartó para darle espacio a su amo...
Un caballo que además escupía llamaradas de fuego azul.
Klaus sacudió su cabeza, y con ella, sus pensamientos. No quería hacerlo volar, porque nunca había volado en su vida, y podría resultar peligroso, así que se mantuvo lo más quieto posible. Los soldados que lo acompañaban aguantaban la risa, viendo al temible lobo enano tambalearse sobre el pequeño dragón.
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The Boy Who Became a Monster
FantasíaMe llamo Klaus, y esta es mi historia. La historia de cómo me volví humano. O al menos lo intenté con todas mis ganas, pero ninguna criatura viva quería apoyarme. Así que tuve que cambiar mis objetivos. Y cambiar yo mismo por mi bien. ¿Humanidad? Se...