Después de aterrizar en Cambridge sentí una extraña sensación, como un mal presentimiento. Sin embargo, lo ignore y salí al encuentro del rubio, me había dicho que me estaría esperando en el aeropuerto, pero tarde más de una hora en darme cuenta de que no vendría por mí. Tomé un taxi a la residencia, subí a nuestro piso y al abrir la puerta de la habitación me espanté, todo estaba desordenado y tirado, los posters de las paredes estaban rotos, todo estaba hecho añicos. ¿Qué carajos había ocurrido aquí?
Espantada marqué el número de Amelie, me contestó que ya vendría. Quince minutos después se encontraba a mi lado.
—¡Santa madre! ¿Qué ocurrió? —inquiere sorprendida, luego me abraza. —, Te eche de menos, rojita.
—Mia... esto tiene la firma de Ryder, eso significa...—dije helada entregándole un papel que había recogido del suelo, tragando saliva y sintiendo como mi mundo se desmoronaba en mis narices. —, ¡Qué él está aquí! ¡Está aquí, Mia!
Ella abre mucho sus ojos y su respiración se agita, me abraza y comienzo a sollozar. Él venía por mí, ya era tarde, había entrado al campus y nadie lo detendría.
—Vámonos de aquí, Ann. Estarás más segura en el departamento con los chicos. —avisa y niego.
—Scott no fue por mí al aeropuerto, está molesto por algo que ni siquiera tiene sentido, Mia. —respondo, ella ladea su cabeza y niega, toma mis maletas en mano y me tira del brazo cerrando la puerta de nuestra habitación.
—Ni de chiste vas a quedarte aquí y ser un puto blanco fácil para ese psicópata.
Asiento calmando mi respiración y la sigo escaleras abajo, sube todo al auto de Jack, abre la puerta de copiloto para mí y ella sube a la de piloto. Conduce en silencio hasta llegar al departamento, me ayuda a bajar todo nuevamente y entramos al edificio, limpio mi rostro un poco y al subir las escaleras, me tenso al escuchar.
—¿Andy? —giro en su dirección y lo veo, el pelinegro nieto de la mejor amiga de mi abuela se estaba mudando al departamento del costado de los chicos. Bufo por lo bajo.
—Max...—saludo sin abrir la boca, él me da una sonrisa.
—Al parecer... seremos vecinos. —dice metiendo sus manos en sus bolsillos, mientras unos hombres siguen bajando todo de un camión. Asiento con una sonrisa que más parece un gesto de disgusto. —, bien, te veo luego.
—Adiós. —digo y continuo el camino con Mia.
—¡Joder! Ahora entiendo los celos de Scott, está más bueno que comer con los dedos... ¿Qué me dices de esos ojazos? No lo puedo creer. ¡Y ahora es nuestro vecino! Tendré que sacar la basura más seguido solo para verle. —divierte, niego con mi cabeza y una risa se me escapa, estaba loca como una cabra.
Entramos al departamento y veo a los chicos jugando play, ambos se giran a nuestra dirección y Scott se pone de pie con rapidez y corre hasta mí, me abraza y alza del suelo, lo miro mal. ¿Acaso era en serio bipolar? ¡Me había dejado botada en el aeropuerto y ahora me abrazaba! Suspire.
—Pequitas... te eche tanto de menos. —dice, luego de besar mis labios con suavidad, me aparto de él y ayudo a Mia con el equipaje. Ella estaba llevándolo a la habitación de Scott. —, ¿Qué ocurre? ¿No estás contenta de verme?
Insiste siguiéndome hasta la habitación, respiro hondo.
—Yo... estaré con Jack. —me avisa Mia, asiento en su dirección y centro mi atención en Scott.
—Scott, me dejaste botada en el aeropuerto...—le recuerdo y abre mucho sus ojos, se acerca más a mí.
—Pequitas... lo siento, se me pasó el tiempo, estaba tan distraído ganándole a Jack que me olvidé por completo que tenía que ir a verte...
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Mi maravillosa destrucción.
Teen Fiction«Dos almas destinadas a encontrarse, sin saber que van destruirse...» Andy Millabur aprendió a sobrevivir a su hogar disfuncional, con un padre alcohólico, apostador y; con su madre adicta a la heroína. Desde pequeña fue sometida a diferentes tratam...