Capitulo 8

20 5 1
                                    

Wonwoo se despertó solo, pero había una taza de café sobre la mesilla... justo al lado dela Rosa del Destino. Mingyu le había entregado ese tesoro de valor incalculable (una escultura imposible tallada en un diamante de una sola pieza) poco después de conocerla. Wonwoo siempre intentaba devolvérsela, pero volvía a encontrarla sobre su mesilla a la mañana siguiente. 

Con los ojos puestos en el regalo, que era de lo más romántico, se incorporó hasta sentarse e inhaló la embriagadora esencia del café recién hecho. No obstante, apenas había tomado un sorbo cuando lo sintió..., cuando sintió la fría caricia del saténmezclada con la promesa de un dolor maravilloso.

—Dmitri... —dijo con voz ronca antes de dejar la copa y subir las sábanas para cubrirse.

Y lo hizo justo a tiempo.

El vampiro se adentró en la habitación tras darle un toquecito de aviso a la puerta.

—Llegas tarde al entrenamiento.

Wonwoo observó el sobre que llevaba en la mano.

—¿Qué es eso?

—Es de tu padre. —Le entregó la carta—. Quiero que estés abajo dentro de media hora.

Wonwoo apenas lo oyó, ya que estaba concentrada en el sobre. ¿Qué querría ahora Jeon Wonyeon?

—Allí estaré. —Unas palabras que tuvieron que atravesar el muro de rocas de su garganta.

Dmitri lo dejó con un beso de diamantes y crema, una pulla sensual que la hizo contener el aliento.Sin embargo, la distracción solo fue momentánea. Un segundo después se quedó a solas, y miró el sobre como si tuviera colmillos y pudiera morderlo.

—No seas cobarde, Wonu —se dijo antes de abrirlo. Había sido enviado a su dirección del Gremio.

Frunció los labios. Seguro que Wonyeon había odiado tener que enviárselo allí, tener que recurrir al trabajo asqueroso e inhumano de su hijo para poder acceder a el.

«Abominación.» Eso fue lo que lo llamó la última noche que Wonwoo pasó bajo su techo. Nunca lo había olvidado, y no lo olvidaría jamás.

Sus dedos se cerraron sobre el sobre, tanto que estuvo a punto de desgarrar la carta al sacarla. Por un instante no comprendió lo que veía, pero en cuanto lo hizo, las emociones lo sacudieron en una violenta oleada.

No era una carta de su padre. La carta procedía de los abogados de la familia Jeon: una nota para informar de que la empresa de su padre, en su enorme cortesía, había pagado los costes de la unidad de almacenamiento a pesar de que los objetos que había en dicho almacén solo le pertenecían a el.

Arrugó el papel dentro del puño. Casi lo había olvidado... No, eso no era cierto. Se había obligado a sacarlo de su memoria. La herencia que había recibido de su madre, comprendió. Jeon Haerim le había dejado a Wonwoo la mitad de sus bienes personales, y a Woorim la otra mitad.

Sin embargo, las cosas que había en ese almacén... pertenecían a la infancia de Wonwoo.

Plaf.

Plaf.

Plaf.

—Ven aquí, pequeño cazador. Pruébalo.

Apartó las mantas con unas manos que no funcionaban del todo bien y salió de la cama, dejando la carta abandonada sobre las sábanas. Caminó con cierta dificultad hasta el baño e intentó poner en marcha la ducha. Sus dedos resbalaron sobre el grifo. Wonwoo se mordió los labios con tanta fuerza que se hizo sangre, y luego volvió a intentarlo. Al final, por suerte, el agua empezó a caer, una lluvia cálida y suave. La ducha la liberó del sueño, pero no sirvió para borrar los recuerdos que habían aflorado.

La marca del Arcángel - Meanie [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora