Capitulo 33

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 A Wonwoo se le cayó la baba al ver a Mingyu con ropa formal. Su perfil destacaba con perfecta claridad contra el cielo nocturno mientras caminaban por las sinuosas calles de la Ciudad Prohibida siguiendo a su escolta hasta la cena. Su arcángel llevaba una camisa blanca con pantalones negros, pero esa camisa era una obra de arte, ya que el tejido a ambos lados de las ranuras para las alas estaba bordado con un diseño negro que se curvaba y flotaba... sin llegar a perder ese toque que, según se decía, era típico del arcángel de Nueva York.

La palabra «sexy» era demasiado sosa para describirlo. Y era obvio que las bellas vampiresas de melena sedosa que los rodeaban pensaban lo mismo. Wonwoo fulminó con la mirada a una que tuvo la temeridad de agitar el abanico en dirección al arcángel. El abanico cayó.

Satisfecho, el cazador se volvió hacia Mingyu.

—¿Y Dokyeom y Aodhan?

—Tienen trabajo que hacer.

¿El sabe lo de Dokyeom?

Sí.

Un instante después lo guiaron hasta unas intrincadas puertas lacadas, hacia una sala que parecía absorber la luz y el aire, una sala que le aplastó las costillas contra los órganos internos. Mingyu cambió ligeramente de posición y lo miró a los ojos para darle algo en lo que concentrarse, una forma de luchar contra la sensación de agobio. Pareció que pasaban horas, aunque en realidad debieron de pasar un par de segundos. Mientras su corazón recuperaba el ritmo normal, Wonwoo volvió a concentrar su atención en la estancia, y su mirada se vio atraída por un grupo de sillas situado junto a una pared llena de mariposas con las alas extendidas en una pose eterna y un alfiler atravesado en el abdomen.

—Mingyu —lo saludó Yixing a través de la estancia. Sus pupilas tenían un extraño tono iridiscente. Llevaba una tunica extraño, una desconcertante creación infantil formada por capas y capas de gasa vaporosa que rodeaban su cuerpo de tonos grises y neblinosos. Su cabello flotaba a los lados de su rostro, agitado por un viento que Wonwoo no podía sentir, un viento que no movía ni las gruesas cortinas de brocado ni los exquisitos tapices de las paredes.

Como si se tratara de una advertencia primigenia, toda la piel de Wonwoo se erizó. Al parecer, millones de años de evolución le decían que nunca, jamás, debería convertirse en el foco de atención de la criatura que se encontraba delante de el. Porque no era la estancia lo que absorbía la luz. Era Yixing. El cerebelo del cazador envió una descarga de pánico a su cuerpo cuando el se quedó inmóvil, para avisarle de que debía huir, esconderse.

Pero, por supuesto, ya era demasiado tarde.

Observó cómo Mingyu tomaba la mano de Yixing e inclinaba la cabeza para rozar con los labios esa piel pálida y perfecta. Los ojos de Yixing se clavaron en los suyos por encima del hombro del arcángel, y no había nada ni remotamente humano en ellos, nada que Wonwoo pudiera interpretar. Cuando la delicada criatura retrocedió un paso, su mirada volvió a concentrarse en Mingyu.

—Estás diferente.

—Y tú no cambias jamás.

Una risa tintineante, una que a Wonwoo no debería haberle parecido tan cortante... pero lo cierto era que parecía creada a base de hojas de afeitar machacadas hasta convertirse en cristal.

—¿Por qué no te conocí cuando era más joven?

—Por aquel entonces no te habrías interesado en mí —dijo Mingyu, que se volvió para colocar la mano en la parte baja de la espalda de Wonwoo—. Esta es Wonwoo.

—Tu cazador. —Los ojos claros de Yixing se clavaron en el, y Wonwoo tuvo que echar mano de toda su fuerza de voluntad para no retroceder, para no esconderse.

La marca del Arcángel - Meanie [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora