Capítulo 3

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Sin embargo, una semana después de su conversación con Jeonghan, Wonwoo había dejado de pensar en la muerte para concentrarse en la venganza.

—Sabía que te gustaba el dolor, pero no imaginaba que fueras un sádico —le dijo a la espalda de Dmitri mientras sus músculos se deshacían en la deliciosa calidez de las aguas termales. El maldito vampiro casi la había arrastrado hasta allí... después de estar a punto de destrozarlo con una sesión de entrenamiento destinada a fortalecer sus músculos.

Dmitri se dio la vuelta y concentró el inmenso poder de sus ojos oscuros en el...,

unos ojos que podrían arrastrar al pecado a un inocente... y llevar a un pecador hasta el mismo infierno.

—¿Cuándo... —murmuró él en un tono de voz que hablaba de puertas cerradas y tabúes rotos—... te he dado razones para dudarlo?

Wonwoo sintió el roce suave de las pieles en los labios, entre las piernas, a lo largo de la espalda.

Se tensó en respuesta a la potencia de su esencia, una esencia que era como un afrodisíaco para un cazador nato. Sin embargo, no se rindió, porque sabía que al vampiro le habría encantado verlo.

—¿Por qué estás aquí? ¿No deberías estar en Nueva York? —Era el líder de los Siete, un grupo formado por vampiros y ángeles que se encargaban de proteger a Mingyu... incluso de las amenazas que él no percibía.

Wonwoo estaba seguro de que Dmitri la ejecutaría con gélida precisión si llegara a considerarla una grieta peligrosa en la armadura de Mingyu. Quizá el arcángel lo matara después a él, pero tal y como Dmitri le había dicho una vez: para entonces, el ya estaría muerta.

—Seguro que algún pequeño admirador está llorando tu ausencia. —No pudo evitar recordar la noche que vio al vampiro en una de las alas de la Torre: Dmitri tenía la cabeza enterrada en el suculento cuello de un rubio curvilíneo cuyo placer había impregnado el ambiente de un perfume sensual.

—Me rompes el corazón. —Una sonrisa falsa, el gesto divertido de un vampiro tan antiguo que Wonwoo sentía el peso de su longevidad en los huesos—. Si no tienes cuidado, empezaré a pensar que no te caigo bien. —Se quitó la camisa de lino sin parpadear (¡y allí arriba el suelo estaba lleno de nieve, por el amor de Dios!) antes de poner las manos sobre el botón de los pantalones.

—¿Quieres morir hoy? —le preguntó Wonwoo con tono indiferente. Porque si se atrevía a tocarlo, Mingyu le arrancaría el corazón. Aunque, por supuesto, al arcángel le resultaría difícil hacerlo... porque el ya se lo habría atravesado. Puede que Dmitri fuera capaz de provocarle una intensa necesidad con esa esencia suya, pero Wonwoo nopensaba dejarse seducir. No por ese vampiro. Ni por la criatura a la que llamaba«sire»

—Es un estanque bastante grande. —Se quitó los pantalones.

Wonwoo atisbo un costado esbelto y musculoso antes de cerrar los ojos. Bueno, se dijo, consciente del calor abrasador que teñía su rostro, al menos eso aclaraba las dudas sobre el color de la piel del vampiro: Dmitri no estaba bronceado. El exótico color miel de su piel era congénito... y perfecto.

El ruido del agua anunció su entrada en el estanque.

—Ahora ya puedes mirar, cazador. —Su voz era pura burla.

—¿Por qué iba a querer hacerlo? —Abrió los ojos y clavó la vista en la asombrosa montaña. Los cazadores no solían ser mojigatos, pero Wonwoo elegía a sus amigos con mucho cuidado. Y la lista de las personas con las que se sentía cómodo estando desnuda... y vulnerable... era incluso más corta. Y, desde luego, Dmitri no figuraba en esa lista.

Lo vigiló con el rabillo del ojo mientras observaba las cumbres nevadas que había a lo lejos. Lo más probable era que no sobreviviera si el vampiro decidía atacarlo, no en su estado físico actual, pero esa no era razón para convertirse en un objetivo fácil. Piel y diamantes, sexo y placer.

La marca del Arcángel - Meanie [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora