-Si no hubieses estado todo el rato dando el coñazo...
-¿Dando el coñazo yo? ¡Si tú parecía que estabas en un puto bar, ligando con ella!
-Ah, claro, pues mira, yo al menos, según tú, ligaba con ella, no me metí como un psicópata a llamar a mi mujer dentro del armario de las escobas...
-¿Y si está ahí? Yo no me la creo, a la friki esta, no me la creo...
-No te la crees...
-Pues no.
-Pues es una de las mejores psicólogas de Europa, pero, claro, tú, como experto en... ¿En qué? ¡Ah, sí! ¡Como experto en un carajo! No te la crees...
-No llegué a mirar bajo la cama, ni dentro de los armarios... ¿Y si estaba ahí?
Un trago afilado, como una estalactita de saliva, recorrió la garganta de Erick al contemplar la opción de que, como hacía no mucho, en su piso, Mia pudiera haber estado escondida en un armario. ¿Y si Robert tenía razón? ¿Y si la clave para encontrarla era volver a subir al piso de Lara Ayestarán e insistir? Total, había dicho que Mia estaría con alguien que creyese en ella, ¿quién mejor que tu psicóloga para que crea en ti?
El claxon estridente, pero no agudo, le devolvió a la realidad. La Hummer gris, junto a su coche, le reclamaba.
-¿Esa no es la camioneta que dijo esta tía?
-Sí. Ven, es un amigo mío.
A Carlos Chávez no pareció hacerle gracia que Erick se acercara a él acompañado. Le hizo un gesto a Erick, subiendo de forma limpia, corta y precisa la cabeza, y bajándola en menos de un segundo, como quien exige una respuesta y, a su vez, emite una amenaza.
-No me pongas esa cara de cabra chupando limones, que de este tío no te tienes que preocupar. Es el marido de mi mujer.
-¿Qué?
-Soy el marido de su ex, ex, exmujer -dijo, como para Chávez, pero mirando a Erick-. No me habías dicho que tenías tu propio Rambo.
-¿Se sabe algo?
-No estoy aquí por eso, maricón -Carlos Chávez movió la nariz, un tic nervioso que aparecía cuando se sentía inseguro, incrédulo-. ¿Tú no te has enterado de nada, verdad?
-¿De nada de qué?
-Uno de tus chimpancés le dio una paliza a un periodista que te estaba grabando en el coche con... -echó una mirada a Robert, como para cerciorarse- pues sí, con este pibe.
-¿Qué? -Erick barrió la zona, hasta donde se lo permitía su campo de visión, intentando ver si Edwin todavía lo seguía, como había sido lo acordado. Enseguida, cogió el móvil y leyó en diagonal algunos de los mensajes.
-En cuanto vi tu coche me acerqué porque supuse que te vendría bien... no sé... si alguien se acerca, que yo estuviera contigo. A tu mujer...
-Exmujer, mi mujer...
-Mira, chaval -Chávez barrió a Robert con la vista, como intentando hacerle de menos- ese triunvirato porno que tenéis montado vosotros no es mi puto problema -y volvió a centrarse en Erick-. El caso, que mejor que estar buscando a una tía, es que no me despegue de ti. Este tema está muy caliente, tío, y yo tengo que estar, como amigo, y como persona que no quiere que se joda más todo. Se tienen que hacer las elecciones y que entre aire nuevo y se decida qué coño hacer con los ucranianos, los rusos, con Palestina, los judíos, con toda esa mierda, tío, porque yo también tengo que comer.
-¡Ostiaputa! ¡Entonces sí eres un Rambo de esos!
-Lo dicho -Chávez siguió hablando, ignorando por completo las aportaciones de Robert-. Céntrate, maricón. Que me tocaría mucho las pelotas que por estar apollardao y jugando a la pandillita te metieran un tiro.
El contratista subió a su camioneta. Erick le hizo un gesto a Robert para subir a su coche y, una vez dentro, llamó a Paula.
