Prologo - parte 2

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En la penumbra de la noche, cuando el silencio se adueñaba de la ciudad y solo el suave murmullo del viento rompía la calma, Howard yacía en un sueño profundo junto a su amada. La luz plateada de la luna se filtraba a través de las cortinas entreabiertas, bañando la habitación en una quietud mágica. El tic-tac del reloj en la mesita de noche era el único sonido que desafiaba la serenidad de la escena. 

La figura de Howard, en reposo, parecía esculpida por Morfeo. Su rostro, en la paz del sueño, reflejaba la tranquilidad que solo se encuentra en los momentos de plenitud. A su lado, su pareja descansaba también, envuelta en las sábanas como si fuera un refugio contra las preocupaciones del mundo exterior.

Pero la armonía de la noche se vio eclipsada por la cruel realidad que acechaba desde las sombras. El teléfono móvil comenzó a vibrar con insistencia en la mesita de noche del empresario. Rompiendo la tranquilidad y paz reinante. Howard, ajeno al mundo que se gestaba fuera de sus sueños, permanecía sumido en la inconsciencia, hasta que la llamada insistente se convirtió en un eco en su mente dormida. En sus sueños comenzó a escucharse la dulce melodía de su tono de llamada, que al principio confundido por el sueño, no se esperaba que lo estuvieran llamando a tan altas horas de la noche.

Howard despertó con el susurro de su mujer que reclamaba su atención. María despertó a su esposo tras despertar por el sonido de la llamada. Howard, aún adormilado, estiró el brazo hacia la mesita de noche y agarró el teléfono con mano temblorosa. La pantalla iluminada por la luz lunar reveló un número desconocido, pero la voz que resonaba al otro lado era tan familiar como su propia respiración.

- Papá...- murmuró Tony, con un tono que llevaba consigo una pesada carga de noticias indeseadas.

El hombre se incorporó lentamente, apretando el teléfono contra su oído como si pudiera ahogar las palabras que se derramaban desde el otro extremo. Las sombras de la noche cobraron vida a su alrededor, bailando en la penumbra como testigos silenciosos de un giro inesperado en la historia de su infame plan.

Las palabras que fluyeron a través del auricular resonaron como un triste poema de desgracia. En lo más profundo de su ser ya esperaba que esto pudiera ocurrir. Pero en ese instante, aunque peligraba la reputación del trabajo de toda una vida, no podía comprender el escuchar como su hijo lloraba al otro lado del teléfono. En lo más profundo de su corazón, sabía que ese pequeño Omega iba a ser la debilidad de todo lo que una vez ha creado. Todo, se había desvanecido en la noche, llevándose consigo la seguridad de la rutina diaria.

La luna, testigo silencioso de la tragedia que se desenvolvía, arrojaba su luz sobre Howard, cuyos ojos reflejaban una mezcla de incredulidad y desesperación. En ese instante, la noche dejó de ser solo el intervalo entre dos días para convertirse en un espacio donde el dolor y la angustia se entrelazaban, tejidos por la mano implacable del destino. Las agujas del reloj parecieron detenerse y lo sintió como una puñalada en el estómago. En realidad, le había pillado cierto cariño a ese chico.

La llamada concluyó, dejando a Howard con el teléfono aún en la mano, como si la conexión con el mundo exterior se hubiera roto. La habitación, una vez impregnada de paz y serenidad, se había transformado en un escenario donde las sombras danzaban al compás de una melodía que se hacía cada vez más rápida. No se podía permitir perder más tiempo y por desgracia, todo estaba ocurriendo demasiado rápido. 

Entonces, con la determinación que solo surge en los momentos de crisis, Howard se levantó de la cama. Sus pasos resonaron en la habitación, marcando el inicio de una travesía hacia lo desconocido. La figura de su esposa, que volvió a sumirse en un sueño ajeno a la tormenta que se avecinaba, quedó atrás mientras él se dirigía hacia el umbral de la noche. 

Howard emergió de la habitación sumida en la penumbra con el peso de la noticia cargando sobre sus hombros, pero conforme avanzaba por los pasillos de su hogar, la tristeza que inicialmente lo envolvía se transformaba en una furia ardiente. Cada paso resonaba con la determinación de un hombre que, al igual que un volcán en erupción, veía surgir la ira desde lo más profundo de su ser.

La luna, testigo silencioso de su travesía, iluminaba el rostro crispado de Howard a través de los gigantes ventanales de su sal de estar. Mientras, la brisa de la noche que entraba por la ventana, agitaba sus pensamientos. Sus ojos, antes empañados por lágrimas de desesperación, ahora centelleaban con una intensidad nueva, reflejando la tormenta interna que se desataba. En la oscuridad de la noche, Howard se sintió guiado por un instinto primario, un impulso avasallador que lo llevaba hacia la búsqueda de respuestas, y sobre todo, de venganza.

Que le hagan daño a él, no le importaba mucho. Pero que toquen lo que es suyo y a los que más quiere, eso si le molestaba. Nada de esto estuviera pasando si ese hombre no hubiera metido sus narices donde no debe. No debería de haber publicado ese artículo el cual ya rondaba la prensa más amarillista y le comenzaba a afectar en su reputación. Si no lo hubiera hecho, ese chico no hubiera pisado ese lugar. Si no lo hubiera hecho, Peter no estaría ahora mismo en las peores manos en las que puede estar.

La rabia, como una llamarada que consume la tristeza, lo impulsaba hacia la senda de la venganza. Howard, ha pesar de su negocio oculto, siempre fue un hombre de paz y que no le gustaba involucrarse en problemas que tuvieran violencia de por medio. Pero escuchar llorar a su hijo después de años hizo que su sangre se inundara de la rabia que tanto tiempo le costó canalizar. Años de terapia fueron el fruto de solventar el problema de su ira. Años que acaban de irse a la basura.

Howard no le importaba, podría costearse otros años de terapia más. Pero cortará la lengua de quien haga falta para que su familia y su vida, siga siendo lo que fue una vez.  

Mi Vida A Tus Pies ~ allxPeterParkerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora