Mia clavó los pies en el suelo y en su cara se plasmó cada músculo de su mandíbula, como si detrás de la puerta de roble le esperase el corredor de la muerte.
-¿Has visto un fantasma?
-Casi. O, mejor dicho, sí... a mí, cuando estaba contigo.
-¿Y tanto te asusta?
-Los muertos no pueden hacerte nada, ¿no?
-Ni tú a ellos tampoco.
-Tratemos de mantenernos vivos entonces, ¿no crees?
Erick abrió la puerta y con un gesto casi teatral, le señaló el camino a Mia.
El piso de Erick seguía como la última vez que ella estuvo allí, con la diferencia de que el olor a quemado de esa noche de hacía más de cinco años era un recuerdo incapaz de competir con ese ambientador de jazmín carísimo que tanto le gustaba y que, cuando vivían juntos, reservaban para ocasiones especiales.
-Te has acordado de...
-Sí, pasa -Erick le indicó la cocina-. También he llenado la nevera, encontré ese queso que te gusta, el que yo odiaba, con los trozos esos de uva y... bueno, no sé si en este tiempo... no sé si tal vez...
Erick abrió el frigorífico, lleno de botellines de cerveza, de vino, de embutidos, de todo eso que él no compraba nunca.
-No, no me hecho vegana, no te preocupes -Mia posó su mano en el pecho de Erick-. Ni celíaca, ni ninguna de esas cosas...
-¿Abstemia?
-Ni de coña -Mia y Erick rieron con complicidad-. Y son arándanos. Lo del queso. Trozos de arándanos, más falsos que nada, pero sí... todavía me gusta -dio un paso hacia Erick-. Seguro que va a estar todo bien, como siempre.
-Como siempre -dijo Erick, echando la mirada al suelo mientras retiraba la mano de Mia, aunque sin apartarse de ella.
-Todo parece tan igual... como si no hubiese pasado el tiempo, como si no hubiese pasado nada. Erick... como si no hubiese pasado nada.
-Sin embargo, pasó mucho. Mia, yo... no quiero que pienses que...
-No -interrumpió ella, con la voz temblorosa-. No, yo tampoco quiero que pienses... quiero decir, que no quiero pensar... bueno, eso, ya sabes.
-Bien. Entonces todo bien, ¿no?
-Claro. Todo bien.
-Te he dejado la habitación grande. Cambié la cama hace nada y es una cama enorme y que te vendrá muy bien para lo de tu espalda.
-No, por favor... A ver, el cuarto de invitados o, incluso, tu sofá, me vale, de verdad. O sea, tu cuarto es tuyo, yo... no me parece bien venir aquí y que tengas que dormir tú en el cuarto de invitados y...
-Mia -Erick se acercó a ella, risueño-. Considéralo una excusa para quedarme jugando en el ordenador hasta tarde.
Erick cogió la bolsa de deporte en la que Mia llevaba lo poco que había podido rescatar del ático que compartía con Robert y la llevó hasta la habitación principal. Era un dormitorio amplio, mucho más que el resto de los espacios de la casa, que aun resultaba pequeño para el mueble que dominaba la estancia dándole un toque excesivo, casi burdo: una cama continental que emulaba a las de los hoteles, con patas de madera maciza, la base tapizada en lino, el colchón de vicuña y pelo de caballo, coronado por un topper igualmente exquisito, las sábanas blanquísimas, frescas y el cabecero alto y capitonado con mimo extremo, diseñando rombos pequeños y pliegues perfectamente sincronizados en cada centímetro de la tela, atados uno a uno a mano con hilos de lana fina.
-¡Esto es la cama de mis sueños! Erick, cabrón, te compraste la cama de mis sueños...
-No me juzgues, fui a El Corte Inglés un poco borracho y me hice el Pretty Woman de las camas...
-"Señorita, vengo a gastar aquí...
-...una cantidad indecente de dinero" -dijeron, riendo a coro.
-Lo peor, cuando vinieron a montarla, nos cagamos, porque pensábamos que no iba a caber...
-Jajajajaja, no puede ser... ¿De verdad?
-Te lo juro por mi madre. Coño, si hasta llamé a mi madre...
-¿Y eso por qué? ¿En qué te iba a ayudar tu madre? Venga, la cama no cabe, llamas a tu madre y la mujer se viene desde el pueblo a empujar la pared para mangarle unos centímetros de casa al vecino...
-Venga, ríete de mí que, si nos hubiese pasado juntos, me habrías echado una pedazo de bronca...
-Hombre, si quieres no te la echaba... esto vale un dineral, como para medirlo mal. ¿Te acuerdas cuando la vimos la primera vez? Que era impensable...
-Bueno, algunas cosas han cambiado en estos años...
-¿Te has hecho narco?
-No, me he hecho esclavo de una consultora.
-Que atiende a narcos...
-A políticos, no sé muy bien qué es peor...
-Mierda... esto sí que es un cambio...
-Solo había que quemar lo viejo para que llegara lo nuevo -dijo Erick y rió, socarronamente.
El gesto de Mia se transformó en el acto, como si a ella, la hija predilecta del fuego, le hubieran rasgado la cara con un cuchillo de hielo. Su cuerpo se tensó y osciló leve, con esa levedad que van adquiriendo los cuerpos cuando se enfrían y están a punto de desmayarse.
-No sé por qué soy así -alcanzó a decir, con un hilo de voz y la mirada perdida en una veta del parqué-. No sé por qué te hice eso -las lágrimas calientes empezaron a resbalarse por sus mejillas.
-Mia, ¿qué más da? -Erick se acercó y la envolvió en un abrazo-. De verdad, a día de hoy, ¿qué importa?
-Importa, porque... yo sigo siendo así...
-Puede, pero no vas a actuar así conmigo, porque ya no somos los que éramos hace años.
-Tú no has cambiado tanto. Erick, yo puedo verlo, que no has cambiado tanto.
-¿Y eso qué quiere decir? -Erick cogió el mentón de Mia, para buscar su mirada-. ¿Me vas a quemar la cama de millonario? Porque eso me jodería... con lo que costó que cupiese... me jodería bastante.
Mia dejó escapar una pequeña risa entre el llanto.
-Espero que no.
-Yo estoy seguro de que no.
-¿Por qué siempre acabo jodiendo a los que sois buenos conmigo? -Mia se echó a llorar, esta vez, doblando su cuerpo, como si le costara mantenerse en pie-. ¿Qué me pasa?
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OTRO INCENDIO POR LLEGAR
General Fiction-¿Quieres tener una relación tóxica conmigo? -Llegados a este punto, ¿por qué no? -Tampoco sería la primera vez... Erick ha decidido sacar a Mia, su exmujer, de la cárcel en la que está por prenderle fuego al coche de Robert, su actual marido, algo...