SCOTT.
Aparco mi preciosa ducati en el estacionamiento de Red's y entré directo a la barra, halé de mala gana el taburete y me senté a trompicones. Había sido una noche larga, cansada y al parecer no acabaría pronto. El barman se acerca y me toma la orden, pido un whisky seco y cuando me lo sirve me lo tomó de un sorbo, le pido otro y repito la acción por un par más de rondas.
Masajeo mi cien, pese a lo que he bebido en toda la noche no cesa la presión en esa zona.
¿Por qué carajos había dejado entrar a una chica en mi vida? ¿Qué coño pudo haber pasado por mi mente para permitirlo? ¡Estaba jodido! Siempre evité a toda costa relacionarme con alguien por todo el drama que eso conlleva y aquí estaba, sentado con un vaso de trago en la mano y la mente hecha mierda.
Aún no lograba comprender como es que pasamos de haber aceptado nuestros sentimientos el uno por el otro ha simplemente alejarnos sin más. ¿Qué pudo cambiar en cuestión de horas? ¿Acaso ella había jugado conmigo? No podía creerlo, di una risa hueca, una chica había logrado jugar con mis sentimientos y no al revés.
¿Estaba pagando mi puto karma? ¿Quizá?, le di un trago largo a mi vaso y escuché risitas femeninas a mis espaldas, me giré encontrándome con Raquel. Me dio una sonrisa grande y se acerca sentándose en el taburete a mi lado.
—¿Ya te aburriste de esa rojita? ¿A que sí? —inquiere con un tono despectivo, me giró hacía ella y la miro mal.
—¿Qué más te da, Raquel? Déjalo ser. —respondo en seco, ella sonríe abriendo su boca.
—Oh, oh, parece que al gran Scott le acaban de romper el corazón. —divierte en una risa seca. Ruedo mis ojos, no tenía caso.
La ignoré y volví a llamar al barman, me sirve dos más y ella se pide una copa de vino. Mis pensamientos no me dejan tranquilo y ella tampoco.
—Anda ya, cuéntamelo todo. —pide empujando su hombro con el mío. Niego llevándome el vaso a los labios. Ella resbala su dedo por mi pierna.
—No me jodas, Raquel. Hoy no. —le digo con voz firme y ella rueda sus ojos quejándose. —, Vete.
—No he venido contigo, Scott. Esté es un maldito bar libre y puedo quedarme si se me antoja. —se defiende, la miro mal y la aparto de mi vista.
Al ponerme de pie me mareo un poco, por lo que vuelvo a sentarme y ordeno dos vasos más. Raquel no se rinde y sigue insistiéndome, respiro hondo cuando se sienta en mis piernas. Se mueve de forma sexy sobre mí, pero mi juicio esta nublado, el alcohol corre por mis venas, pero no la toco, ni siquiera reparo en su proveniente busto o sus piernas descubiertas, simplemente al ver su cabello negro siento asco. ¿Dónde está ese torbellino de cabello rojo que me enloquece? Huelo su cuello y su pesado perfume da una arcada.
Después de un par de copas más, pierdo la consciencia.
Me despierto con un dolor de cabeza descomunal, mi boca seca y mis tripas rugiendo, hago una mueca de asco cuando siento arcadas, abro mis ojos buscando el vaso de agua que siempre dejo en mi velador y me sorprendo al ni siquiera palpar el velador. Miro las sabanas que me envuelven y mis sentidos se agudizan, me repongo en la cama y veo mi ropa tirada en el suelo junto a mis zapatos. ¿Dónde carajo estaba?
Intento hacer memoria y recordar que había hecho, mis recuerdos son borrosos y no logro descubrir en donde me encuentro. ¿Acaso había estado con alguna chica? Me pongo de pie y me visto con rapidez, la cama esta vacía. Respiro hondo y salgo de la habitación, encontrándome con un pasillo largo, al salir veo a Raquel en la cocina. Al parecer se había ido de la residencia y alquilado un departamento.
ESTÁS LEYENDO
Mi maravillosa destrucción.
Ficțiune adolescenți«Dos almas destinadas a encontrarse, sin saber que van destruirse...» Andy Millabur aprendió a sobrevivir a su hogar disfuncional, con un padre alcohólico, apostador y; con su madre adicta a la heroína. Desde pequeña fue sometida a diferentes tratam...