-¡Matallanas! -Ruth siguió a Erick hasta la salida y, cuando estuvo cerca de él, le cogió la mano-. Siento lo de tu madre. No tiene sentido que Alicia Suárez se haya prestado para algo así.
-Y yo sigo sintiéndome mal por lo que pasó ahí dentro, Ruth. Por muy superado que estuviese, no tengo derecho...
-Sabes que me gustó, ¿verdad?
-Ruth, ¿tú no tenías una asistente? -Dijo Erick, soltándola y avanzando por el párking, en busca de su coche-. ¿Una que se hablaba con Paula?
-Una que se hablaba con Paula para que tú no tuvieras que hablar conmigo... por eso ya no está.
-Mira, yo tengo muchas cosas en la cabeza. Esto no parece buena ide...
Ruth se echó sobre él enganchando sus labios entre los suyos, sintiendo cómo se aplastaban sus narices al juntarse abruptamente. Con una de sus manos asió su nuca, asegurando el beso, y bajó la otra hasta deslizarla por debajo de la camiseta que Erick se había puesto al quitarse la ropa del mitin. La posó con firmeza y cuidado sobre la herida que una o dos horas antes había golpeado Damián De Mena. Erick, en un acto reflejo, llevó su mano al mismo lugar, como si temiera que Ruth pudiera causarle dolor.
-¿Estás bien? ¿Te duele?
-No me duele tanto como para parar -respondió mientras acercaba la cintura de Ruth a la suya, dejándole notar muy de cerca su olor, sus jadeos, su miembro enhiesto.
-¡Vaya! Así que no eres de piedra.
-No todo... solo es de piedra lo que te interesa.
Ruth se deshizo del agarre de Erick y caminó haciendo sonar con fuerza los tacones en el pavimento. El eco de sus pasos en el párking vacío se acompasaba con los latidos que intentaban mantener un ritmo, pero se desbocaban ante la certeza de lo que estaba a punto de pasar. Paró junto al coche de Erick y empezó a tocar sus pechos, masajeándolos, acercándolos y alejándolos, a medida que su piel subía de tono y hacía parecer menos escandaloso el rojo de su pelo.
-¿Qué somos? ¿Universitarios? -Preguntó Erick con chulería, de nuevo junto a ella-. ¿Quieres que nos metamos al asiento de atrás y follemos con prisa, sin conseguir corrernos por el miedo a que nos vean nuestros padres?
-Cariño, no sé tú, pero yo, si algo tengo claro, es que hoy me vuelvo bien corrida a casa.
-Gracias por su confianza, señora Castillo -dijo y reanudó la batalla de lenguas de antes, haciendo contrastar en la piel de Ruth el confort de la barba, rizada pero suave, con la rudeza de los dientes, afilados, marcándola sin morderla, como si quisiera demostrarle que, desde el estrangulamiento anterior, impulsivo, salvaje, humillante y delante de todos, él seguía teniendo el control; que aquello no estaba pasando porque Ruth lo quisiera, sino porque él lo decidía.
-Hazlo otra vez.
-Ruth...
-Hazlo...
Se moría por hacerlo. La sola idea de tener a la futura presidenta encubierta, a la mandamás del país, pidiéndole que la estrangulara, lo estaba volviendo objetivamente loco. No la quería, ni le gustaba, pero la adrenalina del poder lo dejaba sin ideas. Hacerle caso, sin embargo, por muy humillante que para ella pudiera ser aquel gesto, era cambiar el poder por obediencia, un movimiento muy estúpido para hacer con semejante arpía. Así que subió una de sus manos lentamente, desde los muslos de Ruth hasta su cabeza, sin escatimar en atenciones a lo largo de sus nalgas, su espalda, su cuello y, finalmente, tiró de la melena color vino hasta hacerla subir el mentón en una línea paralela con los fluorescentes del techo.
-Te vas a volver bien corrida a casa, sí...
Lamió su cuello, sus orejas, sus labios, mientras que con la otra mano rebuscó bajo la falda tubo hasta dar con su ropa interior, echarla a un lado, lo justo para poner sus dedos dentro de ella.
-E...rick -jadeó- sabes que no es est...
-Shhhh... Ruth, esto no va de lo que tú quieras, yo no voy de lo que tú quieras -cambió el ritmo, sincronizándose con la respiración de su compañera-. Esto va de lo que a mí me salga de los cojones...
