El Aliado que No Sabemos si Queremos

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—¿No estás feliz de vernos? ¿A tu familia? —preguntó el que le pegó el mordisco a Klaus, con la sangre goteando de sus colmillos y su lengua.

—Ah... hola... a todos... —balbuceó el pequeño gliffin indeciso, y mirando nerviosamente hacia sus amigos una y otra vez— Un gusto veros... tras tanto tiempo.

—Para nosotros es un alivio saber que estás vivo, enano —habló una hembra efusivamente, mientras meneaba la cola—. Todos creímos que se trataba de ti cuando los cuervos hablaron de un supuesto gliffin domesticado...

—¿Eso no es estar vivo? —preguntó Billy inocentemente y toda la jauría de bestias estalló en risas.

—¿Un gliffin domesticado? Es mejor si muere... —dijo el agresor del lobo albino— ¿Qué clase de gliffin se deja manosear por los sucios humanos?

Todos volvieron a reír. Klaus, más que ofenderse, solo se detuvo a pensar en la extraña forma de hablar y reírse de los gliffin. A diferencia de Jeffrey, sus caras eran completamente de hueso y no se movían para expresar movimiento. Solo abrían la boca un poco y de sus gargantas escapaba la voz que los identificaba. Era extraño.

Jeffrey tembló un poco antes de decir, con aires de valentía:

—¿Y qué si estuve un tiempo con los humanos? Solo quería... conocerlos. Ya que no os interesaba buscarme después que me separé aquella noche, me puse a curiosear.

—Y terminaste en el territorio de los humanos —dijo el gliffin mayor, el de pelaje blanco—. Sinceramente, Jeffrey, quiero creer que es mentira y solo estás bromeando.

—¿Por qué? ¿Porque pasé tiempo con humanos? ¿Por eso? ¿A quién le importa? —ofendido, el menor sacó los dientes mientras hablaba.

—Es una deshonra, Jeff —dijo otro de los integrantes de la manada—. Preferimos gliffin muerto antes que domado, ¿ya lo olvidaste?

—Tú sí que eras bien fiel de esa ley.

—Después de conocer a Klaus mi visión de las cosas ha cambiado un poquito... —admitió el cachorro, causando la risa de todos. El viejo de pelaje blanco hizo de sus ojos una expresión enojada y amenazante— Podéis burlaros todo lo que queráis, porque no pienso volver con vosotros.

—¿Y cómo planeas sobrevivir aquí fuera tú solo? —Se mofó otro de los gliffin, notablemente divertido con toda la situación.

—Cómo mismo he estado sobreviviendo los últimos siete años.

—¿A costa de tus amos los humanos?

Todos se volvieron a reír.

—Jeffrey, piénsalo bien —El anciano lo miraba atentamente—. Los demonios pacíficos —Miró a Billy— no van a ayudarte a sobrevivir, porque simplemente no son amantes de la violencia. Por otro lado —Posó su frívola mirada en Klaus—, te juntas con semejante aberración de las leyes de la naturaleza...

—Klaus es inocente. A saber quién lo transformó en eso.

—Fue Raphel, y mantenerte alejado de él es algo que tienes que hacer. Por tu propio bien.

Klaus miró con interés al viejo animal, queriendo preguntarle a qué se refería, pero Billy intercedió por él.

—¿Quién o qué es Raphel?

Los gliffin lo miraron con desdén muy obvio, pero el demonio no lo notó.

—Es una criatura despreciable que no hace más que corromper y corromper a las cosas vivas con su brujería —Miró con claro desprecio a Klaus, y se le acercó lentamente, haciendo que el albino temblase de miedo ante el frívolo y mortífero escrutinio al que estaba siendo sometido—. De hecho, matarlo nos haría bien a todos.

The Boy Who Became a MonsterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora