-Ghosting! -Paula, la mano derecha de Erick, le recibió con un ademán, como si quisiera tratar de asustarle.
-Paula, ahora no...
-Erick, llevas casi una semana sin aparecer por la oficina y vamos de culo en las encuestas, ¿se puede saber qué carajo has estado haciendo? Porque eso en mi pueblo se llama ghosting, lo que viene siendo huir como una rata ahora que ves que tu estrategia es una puta mierda...
-Primero, ¡qué nombres más británicos elegís en Villalejana o de donde coño seas, Paula! Segundo, las encuestas van de culo porque el candidato está loco. Y tercero, si fuera ghosting, no volvería a aparecer...
-Ajá...
-Como mucho orbiting... o benching... o curving... -enumeró Erick, con sarcasmo.
-Estás pasando demasiado tiempo en TikTok y aquí tenemos millones de cosas por hacer para intentar remontar esta mierda.
-Llama a la asistente del candidato, que quiero hablar con él.
-Erick, ahora mismo creo que eres su persona más ¿desfavorita?
-Tal vez yo sí, pero tú no. Haz lo que sea para que se ponga al teléfono, Paula, por favor.
Erick entró a su despacho, un espacio acristalado con una vista panorámica de la ciudad. Dejó la americana en el perchero y se sentó a revisar una torre de papeles, regalos, paquetes, que Paula había ordenado diligentemente en tres categorías: Regalos de seguidores, Material de prensa, Amenazas de muerte. Esta última era la pila más numerosa y, entre todos los panfletos y los objetos más diversos, destacaba una preciosa caja de joyería, forrada en piel de búfalo teñida de burdeos, como si se tratara de una joya, tal vez, de un anillo de pedida. Erick abrió la caja y descubrió en su interior una bala. Contempló el brillo del latón pulido, con una minucia tal, que pronto se descubrió detallando sus facciones en el reflejo diminuto y deforme de su rostro, como si se mirara a sí mismo a través de un ojo de pez.
Pensó en todas las veces en las que podría haberle pasado algo en los actos públicos acompañando al aspirante a la presidencia, y en lo diferente que sería su miedo a partir de ahora, con Mia de vuelta en su vida, bajo la premisa de, simplemente, tolerarla y, quizás, protegerla, sin cruzar ninguna línea, pero sin querer dejarla sola. ¿Qué sentía Mia por él en ese momento?, se preguntó. Habían sido novios en la universidad, se habían casado justo al terminar la carrera, y habían durado menos de tres meses como marido y mujer, suficientes para que una discusión estúpida acabara con su ropa formando un círculo de llamas en el suelo del salón, en ese ritual conjurado por Mia y sus celos de siempre hacia Paula, la mejor amiga de Erick, su Sancho Panza y quien aquella noche acabó consolándolo y convenciéndolo de ingresar a su entonces mujer en un hospital psiquiátrico.
La llamada entrante le hizo dar un bote en la silla.
-Erick, tienes al candidato.
-Vale, gracias, Paula.
El candidato, como todos conocían a la persona que estaba a punto de hablar con Erick, no era un hombre ni, tampoco, era quien -en caso de victoria- acabaría enfundándose la banda presidencial. Todos los entresijos de la campaña estaban en manos de una mujer, la hija de ese flamante posible Presidente, una especie de Primera Dama destinada a partir el bacalao en un programa de gobierno que se había apropiado de la viudedad como bandera: el primer Presidente viudo, el que sabe lo que es perder a alguien, el padre ejemplar que ha criado solo a su hija, el que va a revolucionar la sanidad para que el dolor oncológico no conduzca ni al fentanilo ni al suicidio, pero permita abrazar la eutanasia. Era el contraste perfecto para la actual Presidenta y candidata a la reelección: una mujer fuerte, con actitud rabiosa, a ratos masculina, contra la que el candidato no tendría opción alguna. Por eso la baza de Erick tenía tanto sentido: la del viejo triste, el padre, el que lo bordó como alcalde, como gobernador, como ministro, y se retiró entre vítores de todas las facciones, para pasar tiempo con su niña huérfana de madre.
-¿Se puede saber dónde cojones has estado?
-Trabajando en que la gente consiga des-ver el último mitin de tu padre. ¿Se puede saber qué coño fue eso?
-No sé, dímelo tú. Te pago un dineral para que controles lo que dice, cómo lo dice, y de qué carajos se disfraza cuando sale para que lo vean. Creo que eres tú el que me tienes que explicar cómo coño pudo mi padre, ¡mi padre!, meterte semejante golazo.
-Ruth, yo puedo hacer algunas cosas, sí, pero no soy su puñetera hija, no puedo ir a su casa a ponerle un candado a cada puto mueble y a asegurarme de que no tenga una botella de lo que sea escondida debajo de la almohada. Y tampoco puedo controlar que en el último minuto antes de salir ante la masa, diga que va a mear y se cambie la camiseta por una camiseta de un equipo de rugby.
-Mi padre representa el auge de la salud mental, del bienestar de los cuidadores, de los hombres feministas que se hacen cargo de sus hijas... Dime una sola razón, Erick, una sola puta razón por la que no tenga que cambiar ahora mismo de jefe de campaña.
-No se me ocurre ninguna. Ah, sí, que decidas no tener un jefe de campaña, que es lo que va a acabar pasando, porque nadie quiere llevar de la manita a un anciano que no levanta cabeza porque vive arrastrando una depresión de la que no os hacéis cargo sus putos familiares de mierda...
-Erick, recuerda tu sitio. No estás hablando con la que te plancha las camisas.
-No, la que me plancha las camisas es una mujer sensata y su padre no hace que tenga ahora mismo un estuche con una bala en mi escritorio y no sé cuántos formatos más de amenaza de muerte. El padre de la que me plancha las camisas no se ha presentado en un estadio lleno hasta los topes a decir que su mujer se suicidó "por panchita, porque las panchitas lo viven todo como en una telenovela y a ver si las bandas latinas se matan ya por fin entre ellos" y que "para un viudo con incontinencia está fatal el mercado, que las tías son como los CEOs del IBEX, que ponen cara de saberlo todo pero no pueden saber si te corres o te meas" y como traca final, el recadito para su psiquiatra, de que "se merece un tiro en la frente como todo narco y los antidepresivos se los va a tomar su puta madre"...
-Vale, fue una mierda, coincido...
-Yo solo coincido en la parte en la que dice... déjame ver... ah, sí, minuto treinta y siete del mitin, cito: "Me aprieta el pañal... como os venía diciendo, mi hija está esperando encontrarme tieso pa'heredar".
-Tregua, Erick, ya vale. Ok, me he pasado, te has pasado, nos hemos pasado los dos. Tenemos un berenjenal que hay que solucionar como sea y, por mucho que me joda reconocerlo, creo que eres el único ser viviente capaz de enderezar todo este caudal de mierda -Ruth relajó el tono, haciéndolo dulce, casi aniñado-. Quiero pedirte, por favor, que nos saques de esta.
-Dame un poco más de tiempo para pensar en algo, Ruth. Te pido por favor que no me estés tocando los huevos con llamadas, Whatsapps y mensajes privados de Instagram, porque eso no va a solucionar nada de esto.
-Eso fue una tontería, fue... un desliz personal, porque quería saber cómo estabas.
-Vale, no tengas deslices personales conmigo. No estoy para deslices personales con nadie. Tu asistente llama a la mía y viceversa, como hemos hecho hoy, y verás cómo nos irá mejor.
-Erick, estoy nerviosa, no sé... las amenazas de muerte... ¿Tú crees que de verdad hay alguien queriendo cargarse a mi padre?
-A ver... tu padre lleva tiempo liándola y esta última vez se ha pasado el juego haciendo amigos en las bandas latinas, en las empresas, los narcos... a día de hoy me dices que un obispo le ha tirado una granada y me lo creo.
-¿Hay algo que yo pueda hacer para ayudarte?
Desde antes de llegar a su oficina, Erick tenía algo en mente. Un favor que pedirle a Ruth, una pequeña extorsión sin importancia que, sin embargo, le sería de gran utilidad... dudó si concretar o no aquella petición, pero sabía que era necesario, que solo alguien con el dinero y los contactos de esa familia podría acceder a lo que él veía tan necesario para Mia en ese momento.
-Ruth, hay algo que quiero pedirte. Es un favor personal -Erick cogió aire para hacer su petición con una frase corrida, con la voz tensa, como un instrumento con las cuerdas recién afinadas-. El equipo de terapia de tu padre, los psicólogos, los psiquiatras, ¿podrían trabajar con la misma discreción para alguien más?
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OTRO INCENDIO POR LLEGAR
Aktuelle Literatur-¿Quieres tener una relación tóxica conmigo? -Llegados a este punto, ¿por qué no? -Tampoco sería la primera vez... Erick ha decidido sacar a Mia, su exmujer, de la cárcel en la que está por prenderle fuego al coche de Robert, su actual marido, algo...