La humedad bañó su mano y las contracciones de Ruth se sintieron en sus dedos. Erick se liberó de ella, le soltó el pelo y le arregló mínimamente la falda. Rodeó el coche, abrió la puerta del conductor y subió.
-¿Qué coño haces?
-Ya he hecho mi parte, Ruth. Tienes lo que querías. Que descanses.
-No puede ser verdad... ¿Erick?
Puso el motor en marcha y se alejó dejándola sola en el párking.
Aprovechó el semáforo en rojo para rebuscar en la guantera las toallitas refrescantes que Paula siempre se encargaba de dejarle a mano. Mientras se limpiaba, le pidió al asistente de voz que hiciera una llamada.
-Sé lo que viste, yo también la vi -Carlos Chávez le confirmaba su sospecha al otro lado de la línea.
-¿La viste? La viste y la seguiste, supongo...
-Lo siento, Erick...
-¿Lo siento, Erick? Carlos, ¿qué parte de que la tienes que encontrar y traerla de vuelta no has entendido?
-Erick, era un hervidero de personas, de periodistas, ¿qué coño querías? ¿Otro show de mierda de vídeos filtrados de cómo un matón secuestra a tu exmujer?
-¿La viste de cerca?
-Lo suficiente.
-¿Estaba bien?
-Estaba buenísima, como de costumbre. El resto no sé... ¿Qué esperabas? ¿Que me le acercara y le dijera "Hola, Mia, soy el matón que tu ex ha puesto a buscarte, ¿cómo te va? ¿Te metes tú solita al maletero del coche o tengo hacer el truco del Propofol?"
-Tienes razón... no sé qué me pasa, me estoy viendo desbordado por todo esto...
-Venga, te cuelgo ya, que no soy ni un psicólogo ni un cura. Ni tu amiga la rellenita...
-Serás cabrón...
-No he dicho fea, he dicho rellenita.
-Vete a la mierda, Carlos.
Erick hizo una llamada más.
-¿Residencia Nenúfar? -La voz de la asistente de dirección ya le era familiar.
-Soy Erick Matallanas y tiene treinta segundos para pasarle la llamada al director de ese puto chiringuito de mierda o me encargaré personalmente de que os caigan las siete plagas de Egipto, los dragones de Juego de Tronos y todos los animalicos del Jumanji y os cierren el garito por los próximos ciento veinte años. Le quedan doce segundos de reloj.
-Señor Matallanas, qué alegría saber que está bien. Su madre también lo está, con una sedación muy bajita, porque la noticia de su fallecimiento tuvo un fuerte impacto.
-Jaime, ¿me podéis explicar por qué cojones, si mi madre tiene un único visitante autorizado en la hoja de visitas, la pudo visitar alguien que no era yo?
-Con todo respeto, señor Matallanas, entiendo su malestar. Decirle que, previéndolo, al verlo aparecer vivo en el evento de su partido, yo mismo pedí toda la documentación de su madre y no, usted no es el único autorizado para visitarla. La hoja de visitas también contempla a la señora Mia Ballesteros.
-¿Y eso qué tiene que ver con que hayáis dejado entrar a la Presidenta de Gobierno a ver a mi madre y al pringao que grabó la visita? Es más, por mucha hoja de visita que tengáis con ese nombre, aparte del mío, sigue sin estar permitido grabar las visitas.
-La señora Ballesteros fue quien grabó la visita.
-Escúchame bien, Jaime -rugió Erick-. Tienes media hora para recuperar los vídeos de las cámaras de seguridad, porque me temo que os han tomado por gilipollas y os la han colado a base de bien... eso, o que os habéis cagado en los pantalones cuando habéis visto a Alicia Suárez.
-Erick, no podemos...
-No, no, no. Podéis. Por mis cojones que podéis, si acaso no queréis que ni ese chiringuito ni tú os hundáis hasta lo más hondo y no volváis a levantar cabeza. En media hora estoy allí y, por mucha Presidenta implicada que haya, más os vale no jugar al escondite diciendo que los vídeos se borraron, que la cámara se movió o que al segurata se le pasó cambiar la cinta porque se estaba haciendo una paja.
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OTRO INCENDIO POR LLEGAR
General Fiction-¿Quieres tener una relación tóxica conmigo? -Llegados a este punto, ¿por qué no? -Tampoco sería la primera vez... Erick ha decidido sacar a Mia, su exmujer, de la cárcel en la que está por prenderle fuego al coche de Robert, su actual marido, algo...