Capítulo 31

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-¡Jaehyun, ¿a dónde vas?! - preguntaba Doyoung tratando de seguir su paso.

-A devolverle la dignidad que le ha quitado. - dijo contundente.

En un claro del bosque, se arrodilló en el suelo y cavó con sus manos una cueva para enterrar el pequeño cuerpo. Tenía tanta ira dentro que los granos de tierra saltaban por los aires.  No paró para tomar aire ni un solo segundo, continuamente hundiendo sus manos hasta que quedó satisfecho. Sus compañeros lo miraban apenados. Cada uno llevaba la pena como podía, y creían intuir el por qué Jaehyun actuaba así. Él no conocía a la niña desde hacía mucho, así que era algo raro que le tuviese tanto aprecio. Pero había un par de niños a los que sí conocía, y sospechaban que estaba viéndolos reflejados en esa pequeña, aferrándose a la idea de poder salvarlos si la salvaba a ella.

Por desgracia, un desafortunado incidente trucó sus planes; uno proveniente de las manos en las que más confiaba. No solo había fallado a esos niños, sino también al chico de dieciséis años al que juró salvaguardar su inocencia. Cada fallo como ese era una estaca directa al corazón, tan profunda que dolía con tan solo respirar.

Arrancando las piedras del terreno, trataba de aliviar ese punzante martirio. No se dio cuenta, pero sus lágrimas y quejidos brotaban sin freno desde lo más profundo de su ser. Emociones, allí estaban de nuevo. Daba igual cuantas veces trataba de apartarlas, siempre volvían y en los peores momentos.

Los otros dos se miraron sin saber muy bien cómo proceder, hasta que Doyoung se arrodilló a su lado, frenó sus manos y las sostuvo en las suyas. Jeong salió así de sus pensamientos y lo miró a los ojos. Una sonrisa compasiva lo recibió, lo que lo hizo llorar desconsolado. El pelinegro pasó entonces un brazo por sus hombros, asegurándole que estaba allí y que no estaba solo.

Tras dar sepultura a la pequeña y consuelo al mayor, regresaron con los demás. Entre Taeyong y Olivia habían conseguido calmar a Jungwoo, quien mantenía su cabeza enterrada en el hombro del líder y lo abrazaba con tanta fuerza que parecía que lo partiría en dos en cualquier momento. Cuando los oyó llegar, levantó la cabeza y sorbió su nariz, las lágrimas resecas brillaban en sus pómulos. Hizo contacto visual con Jaehyun y se pudo escuchar, alto y claro, un sonido más fuerte que las balas que los habían perseguido hasta ahora: su corazón acababa de partirse del todo.

-Jaehyun, yo... - se le trabaron las palabras, cualquier intento de explicarse parecía una penosa excusa.

-No. - lo interrumpió. - Dame un momento, quiero hacer las cosas bien. Hablaremos luego.

Con un tono monótono y estable, Jeong zanjó su discusión antes siquiera de empezarla; sin embargo, lo único que consiguió con eso fue apretar el nudo que envolvía sus estómagos, la tensión palpable en el aire. 

Comprimidos, subieron a la barca y pusieron rumbo río abajo, aprovechándose de la corriente para ir más rápido. Iban en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos. Los más empáticos observaban con nerviosismo a los demás en un estado de vigilancia constante. 

Minjoon estaba estirado en el centro de la barca, su cabeza apoyada en el regazo de Johnny, quien lo acariciaba por inercia. Su cadera estaba envuelta en trapos y Taeyong mantenía la presión para evitar que se desangrase todavía más, aunque los retazos de tela ya estaban demasiado teñidos. Había perdido mucha, demasiada, sangre. Sin embargo, respiraba lento y estable. Sus ojos, fijos en el cielo, estaban entrecerrados por la gran cantidad de luz que emanaba del sol. 

Las ondas los mecían apaciblemente. La suave brisa removía su pelo ligeramente, no alcanzaba siquiera a despeinarlos. Hacía algo de frío, pero la luz solar era una buena estufa. El bosque a sus alrededores estaba en completa calma, tanta que ninguno de ellos conseguía recordar cuando fue la última vez que vivieron algo así. Aquel paisaje, ese mismo momento, parecía irreal.

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