Capítulo 12

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Le dejaron entrar a verle a la media hora. Entró con cuidado en la habitación para no despertar ni al bebé ni a su hermano, pero estaba él solo. Se acercó a la cama en la que descansaba con los ojos cerrados y le cogió con suavidad una mano.

—¿Bill?—le llamó en voz baja.

Le vio arrugar la frente y pestañear. A los pocos segundos abría los ojos y le miraba con la visión borrosa.

—¿Qué tal?—preguntó Tom sonriendo.

—Ha sido horrible—contestó Bill en voz baja a punto de llorar—No pienso volver a pasar por esto jamás en la vida.

—Bueno, eso lo dices ahora pero en cuanto le tengas en los brazos querrás ir a por el segundo nada más recuperarte—logró bromear Tom.

—No, te lo aseguro—dijo Bill con firmeza.

Tom resopló resignado, era mejor cambiar de tema aunque su hermano no estaba en condiciones de hablar tras lo que acababa de vivir. Se dio media vuelta cuando escuchó que abrían la puerta y sonrió al ver a la misma enfermera entrar con una cunita pequeña en la que descansaba un pequeño bebé.

—Se ha quedado dormidito tras su toma—explicó en voz baja.

Dejó la cuna bien cerca de la cama del nuevo padre y salió sin hacer ruido. Tom se inclinó sobre ella y observó dormir a su sobrino.

—Que pequeño es—comentó sonriendo.

—A mi no me lo ha parecido, creía que me desgarraba las entrañas mientras salía—explicó Bill acomodándose con esfuerzo en la cama.

Tom se giró y le miró preocupado. No era normal que hablara así de lo pasado, ¿no? Si, había sufrido pero pensaba que en cuanto viera al niño se le olvidaría.

—¿Qué nombre le vas a poner?—preguntó esperando ansioso su contestación.

—Elígelo tú, me da igual—contestó Bill encogiéndose de hombros.

—Bill, es tu hijo. Ni siquiera has querido saber si es niño o niña, o si está bien—le reprochó Tom.

—Le he oído llorar nada más salir de mi cuerpo, y la doctora Doyle me dijo que estaba bien—contestó cerrando los ojos.

Tom desistió. Necesitaba descansar y a él se le agotaba la paciencia. No podía entender porque no le hiciera ilusión su bebé, que le podía pasar por la cabeza para que lo rechazara de esa cruel manera.






Pasó la noche sin moverse al lado de su hermano. Cuando le llevaron un biberón para que alimentara al bebé se lo tuvo que dar él porque Bill dormía, o al menos lo fingía. Sabía que le había escuchado llorar cuando se despertó con hambre, pero siguió con los ojos cerrados esperando a que se callase.

Le tocó cogerlo en brazos y acunarlo, sonriendo al ver como dejaba de llorar en sus brazos. Lo había conseguido, al menos esa vez. Le dio de comer y acostó de nuevo, y así lo hizo cada vez que se despertó en la noche y su hermano se negaba a cogerlo.

Al día siguiente pudo recibir visitas y mientras que a Georg y Gustav se le caía la baba al ver al bebé, Bill les observaba en la cama cruzado de brazos. También recibió muchos regalos, siendo una cesta de frutas de parte de Sammy Deluxe la que más le llamó la atención.

—¿Y por qué me tiene que regalar algo? –preguntó extrañado—No me conoce de nada.

—Lo hace por mí—contestó Tom tratando de mantener la calma.

Tal vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora