Capitulo 36

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 —¡Agáchate! —gritó cuando las ballestas disparaban.

No había una, sino dos.

Aodhan se acercó para protegerlo, y ese fue su error. Recibió una flecha en el ala, y el impacto lo dejó clavado a la pared mientras Wonwoo aterrizaba de bruces sobre los adoquines del suelo, con los virotes silbando por encima de el. Levantó un poco la cabeza y vio que Aodhan alzaba la mano para sacarse el proyectil del ala. Otra flecha clavó su hombro opuesto a la pared antes de que lo consiguiera.

Wonwoo rodó hacia un lado (algo que le había resultado muy difícil aprender de nuevo ahora que tenía alas) y logró llegar hasta la sombra de uno de los árboles que estaban cerca de Aodhan. Su primer impulso fue echar mano de la pistola, pero recordó que las balas habían sido creadas para destrozar las alas de los ángeles. No sabía qué efecto tenían sobre los vampiros, pero si funcionaban como balas normales, sabía una pequeña posibilidad de que acertara en un punto vulnerable y matara a los atacantes..., y los necesitaba con vida para poder llegar al fondo de aquel asunto.

Así pues, cambió de opinión e hizo descender las dagas que llevaba en las vainas de los brazos hasta sus palmas, ignorando el zumbido de las flechas que se clavaban en el tronco que había a su espalda.

Se concentró.

Todo se quedó en silencio, como si el mundo se moviera a cámara lenta y el resplandor del sol se hubiera convertido en una cegadora neblina. Una vez más, oyó el gatillo de la ballesta y cómo colocaban el virote en su lugar. Pero el oído nunca había sido el mejor de sus sentidos.

Bayas de saúco con azúcar.

Apuntó y arrojó la daga

La vidriera se hizo añicos y llenó el suelo de mil fragmentos de color. La segunda daga ya viajaba por los aires... y se clavó en el cuello del vampiro que había tras la vidriera. Wonwoo vio el chorro de sangre que manaba de su garganta, pero su atención ya estaba concentrada en el rastro del segundo tirador. No había abandonado su posición: permanecía oculto tras una pared pequeña y sólida. A salvo. Pero incapaz de disparar sin exponerse.

Wonwoo salió de su escondite y corrió hacia Aodhan. Le arrancó la flecha del ala mientras él se encargaba de la que tenía en el hombro.

—¡Detrás de la par...! —Volvió la cabeza de pronto cuando la esencia de las bayas de saúco empezó a moverse. Un instante después, esa esencia se sumó al aroma de un intenso estallido de café amargo.

Wonwoo soltó un juramento, dejó caer la flecha ensangrentada y corrió hacia las escaleras que había en un lado de la plaza, frustrado por no haber aprendido todavía a realizar un despegue vertical. Aodhan remontó el vuelo tras el, y la corriente de aire que creó le golpeó la espalda cuando llegaba al pabellón de la planta superior que los vampiros habían utilizado como escondrijo. La esencia del café era intensa; la de las bayas estaba manchada de sangre.

Habían bajado por las escaleras del otro lado.

Wonwoo retrocedió, cogió carrerilla y echó a volar. La euforia estalló en su interior, una sensación que lo acompañaba en cada vuelo. Contuvo el impulso de seguir las corrientes de aire y miró hacia abajo. Desde lo alto, la Ciudad Prohibida parecía aún más grande que desde el suelo, una madriguera de patios altos y bajos conectados por delicados puentes, y caminos que se bifurcaban en diferentes direcciones para llegar a los diferentes edificios elegantes.

Aodhan, cuyo hombro aún sangraba y tenía un ala herida aunque funcional, se reunió con el sobre el patio principal.

—Han desaparecido entre los cortesanos.

—Supongo que ha llegado el momento de ir de caza. Cúbreme. —Wonwoo agudizó sus sentidos y decidió concentrarse en el que estaba herido. Sería más lento, más fácil de atrapar.

La marca del Arcángel - Meanie [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora