La cita

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Erick se humedeció el meñique con la lengua, lo metió con cuidado en la bolsa diminuta y, acto seguido, lo llevó a su boca, frotándose las encías con el polvo, sintiendo cómo se le agarrotaba la mandíbula.

-Pensé que, por lo menos, te cambiarías de ropa para venir a buscarme -dijo Ruth con una mueca de decepción-. Pensé que sería una cita, como me dijiste...

-Tienes razón y estaba en mis planes, lo siento -Erick deslizó la bolsa bajo su manga y cogió las manos de su jefa, envolviéndolas con las suyas-. He tenido un día que no hay por dónde cogerlo, pero no quería pedirte que lo dejáramos para otro día.

-¿Tantas ganas tienes de follar conmigo? -Acercó su cara, dejándole percibir su aliento sobre los labios-. Porque yo sí, contigo...

-No. Tantas ganas tengo de que alguna de las promesas que hacemos se cumpla, aunque sea la más estúpida y aunque sea solo entre nosotros.

-¿Populismo interno, señor Matallanas?

-¿Quieres ver populismo interno? -Erick rió de buena gana-. Me acabas de dar una idea para esta cita, fíjate...

-Sorpréndeme...

-Voy a ganar para ti uno de esos muñecos de feria, los gigantes que son súper hortera, el oso azul, el león verde, la serpiente multicolor, alguno de esos con cara de mongolo...

-¿Un muñeco de feria?

-El más grande de la caseta.

-¿Y de dónde vas a sacar una feria? Estamos en invierno aún...


La 'Ciudad de la Navidad' seguía abierta. Erick lo sabía porque le había saltado un anuncio mientras leía un diario online. Era una feria de medio pelo instalada en un pueblo a las afueras de la ciudad, a poco más de una hora en coche. Tenía una pista de acrílico encharcada en lo que pretendía emular una pista de patinaje sobre hielo, varias atracciones errantes, de esas a las que es mejor no subirse, y casetas para jugar a los típicos juegos que se premiaban con peluches y otros objetos.

-Creo que no he estado en un sitio tan turbio desde la última vez que visité a mi madre en el locódromo -dijo Ruth y, justo al terminar la frase, puso un gesto rígido, como si se arrepintiera de lo que acababa de decir.

-Nunca hemos hablado de ella.

-No es relevante para la campaña.

-¿Lo es para ti? -Erick buscó la mirada de su compañera-. A todos los niños nos hacen falta nuestras madres.

-¿De verdad estás jugando esta baza?

-¿Qué baza?

-La de hacerme creer que te importo y que quieres conocerme mejor. ¿Por qué ahora, Erick? Llevamos años trabajando juntos y justo ahora, cuando mi padre por fin se va a hacer con la Moncloa, tú te interesas por mí como nunca antes...

-¿Estás insinuando que soy un trepa? ¿Que quiero enrollarme con la hija del presidente al que yo mismo estoy sentando en esa silla?

-No me lo explico de otra forma si no. Somos animales, todos nosotros, animales políticos, como dirían los subnormales de la prensa. Y en esa escala yo podría ser perfectamente una hiena, pero tú... ¿Qué eres tú, Erick? ¿Una serpiente? Deslizándote, envenenando, tentando...

-Ruth, no estoy entendiendo esto, de verdad... yo solo quería...

-Querías a tu exmujer y la sigues queriendo. Por eso me pediste que te cediera a Lara Ayestarán. Mucho de lo que ha salido mal y nos ha complicado la existencia en esta campaña es por el lío de faldas que te traes con ella. ¿Crees que soy estúpida? ¿Crees que no sé que por eso eres incapaz de terminar lo que empiezas conmigo? ¡Tienes un puto cinturón de castidad y ella tiene las llaves, joder!

Erick se puso de puntillas y se lanzó sobre Ruth, enfrentando sus labios, metiendo la lengua en su boca como una demostración de poder, sujetándole el mentón con una mano y cogiéndole un pecho con la otra, ahí, delante de los restos desangelados de aquella feria de Navidad.

-Escúchame bien, Ruth Castillo -dijo, sin soltarle la cara-, yo puedo ser muchas cosas, todas esas que has dicho y más. Puedo estar embrujado por Mia hasta el día en que me muera y, si ella quiere, puedo volver a nacer y seguir embrujado por ella dos, tres o veinte vidas más. Pero todo eso, todo el poder que Mia tiene sobre mí, está completamente fuera de tu alcance.

-Erick, me estás asustando...

-¿Te estoy asustando? Yo creo que no -dijo y cogió el labio inferior de Ruth entre sus dientes, tirando suavemente de la carne-. Yo creo que te estoy poniendo cachonda, porque te pone cachonda apartar al hombre y sacar a la fiera...

-Ella te va a destruir... ya casi te matan por su culpa... lo que ella y tú tenéis...

-Lo que ella y yo tenemos puedes echármelo en cara, puedes renegar de ello, puedes decir las barbaridades que quieras, puedes humillarte todo lo que te dé la gana creyendo que te utilizo por trepar a una silla que ni siquiera vas a ocupar tú. Nada de eso cambiará lo que es Mia, lo que puede conseguir de mí. Lo que puede pedirme, lo que puede quitarme. Ahora dime qué quieres y ya me encargaré de decidir si puedo dártelo o no.

-Fóllame. Y que no pase de hoy. Demuéstrame que no eres un eunuco. Que no te arrancas la polla después de mear cada mañana y se la dejas a ella bajo la almohada, en una cajita con llave.

-Ruth -Erick se separó súbitamente de ella-, ¿qué carajo tienes en la cabeza? Me estás haciendo pensar que estás compitiendo con Mia, una mujer a la que, si no me equivoco, ni siquiera has visto nunca. ¿Acaso yo te gusto de verdad o simplemente quieres demostrar tu poder sobre las personas que trabajamos para ti? No gano nada, Ruth, nada, con tirarme a una señora que se piensa que lo hago por interés. ¿Interés de qué? ¿Qué lógica tiene eso ahora, si no lo hice cuando no era nadie y me iba la vida en sorprenderte, en demostrarte que valía?

-Tienes razón, lo siento. Estoy mal. Estoy agobiada por todo lo que está pasando en la campaña. Y me preocupa que tu exmujer te descontrole. Por favor, Erick, ¿podemos volver a empezar?

-¿Qué?

-La cita. ¿Podemos volver a empezar? -Ruth bajó la cabeza y la voz-. Siento que me he cargado algo que podría haber estado bien. Lo siento, Erick. Nunca he tenido una cita así, como esta. Cuando mi madre se fue, durante un tiempo mi padre cuidó de mí, pero me cuidó tanto que se acabó rompiendo él, así que yo tuve que empezar a cuidar de él, y así ha sido desde entonces... sin lugar para nadie más.

-Y lo has hecho muy bien -Erick cogió a Ruth de la mano y empezó a andar hacia la entrada del recinto ferial-. Has cuidado a tu padre como la mejor de las hijas.

-¿Nos estamos yendo? Vale, sí. Oficialmente me he cargado el plan...

-Me cuesta pensar en la cantidad de tíos que se habrán matado a pajas pensando en ti. Una belleza pelirroja, con esa piel tan atípicamente bronceada, con esos ojos amarillos, verdes, grises, depende del día pero, sobre todo, con las ideas tan claras... yo habría sido el primero.

-¿Lo has hecho?

-¿El qué?

-Tocarte pensando en mí.

-Mil veces. Tengo los azulejos del baño de mi despacho como para una demostración de lo bien que funciona el luminol -dijo, abriéndole la puerta del copiloto del coche.

Ruth suspiró con resignación y subió con un gesto manso, asumiendo el sinsabor de la cita cancelada. Erick cerró con fuerza la puerta y, pocos segundos después, la volvió a abrir y le extendió la mano para invitarla a salir del vehículo.

-¿Qué haces?

-Empezar de nuevo nuestra cita.

OTRO INCENDIO POR LLEGARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora