La Guerra se Acerca

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Otto iba a la cabeza, mientras que, frente a él, y a todos los hombres bestia que lo respaldaban, Jack agitaba la mano con una faz embravecida. Klaus estaba en una de las primeras filas, lejos de Otto, y junto a Jeffrey, quien miraba con confusión y alteración al líder de los ghouls, tan decidido. Jack ladró y los gritos de todos lo siguieron, excepto Klaus y su amigo, quienes netamente se quedaron quietos.

—¡Amigos, hermanos, compañeros! —gritó el perro— ¡En un mes la guerra será iniciada! ¡Pero debemos prepararnos antes, para que nuestros inexpertos jóvenes puedan darlo todo sin morir ahí afuera! ¡Haremos una pausa de entrenamiento, y prepararemos a todo hombre bestia que desee unirse por primera vez a la guerra! ¡Le quitaremos a los humanos lo que es nuestro! ¡NUESTRO!

Los vítores volvieron a resonar, causando estruendo. Emocionados, muchos de los jóvenes salieron adelante, hablando con Jack para apuntarse en su entrenamiento. Klaus, lleno de una euforia desconocida, salió también, alegrando a Jack, quien lo recibió como a sus hijos. Minutos después, frente a los jóvenes y apasionados hombres bestia listos para entrenar, se presentó un hombre extraño, con orejas como de conejo, cola como de mangosta, de pelo rubio y ojos verdes con tez oscurecida.

Serio, hizo a todos callar con un golpe poderoso de su pie en el suelo. Miró a todos y cada uno de los cadetes, pero no movió un pelo. Sus ojos pararon en Klaus, y lo miró a los ojos. Con la expresión aún más endurecida, dijo:

—El día de hoy comenzaréis a entrenar, y no quiero lloricas en mi campo. Soy un estratega, no una maestra. No estoy aquí para soportar llantos y quejas de débiles —Miró a Otto—, ni mucho menos a niños consentidos. Así que... —Alzó la barbilla— quiero que todo aquel que crea que no tenga las facultades, se retire ya de aquí.

Nadie se movió.

—Las mujeres deberían irse de aquí —opinó un leopardo—, ¿no deberían estar en las cocinas?

—¡Eso fue grosero! —chilló una chica perro de cabello rubio blanquecino.

—No me importa si sois hombres, mujeres o rocas con movilidad —interrumpió el instructor—. Todos sois soldados, o lo seréis, cuando os vuelva unos. Si tienes alguna dificultad con trabajar codo a codo con una mujer, te ordeno que te largues para no volver.

El chico se mantuvo en silencio, apenado.

—Bien... mi nombre es Azur, y seré su instructor. Como primera orden directa mía, espero que todos los ghouls os separéis de las otras razas. Comunes, Villed y Bestias, poneros a la derecha, por favor...

Tras un uniforme "¡sí, señor!", los jóvenes obedecieron, Jeffrey se escabulló hasta el porche de una vieja casa de madera, a observar. Klaus se iba a mover con los comunes, pero Azur lo detuvo.

—Tú ve con los ghouls...

Confuso, Klaus obedeció sin darle muchas vueltas, y se situó al lado de los grandes y temerarios ghouls. Azur se volvió hacia ellos, con su cara seria.

—Quiero que os transforméis y llaméis a vuestros nanatsus, ya. Y no hagan preguntas estúpidas, o estaréis muertos antes de terminar la interrogante.

En silencio, los ghouls obedecieron y en poco tiempo se duplicó o triplicó el número del mini ejército de hombres bestia. Las demás razas retrocedieron un paso cuando el cúmulo de bestias cuadrúpedas de ojos blancos apareció, dándole al ambiente una atmósfera pesada y tensa. Klaus miró a los nanatsus, que eran de su altura o un poco más. Azur lo sacó de sus pensamientos.

—Oye tú, enano, ven aquí —Fue llamado. El albino fue hacia el frente y quedó frente a todos. El rubio lo agarró de un brazo, haciéndolo gruñir y sacarle los dientes con notable agresividad. Azur lo soltó tras murmurar un "grosero", y gritó a un nanatsu zorro que lo atacase con todo lo que tenía.

The Boy Who Became a MonsterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora