Capítulo 20

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En la ciudad N-0001, Mark y Haechan acompañaban a lo que quedaba de familia Williams hasta su edificio para que pudieran recoger sus cosas: pijamas, ropa en general, zapatillas, cepillo de dientes y cualquier cosa que creyesen conveniente. Patrick iba agarrado de la mano del moreno, mientras que Nick iba en los brazos del canadiense, por mucho que su madre se hubiese negado. Emocionados, los pequeños no dejaban de hablar durante todo el trayecto, y su pobre madre solo podía observarlos y sonreír ante la escena.

-...y cuando lleguemos a mi casa, te voy a enseñar todos mis juguetes! - lo amenazaba el mayor de los Williams.

-¡Yo tengo más! - refunfuñó Nick. - Yo te enseño los míos, que tengo más.

-¡Los juguetes son de los dos!¡Lo dijo mamá!

-Y qué sabias palabras. - interrumpió Mark tratando de calmar el ambiente.

-¡No!¡Son míos!¡Me los dio a mí!¡Son para que juegue yo!

-¡Mentira!

-Los juguetes son para compartir. - afirmó Haechan tratando de sonar autoritario. - Sois hermanos y tenéis que aprender a compartir. Podéis tener juguetes para cada uno, pero ¿no creéis que es mejor compartirlos y jugar juntos?

Los niños se miraron durante unos segundos con el ceño fruncido, como tratando de analizar lo que les acababan de decir. Un par de pasos por detrás, Martha observaba atenta como se iba a desenvolver la pequeña riña.

-Está bien. - dijo un no tan convencido Nick. - Pero yo quiero el coche rojo.

-Vale, yo me quedo con el coche amarillo. ¡Podemos hacer una carrera juntos! - rio el mayor.

-¡Sí!¡Carrera! - lo siguió su hermano. - ¡Mak viene conmigo!

-¿Mak? - lo cuestionó su madre.

Nick no entendía por qué le preguntaba eso, así que señaló al pelinegro como si fuera obvio y correcto que él era, en efecto, Mak.

-Es Mark, cielo. Con una "r". Mark - repitió despacio su madre, corrigiéndolo.

-Por eso, Mak. - insistió el menor.

-Marrrrk.

-¡Maaaak!Es lo que dijí.

-¡Dije! Cielo, es dije.

El menor frunció nuevamente el ceño, enfadado porque su madre no parecía entender lo que él le explicaba. Con unas cuantas carcajadas más, los cinco llegaron al edificio y subieron las escaleras hasta el segundo piso, donde residían los Williams.

-Oye, Mak, cuidado con la puerta. - rio el coreano.

-Sí, Mak, ten cuidado. - le advirtió el pequeño, preocupado por si se lastimaba.

-Gracias por avisar, Nick. - le sonrió dulcemente para luego arquear una ceja en dirección a su compañero.

-Pasad, pasad. - los invitó la mujer. - Os pondré algo de picotear mientras preparo las cosas.

-Oh, no, por favor. No se moleste. Hemos comido hace poco. - los chicos rechazaron la oferta, o al menos lo intentaron.

-Por favor, si habéis venido hasta aquí cargando con ellos. Y con el esfuerzo que hacéis todos los días, tenéis que comer bien. Tened, galletas, alguna tortita y un poco de fruta.

Martha dejó sobre la mesa un par de tortitas que habían sobrado del desayuno, un plato con unas pocas galletas de chocolate caseras y un pequeño cuenco con una macedonia de frutas.

-Es todo lo que os puedo ofrecer; sé que no es mucho, pero por favor, comed algo. - les sonrió dulcemente la mujer, aunque algo apenada por no poder darle más.

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