-¡Joder, Erick, me cago en tu puta madre! ¿Dónde estás? No, ¿sabes qué? Me da igual donde estés porque deberías estar aquí.
-Sé más específica.
-"Aquí" es el mitin de emergencia que nos ha tocado convocar después de que el tipo que me tocó las tetas en la fiesta saliera en un directo de El Observador de Córdoba dándole una paliza al periodista que te grabó teniendo una cita con el marido de la loca de mierda esa. ¿Te parezco específica ahora o necesitas un jodido croquis?
-Entiendo que estás con Ruth.
-Entiendes bien -la voz de Ruth al otro lado de la línea se sintió como una nevera cayendo desde un décimo piso en la cabeza de Erick-. Y tu circo de los horrores también está aquí, menos los tiraflechas, que espero que no se les ocurra presentarse a seguir fastidiándolo todo con su puta indiosincrasia de mierda.
-Se dice idiosincrasia...
-Eso nosotros, ellos son indios y me tienen contenta. Desde que involucramos a esa gente no dejan de juntarse los problemas. Y tú, cuando te conviene, quieres estar vivo y cuando no, quieres estar muerto, ¡y no coges el puto teléfono, maldita sea, joder!
-Ruth, te recuerdo que tu madre era sudamericana y que por eso nos hemos vinculado a esta gente. Para que lo tengas en cuenta, porque noto que le estás cogiendo un poco el gusto a escupir para arriba y no sabes lo mucho que la gente así me toca los cojones. ¿Quieres un Mesías que salve esta puta mierda de campaña y siente a tu padre, una persona enferma a la que deberías querer más y utilizar menos, en la jodida silla presidencial? Perfecto, yo voy y soy el mono de feria ideal, pero eso no cambia el hecho de que toda esta mierda se ha retorcido a este nivel que, para que lo vayas asumiendo, considero irrecuperable, por ti, por meterte donde no te llaman, por no dejar que Paula y yo hagamos nuestro puto trabajo y por ese complejito de Murakami tan ridículo que te corroe y te hace teñir de realismo mágico y tercermundismo todo en cuanto te involucras.
-Llevo dos fines de semanas viendo películas de negros por vuestra puta culpa.
-¿Ein?
-Erick, lo que Ruth quiere decir es que ha visto Fast and Furious.
-¡Las doce!
-¿No eran diez? -Robert no pudo evitar intervenir con un matiz que consideró relevante, mientras inspeccionaba ociosamente el coche, hurgando folletos y piezas en el bolsillo de la puerta, en el posavasos, en el reposabrazos del conductor, deseando que aquella llamada terminara cuanto antes, para seguir buscando a Mia.
-Son once -Paula lo corrigió, con inercia y, solo después, reparó en que esa no era la voz de Erick-. No me jodas, ¿tú eres el marido de la arpía? ¿Estáis en un retiro espiritual de veinticuatro horas o qué? ¿Erick? ¿Qué haces todavía con ese tipo?
-Paula, basta. Mándame la ubicación de a dónde tengo que ir e iré. Ya está. Vamos a acabar con esta mierda. Resucito, me proclamáis lo que os salga del toto y tiramos pa'lante, eso sí, con los Latin Boys. No quiero enrevesar más esta historia y ponernos a esa gente en contra.
Al colgar la llamada, Erick reparó en la cara desencajada de Robert.
-¿Tú qué?
-¿Yo? ¿Yo? ¡Hijo de puta! Esta misma mañana me dijiste que no estabais juntos, que no sois amantes, ¿y le has comprado un puto anillo? ¿Qué? ¿Le piensas volver a pedir matrimonio? -Robert abrió la mano y le dejó ver a Erick la caja de joyería de color burdeos que acababa de coger de la guantera.
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OTRO INCENDIO POR LLEGAR
General Fiction-¿Quieres tener una relación tóxica conmigo? -Llegados a este punto, ¿por qué no? -Tampoco sería la primera vez... Erick ha decidido sacar a Mia, su exmujer, de la cárcel en la que está por prenderle fuego al coche de Robert, su actual marido, algo...