Sorbí por mi nariz por decima quinta vez, mientras estaba tirada en la pequeña cama encima de montones de ropa, observando el techo y consiguiéndole forma a las manchas que había ocasionado la humedad. Respire hondo intentando vaciar mis pulmones y llenarlos con aire fresco. Por muchas razones no quería irme, aquí me sentía menos miserable, aunque el rubio consiguiera enloquecerme, su compañía me daba seguridad. La puerta se abrió y por un momento sentí brincar mi pecho del susto, era Amelie.
—Ven aquí...—dice con un gesto triste y abre sus brazos con energía, me pongo de pie y la estrecho con fuerza sollozando en su pecho.
Nos sentamos en el borde de la cama, mientras apoyo mi cabeza en sus piernas y ella sigue estrechándome. Alguna vez la psicóloga me dijo que casi siempre cuando nos quebramos, no lo hacemos por una sola razón aparente, sino por todas aquellas que ahogamos y reprimimos y en este instante lo comprobé, no solo me dolía Scott, también sentía un inmenso temor en mi pecho por Ryder, por Ester, por Mia, por todas las personas que me rodeaban y estaban exponiéndose ante ese monstruo. El calvario que ha sido mi vida por años, volvía a interceptarme cuando creía que finalmente sería feliz.
—¿Qué ocurrió esta vez? —inquiere con cuidado, luego de un silencio nada incomodo. Suspire con pesar, seguramente ella no tenía idea de lo que había sucedido, después de todo Scott era un poco reservado.
Exhale con fuerza, me costaba respirar por la congestión nasal. Le conté todo lo que había sucedido y las palabras que me dijo acentuando la peor parte y claramente lo que le dije para defenderme, ella escuchaba con atención y hacia uno que otro gesto.
—He oído que te echó, pero no te preocupes, no irás a ningún lado. —avisa y luego ladea su cabeza. —, ¿Por qué me mentiste?
Su pregunta me toma por sorpresa. ¿Cómo podía tan siquiera considerar que yo sería capaz de mentirle? Éramos como hermanas, jamás habían existido las mentiras entre ambas y esta vez no seria la excepción, la mire sin comprender.
—Me aseguraste que no te gustaba Scott, pero te conozco, Ann, tanto y tan bien que supe en seguida que estaba pasando algo entre ustedes... pero como eres tan terca, quise que lo descubrieras por ti misma hasta que tuvieras el valor de decírmelo, claro que no esperaba que todo saliera tan mal...
La miro perpleja, me negaba a aceptar en voz alta que sentía algo por ese demonio de ojos intensos y cuerpo irresistible. Tragué saliva y me removí inquieta debajo de su tacto. No podía mentirle, ni engañarla, Amelie me conocía a la perfección, sabia cada detalle de mí, que podía saber con solo un gesto lo que estaba pasando por mi mente.
—Scott tiene una vida muy complicada, Ann... y ni hablemos de la tuya...—comienza alargando y da un suspiro trágico. —, ¿Estás segura de querer más caos? ¿De poder soportarlo? Él puede volverse el salvavidas que tanto necesitas en ese mar revuelto que es tu vida, pero también podía convertirse en el tsunami que destruya lo poco de felicidad que queda en ti...
Su especie de parábola o analogía que había recitado me dejo totalmente perpleja y asombrada, estaba reflexionándolo y odiaba que tuviera toda la razón, era lo mismo que me planteaba una y otra vez, pero el oírlo de otra persona externa y no de mis voces, me hacia sentir muy expuesta e incómoda. Scott conseguía despertar en mí sensaciones exquisitas, pensamientos lascivos y eso de alguna manera me hace sentir viva, de verdad, como si volviese a nacer y no tuviese un pasado pisándome los talones.
—¿Qué sabes de él? Hay algo que no me has dicho...—ataco y ella es ahora quién se remueve incómoda, rasca su nuca como típico gesto nervioso, mientras sopesa sus palabras, me disgusta que lo piense tanto, porque probablemente no me lo diga todo, sino una parte.
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Mi maravillosa destrucción.
Novela Juvenil«Dos almas destinadas a encontrarse, sin saber que van destruirse...» Andy Millabur aprendió a sobrevivir a su hogar disfuncional, con un padre alcohólico, apostador y; con su madre adicta a la heroína. Desde pequeña fue sometida a diferentes tratam...