La Calma Antes de la Tormenta (II)

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Los kelpies no solo viven en Escocia: recorrieron toda Europa desde antiguas eras mágicas y siguieron con su tenebrosa tradición en todos lados.

El lago frente a Klaus se extendía enorme, y él estaba solo frente a la gran masa de agua dulce. Jack le había pedido que fuera a pescar algo para ofrecerlo como "ofrenda" a un ente desconocido. Pero Klaus se había quedado prendado de los ojos del bello caballo blanco que lo observaba fijamente desde el centro del lago.

El animal se acercó al de ojos rojos, lentamente y sin dejar de ver a Klaus, quien le devolvía la mirada, brillante de curiosidad humana. Klaus tocó el centro de la cabeza del caballo, y luego acarició sus crines, luego sus mejillas peludas. Encantado con la docilidad del equino, Klaus continuó acariciándolo sin miedo alguno. Se sentía seguro, lejos de esas criaturas mortíferas de las que antes había huido. Recordó su tiempo solo, únicamente con la compañía del bosque, y deseó por un momento volver a esa época.

Ya no podía recordar cuántos años habían pasado desde que despertó en aquella cueva sin saber nada. Ahora no estaba solo, pero el caballo le transmitía una sensación de soledad y seguridad que le resultaban únicas; únicas y suficientes. Abrazó la cabeza del caballo y se quedó quieto, con los ojos cerrados, sintiendo el calor del animal. Sus pelajes contrastaban y todo se hacía lento y pacífico. El caballo se movió y Klaus lo soltó, y lo miró. Le ofreció su lomo, para que lo montase y el lobo lo montó, alegre y tranquilo.

El caballo se metió en el agua, y, de repente, se hundió. Klaus cayó al agua, indefenso, viendo a los ojos al caballo, quien se había hundido, y nadaba hacia él, con la boca abierta y mostrando anormales colmillos. Klaus se alarmó y su sensación de paz se esfumó. Nadó lo más rápido que pudo a la superficie, y cuando al fin creyó estar seguro, tocando la tierra, el caballo (o más bien, monstruo) lo mordió en una pierna y lo jaló al interior del lago. No pudo gritar porque el agua le inundó la garganta en un segundo.

Sintió su vida pasar frente a sus ojos, incluidos sus sueños en aquel campo de lavandas destruido. Se preguntó si iba a morir en ese instante, y frunció el ceño cuando la sangre empezó a expandirse por el agua. Se curvó a sí mismo y agarró fuertemente la cabeza del monstruo, encajando las garras. Logró soltarse, y, aunque herido, nadó haciendo uso de toda su fuerza hacia la orilla, de donde unos colmillos altamente duros le atravesaron parte de la piel dura de las manos, y lo jalaron hacia tierra firme. Klaus respiró agitadamente una vez estuvo con medio cuerpo fuera del agua, y vio a Jeffrey lanzarse sobre el caballo, quien le mordió una pata, pero rápidamente trató de huir por la fuerza de la mordida del gliffin.

El pelaje negro se manchó de fango y sangre cuando el caballo trató de huir pateando la tierra del fondo. Jeffrey se montó sobre su lomo y mordió el cuello del monstruo, acabándolo cuando sus colmillos penetraron una vena vital. El animal más grande cayó al agua ensangrentada del enorme lago y Klaus vio el mojado pelaje de su amigo como un símbolo de salvación.

—¡Klaus! ¿Nadie te dijo que aquí en el lago había un kelpie?

—¿Kel... Kelpie?

—Esos caballos blancos en los lagos son kelpies, ¡monstruos! Te incitan a montarlos y luego te arrastran al agua, donde te comen luego. Pudiste haber muerto si no me hubiera enterado.

—Oh... lo si-siento, Jeff... Otto me dijo que viniera aquí... y yo no sabía nada.

—Otto... Tengo la LIGERA —Nótese el sarcasmo— idea de que nos odia. Especialmente a ti, tal vez haya intentado matarte con esa cosa.

Miró al kelpie con ojos despectivos. Klaus se arrastró hasta estar completamente fuera del agua.

—Jack me pidió que llevara peces. Si no llevo comida no me dejará entrar a la fortaleza, ¿qué hago ahora?

The Boy Who Became a MonsterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora