Capitulo 39

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—No permitiré que la plaga se extienda hacia mis tierras. —Leo, el vecino más cercano, se unió al círculo por fin. Ahora su furia había encontrado un objetivo.

Yixing sacudió una mano y todos los arcángeles del círculo empezaron a sangrar por los cortes que aparecieron en sus rostros, en sus pechos.

—Quizá haya llegado el momento de que el mundo sea gobernado por un único arcángel.

Wonwoo se preguntó si alguien se había dado cuenta de que el propio Yixing seguía sangrando. Y de que esa sangre tenía un extraño color oscuro, casi negro.

Wonwoo volvió la vista hacia el cuerpo sin vida de Dongju. Una persona se Convertía en vampiro cuando se introducía en su organismo una toxina nociva para los ángeles. En condiciones normales, esa toxina transformaba a un humano en vampiro y luego se volvía inofensiva. Pero... ¿Qué ocurriría con esa toxina si el vampiro volvía de entre los muertos, si se convertía en un renacido?

Las alas de Mingyu acariciaron las suyas en un silencioso gesto de reconocimiento. Al parecer, la toxina también renacía. Y renacía en una forma más fuerte, más letal.

¿Lo matará?

No, pero tal vez sea más fácil derrotarlo. Una caricia en su mente. No sobrevivirías a esta pelea. Sal de la zona de impacto y llévate a los demás contigo.

A Wonwoo se le rompió el corazón.

Si mueres, lo obligaré a traerte de vuelta.

Tú no me harías algo así, Wonwoo. Una pincelada de mar, de viento, que arrulló sus sentidos. Pero no tengo ninguna intención de morir... Todavía no hemos danzado como danzan los ángeles.

Tras eso, desapareció de su mente. Wonwoo se tragó la preocupación, el dolor, y se volvió hacia Aodhan, dispuesto a hacer lo que su arcángel le había pedido.

Trabajando con Dokyeom y, por increíble que pareciera, también con Nazarach y Dahariel, consiguió encender un fuego bajo los cortesanos. La mayoría se marcharon. Los renacidos se quedaron.

—Matenlos —ordenó Wonwoo, que aplastó su compasión en un oscuro rincón de su mente—. Si a el se le ocurre utilizarlos...

—Podría neutralizar a Mingyu y al resto de la Cátedra. —Dokyeom clavó la mirada en la pistola que el tenía en la mano—. El método más rápido es la decapitación. —

Sacó una resplandeciente espada de una vaina que Wonwoo no había visto hasta ese momento, oculta en la curva de su espalda—. Destrózales el corazón, Wonwoo. Nosotros haremos el resto, nos aseguraremos de que estén muertos del todo.

—Está bien. —Empezó a disparar. Esa pistola diseñada para desgarrar las alas de los ángeles resultó no ser tan efectiva como las normales en los corazones de los renacidos (tanto vampiros como humanos), pero sirvió. Cuando se quedó sin balas, sacó sus dagas.

Era una tarea horrible... y muy triste. Sin las directrices constantes de Yixing, los renacidos no sabían qué hacer. La mayoría se limitó a permanecer de pie. Unos cuantos intentaron huir, pero tampoco pusieron mucho empeño. A Wonwoo no le gustaba hacer aquello, pero debía hacerse. Porque si los renacidos comenzaban a alimentarse, si dejaban a sus víctimas muertas pero enteras, esas víctimas se levantarían. Y los renacidos se extenderían como una marea de muerte por el mundo.

Si alguno de ellos llegaba a darse cuenta de esa posibilidad... Un par de ojos azules cansados siguieron su brazo mientras lo alzaba. Solo había gratitud en ellos cuando la daga se clavó en su objetivo. La espada de Dokyeom le cortó la cabeza un instante después. La hoja negra despedía un fuego que reducía a los renacidos a brasas en menos de diez segundos. Wonwoo observó con detenimiento esa espada y al ángel que parecía hermanado con la oscuridad.

La marca del Arcángel - Meanie [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora