Capítulo 8

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Cuando volvió a abrir los ojos se encontraba en una habitación de hospital, aunque no lo parecía para nada. Estaba amueblada de tal manera que era como si sintiera en casa...si tuviera una, claro...

A su derecha había una gran máquina de la que salía un pitido muy seguido, desvió la mirada hacia ella frunciendo la frente. Había unos cables que llegaban hasta su vientre, que se acarició con suavidad sin poder evitar suspirar.

—¿Ya estás despierto?—escuchó una voz a su izquierda.

Se giró al momento, viendo como Tom se levantaba de la butaca en la que estaba. Pudo estudiarle mientras se acercaba a la cama en la que descansaba. Tenía los ojos rojos e hinchados, como si hubiera estado llorando y estaba muy pálido.

"Por mi culpa"—pensó con dolor.

—¿Qué me ha pasado?—preguntó con un hilo de voz.

Se sentía muy cansado, pero al menos ya no sentía dolor.

—Ahora viene la doctora Doyle y te lo explica mejor que yo—dijo Tom sin atreverse a sentarse en el borde de la cama.

—¿Le pasa...le pasa algo malo al bebé?—preguntó Bill con los ojos llenos de lágrimas.

—No, tranquilo que no es eso—contestó Tom con firmeza.

No lo entendía, su hermano cambiaba de un momento a otro de idea. Esa mañana le había dado la impresión que le daba igual su futuro hijo, y en esos momentos estaba a punto de romper a llorar pensando que algo podía ir mal...

Llamaron a la puerta y cuando Tom dio permiso, entró la doctora Doyle que se acercó a los pies de la cama.

—Os dejo solos—murmuró Tom dándose media vuelta.

—Quédate, por favor—suplicó Bill cogiéndole por la muñeca.

Tom asintió y le aferró la mano con fuerza, a la espera del resultado de las pruebas que le habían hecho a su hermano en urgencias.

—Bill, tenías la tensión muy alta y eso no bueno para el bebé—le riñó la doctora Doyle con suavidad—Tienes que procurar no alterarte y descansar mucho, o tendrás un parto prematuro.

—Lo haré, lo prometo—se apresuró a decir Bill con firmeza.

—Ha sido culpa mía—intervino Tom—Discutimos y...

Sintió que su hermano le apretaba la mano para que se callara. Había sido culpa de los dos, y punto.

—Sé que a partir de ahora harás todo lo posible para que tu hermano esté cómodo en su último mes de embarazo—dijo la doctora Doyle sonriendo.

Tom asintió con firmeza  y cogió la carpeta que la doctora le tendió, en donde le daba algunos consejos de cómo cuidar a su hermano y que hacer si se repetía lo mismo. Se despidió de ellos y les dejó que hablasen a solas.

—Si no quieres volver al piso conmigo, te puedo conseguir una habitación en el mejor hotel y una persona que te cuide las 24 horas—dijo Tom mirando fijamente a su hermano.

—¿Ya te has cansado de mí?—preguntó Bill en voz baja.

—¡Claro que no!—contestó Tom sentándose en la cama—Bill, quiero que vivas conmigo, que me dejes cuidar de ti y después de que nazca el bebe también, que lo criemos entre los dos...

Bill le miró sin saber que decir. En el fondo, no le estaba pidiendo algo que no debiera...asintió con la cabeza para su entusiasmo.

—No se hable más—dijo Tom apretando su mano—Pediré un par de días libres y en cuanto regresemos al piso empezaré a mimarte como te mereces.

Tal vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora