¿Te duele algo?

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-Me niego. La respuesta es no: Ene. O. No. Bajo ninguna circunstancia.

-Para ser yo el enano, es otro el que está cagado de miedo... ¿Qué te va a hacer? Átalo a la cama hasta que yo venga a buscarlo, si así te sientes más seguro.

-Erick, no me vas a dejar solo en mi casa con un tipo al que no conozco de nada y que a saber si se despierta pensando que soy su enemigo o algo.

-Es un niño, no llega a veinte años y debe pesar la mitad que tú. ¿Acaso nunca has tenido perro? Pues es lo mismo, pero este habla. Te hará caso en todo, le dices que te lo he dejado dicho yo y ya.

-Supongamos, que no va a pasar, que acepto quedarme con tu tamagotchi. Sigo teniendo muchas preguntas: ¿Por qué no lo llevamos al médico? ¿Y si venía puesto de algo y el alcohol hizo el resto? Porque esto no es normal, se ha dado una hostia de campeonato, lleva un buen rato inconsciente, no sabemos si se quedó ton... bueno, peor de lo que ya sería.

-De tonto este chico no tiene un pelo. Hazte mirar ese clasismo, anda. No le vamos a llevar a ninguna parte, lo último que necesitamos es llamar la atención con nada.

-Lo puedo llevar yo, yo no soy un personaje público.

-En la mente de la psicópata periodista esa que nos está jodiendo a todos la vida, te aseguro que ya estás fichado, vigilado y, además, ¿a ti se te acaba de olvidar tu debut en el baloncesto? Tú lo que necesitas ahora, es hacerte un maratón de manta y peli con este tío hasta que arreglemos lo de las cámaras.

-¿Y eso quién lo va a arreglar? ¿Y cómo?

-Después de lo de hoy, he decidido que te voy a contar el menor número de cosas posible, no sea que te vuelvas a poner proactivo. Dicho esto...

-¿Qué? ¿Entonces tampoco me vas a decir qué es eso tan importante que tienes que ir a hacer?

-Robert... tenemos al candidato en lo alto de las encuestas, no sé muy bien cómo; llevamos varias horas aquí y Paula no me ha reventado el teléfono a llamadas para darme lo que sea que toque como sermón para hoy, a Mia alguien le ha mandado a mi casa un cachorro de Doberman con nombre de pirómano, no sé qué carajos voy a hacer con mi madre, porque está claro que en esa residencia no puede seguir, tenemos una bomba de relojería con Alicia Suárez y sabe Dios qué apoyos que esté buscando, uno de nuestros Latin Boys es un meme viral por moler a palos a un periodista y enfocarse a sí mismo con la cámara justo después, y cada minuto que pasa nos cuesta más dinero mantener a raya a la policía para que no le echen el guante... con todo esto en el plato, ¿te puedo pedir un favor?

-Que no sea quedarme con este tío, porq...

-¡Que dejes de tocarme los huevos, joder! Mira, me pareces buen tío y es verdad que necesito que tú o tu madre le hagáis a este país el favor que te he pedido hoy, pero te tienes que relajar, porque yo no estoy relajado y no puedo tener que lidiar también contigo. Alguno de los dos tiene que estar bien por...

Erick se calló de repente, como evitando decir su nombre.

-Por ella -añadió Robert-. ¿Puedo preguntarte por ella?

-¿Por ella?

-Por Mia. ¿Cómo está? Quiero verla.

-¿Sabes? Anoche, cuando volví a encontrarla, bueno, cuando ella llegó a mí, vernos, abrazarnos, fue como exprimir dos esponjas, una contra la otra, empapadas en sangre -Erick apretó los párpados, reprimiendo las lágrimas-. ¿Te acuerdas de lo que hablamos aquella vez, en el coche?

-Lo de los niños muertos...

-Anoche, con Mia abrazada a mí, pensé en ti. Tal vez, en el fondo, tú seas mejor para ella que yo, pero ella no sepa verlo. Tal vez, simplemente, se siente mejor conmigo porque le resulto familiar, pero, ¿qué es lo familiar? ¿Un hombre que se aprovecha de ella porque ella le ha subido a un pedestal?

-Una parte de mí siempre sintió que yo le sabía a poco...

-Eres demasiado normal, vienes de un mundo bonito, no creo que Mia no te quiera y, si no te quiere ahora, dudo que no te haya querido nunca; pero no sabe ver la vida como tú se la enseñas cuando, quizá, ver la vida así es justo lo que la salvaría.

-Mia quería un hijo. Y yo también, quería ser padre. Me imaginaba con un hijo vestido a juego conmigo, peleándome con mi madre por no ponerle Juan, ni Juana, como ella, inventándome mil excusas para justificar a quiénes elegir de padrinos, enseñándolo a esquiar...

-¿Pero?

-Pero, por mucho que imaginara, no creía que pudiéramos ser suficientes para ella. Y me pudo el miedo, Erick. Imagínate lo que sería si yo le diera a Mia un hijo, uno idéntico a mí, y para ella fuera poco. Yo puedo vivir con una mujer que está conmigo por comodidad, porque soy lo que hay que tener o, simplemente, el que pasaba por ahí cuando tú te fuiste. Y si puedo, en parte, es porque sé que tengo a mi madre, que para ella lo soy todo, que a sus ojos es imposible que exista alguien mejor. Y eso me hizo pensar en lo que pasaría si mi hijo se viera en mi situación pero no tuviera a mi madre, sino a Mia, inconforme, infeliz, porque su hijo le resulta cómodo, pero no suficiente, porque es hijo mío y no tuyo y, en definitiva, es como yo, no como tú.

Erick recordó la confesión de Mia, su angustia al recordar cuando Robert le dijo que estaban genial, usando esa palabra, genial, pero que no la veía como madre de sus hijos. Recordó que Mia le contó que aquella declaración fue el detonante de la pelea en la que ella no solo quiso quemarle el coche sino, también, acabar con su vida y, por un momento, sintió el impulso de decirle al hombre que tenía delante todo lo que sabía pero, ¿podría aquello alejar a Mia definitivamente de él? ¿Podría pasar que aclarar ese malentendido entre dos esposos que se quieren le volviera a arrebatar al amor de su vida? Pensó en Robert: alto, guapo, correcto, arquitecto rico de cuna, marido apetecible para cualquiera. Detalló sus rasgos finos, armónicos, elegante como esa casa en la que estaban y que a su dueño, ese tipo ejemplar, repelente pero de buen de corazón, le parecía inacabada, imperfecta, a pesar de ser algo a lo que la mayoría no podría aspirar ni en siete vidas.

-Entonces, ¿no está feliz ahora, en tu casa, contigo? -Robert sacó a Erick de sus cavilaciones.

-Lo está, Robert. Hoy la vi guapísima, no por su físico, que los dos sabemos lo que es y no creo que nadie que no esté ciego lo discuta. Pero no era eso. Era... felicidad...

-¿Por el perro?

-No me atreví a decirle que no se lo había comprado yo. Ni le dije nada del nombre, ni de que la chapa con el nombre venía igual que las amenazas de muerte... no le conté eso tampoco.

-Mejor, ¿verdad? Es mejor...

-¿Patrón? -Coromoto despertó-. He tenido un sueño rarísimo...

-¿Ah, sí? -Replicó Robert-. ¿Y qué soñaste? ¿Que te bebiste mil pavos de ron y rompiste otros cuatro mil?

-¿Tanto? Pero si bebí poquito...

-Ya, pero cada botella de esas vale más que tu alquiler...

-Robert, ya está bien -Intervino Erick, lanzándole una mirada de desprecio-. A ver, Coromoto, me da a mí que el sueño rarísimo ese lo escuchamos todos...

-Patrón, yo puedo pagar lo que bebí y rompí. Mire, tengo este dinero -dijo, ofreciéndole a Robert el billete de cincuenta euros que Erick le había dado horas antes-. Eso sí, le tendré que pagar poquito a poquito...

-Aquí nadie va a pagar nada, que para eso este bocazas dijo que cogiéramos lo que quisiéramos, ¿o no, Robert?

-Claro, no pasa nada. ¿Quieres un paracetamol? ¿Te duele algo?

OTRO INCENDIO POR LLEGARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora