SCOTT MARCHETTI.
Estaba cansado, no había dormido casi nada. La pelea de anoche me dejó exhausto enfrenté al campeón de lucha del campus, sino fuera por el estúpido trato que tengo con Camille no me esforzaría en lo absoluto en estudiar. Me quedaría durmiendo toda la mañana en vez de ir a Calculo III. Bufando me puse de pie y me fui a la facultad, luego de tener un encuentro casual con Raquel en los laboratorios de programación y asistir a todas mis clases, volví al departamento, me di una ducha y me lancé al mueble.
Como cada semana teníamos noche de películas, una extraña tradición que de alguna manera me gustaba. Y más aún sabiendo que Andy vendría, lo cual sonaba más estimulante.
La puerta se abrió y entraron los tres, alcé mi mirada encontrándome con los profundos ojos de la rojita. La fastidie un poco y luego le explique la dinámica de la noche de películas. Jack recordó que hoy les tocaba elegir a ellas, al parecer Amelie sabia cual veríamos, mencionó una película de un drama romántico, acepte con una sonrisa.
Seguí fastidiándola un poco más, me respondía con el mismo sentido de humor y me agradaba, me invadía la calidez. Era demasiado agradable verla moverse por toda nuestra cocina, sus gestos de concentración eran muy divertidos, nos enseñaba paso a paso como hacer la masa, salsa, etc. Era algo extraño para mí, nunca había venido ninguna chica además de Amelie que se quedara a dormir o que tan solo viniese a algo como cocinar o ver una película. Nuestra cocina parecía ser de adorno, nadie la usaba nunca, solo Amelie y solo freía huevos.
Fastidie a la rojita lanzándole harina en su cara, me lo devolvió y seguimos así por un largo rato. No comprendía lo que comenzaba a sentir, me asustaba el hecho de que no solo fuese un capricho, me gustaba observarla y eso ya era demasiado para mí.
Después de un rato, conversábamos y se me ocurrió apostar con ella, no entendía porque lo hice, era más que obvio que perdería, la pizza olía demasiado bien y la salsa estaba deliciosa. Compartimos uno de los mejores momentos en años, saboreando la pizza y el vino, había perdido a propósito y lo sabía, solo que mi orgullo no me dejaba aceptarlo.
Después de que Amelie y Jack se fueran luego de que terminara la película, me giré con atención hacia ella. Era un enigma para mí, no podía entenderla, era impredecible, nunca sabía que me contestaría, que pasaba por su mente o tan siquiera quien era en realidad. Parecía ser reservada y no querer involucrarse.
Intenté coquetear con ella, tonteando sobre villanos y príncipes, logré mi cometido, la veía nerviosa y tensa, no podía ni siquiera sostenerme la mirada. Se había quedado en mute, sonreía para mis adentros, comprobaba lo que ya sabía, no había chica en esta tierra que se resistiera a mí, reaccionó levantándose diciendo que iría por mas zumo de naranja, respire hondo.
La vi desesperada por irse, sentía que quería huir de mi por alguna razón. Me interpuse cuando quiso cruzar la puerta, era muy de noche como para dejarla irse sola. Le propuse quedarse, sorprendiéndome a mí mismo, ¿Desde cuándo le pedía a una chica que se quedase? Jamás lo hacía, nunca permitía que ninguna chica se quedará a dormir. Me divirtió cuando me recalcó que no se acostaría conmigo.
Amelie apareció irrumpiendo en la escena, advirtiéndome de que con ella no y usando el idiota mote que me había asignado. Luego de un debate entre ellas, aceptó quedarse, Amelie la llevó a la habitación de invitados que en realidad era mi closet personal.
Luego de un rato, quise ir a su habitación a ofrecerle algo de ropa para que pudiese cambiarse, abrí la puerta y no podía estar más agradecido de haber sido inoportuno, ella estaba en ropa interior, se sorprendió al verme y me reí por lo bajo, luego de morder mi labio, era la tentación hecha mujer, caderas voluminosas, piernas largas, piel pálida llena de pecas, cabellera larga y en ese llamativo color rojo, ojos azules profundos, labios rosados y jugosos... ella era todo lo que desearía cualquier hombre, eso era obvio.
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Mi maravillosa destrucción.
Novela Juvenil«Dos almas destinadas a encontrarse, sin saber que van destruirse...» Andy Millabur aprendió a sobrevivir a su hogar disfuncional, con un padre alcohólico, apostador y; con su madre adicta a la heroína. Desde pequeña fue sometida a diferentes tratam...