Capítulo 7

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Jaehyun se había despertado, como era tradición desde hacía unos meses, en una cama antaño ajena. Dándose la vuelta, quedó de frente a una cara muy conocida para él, la de Alice Martín, una mujer de rasgos dignos del panteón griego. Alice era una mujer algo alta y rubia, con unos hermosos ojos grises y una sonrisa cautivadora. Era madre soltera de dos pequeños, Samuel de seis años y Sofía de tres. Jaehyun la visitaba con frecuencia después de reencontrarse cuando la familia Martín había decidido comenzar una nueva vida mudándose al norte, y lo que había comenzado como una pequeña ayuda para instalarse en el pueblo, acabó convirtiéndose en una relación-no-relación. Ninguno de los dos quería amarrar al otro, pero el cariño que se tenían iba más allá de meros encuentros sexuales. 

Él no tenía más de diez años cuando se conocieron allá en su pequeño pueblo en el este, siendo ella una joven de apenas dieciséis. Sin embargo, las condiciones no eran agradables. Alice había tenido que abandonar su pueblo y buscar refugio en la villa vecina después de que una epidemia de Hiperhematomálisis acabase con el noventa y cinco por ciento de los lugareños, entre ellos su familia. Llena de hambre y frío, no le quedó más remedio que rogar por las esquinas, hasta que una amable mujer la invitó a su morada. Lo que la muchacha no sabía era que esa señora la llevaba directa al prostíbulo de la aldea. Allí, Alice tuvo que trabajar para ganarse una habitación, pero la abuela de Jaehyun, quien regentaba el local, se apiadó de ella tanto como para encomendarle solo tareas de limpieza y similares, nunca forzándola a trabajar como prostituta. Así fue como ella y Jaehyun se conocieron, compartiendo tareas en el burdel. 

Años más tarde, el chico abandonó el lugar tras perder a las únicas mujeres que le importaban en su vida: su madre y su abuela. Habían muerto, una por la vejez y la otra por una enfermedad venérea. El pobre muchacho, con apenas quince años, emprendió su marcha hacia el norte con la promesa de encontrar un buen trabajo que lo mantuviese. Cuando las cosas empeoraron después de su partida, Alice acabó siendo esclavizada por su nueva regente, y así fue como acabó convirtiéndose en madre. En busca de una mejor oportunidad para su pequeña familia, la mujer huyó al igual que lo hizo Jaehyun y, por casualidades del destino, se reencontraron en la ciudad N-0001, la gran capital. Desde entonces, habían ido estrechando los lazos poco a poco.

-¿Tienes que irte ya?- dijo con voz dormida la mujer, pero sin ser capaz de abrir los ojos.

-Sí, lo siento. ¿Crees que puedes despedirte de los pequeñajos por mí?

-Por supuesto. Aunque a Sam no le va a hacer mucha gracia que te vuelvas a marchar sin despedirte. -rio.

-Sabes que me encantaría quedarme.- le confesó él mientras la atraía hacia su pecho.- Pero si no llego allí antes de que salgan por la puerta de casa, me van a venir a buscar aquí, y no es que sean los más silenciosos y disimulados del planeta. - continuó entre risas.

-Pues se los ve de lo más amables.-protestó Alice.- En especial el chico de pelo gris. Tal y como trató a Sam ayer, se lo ve buen hombre.

-Espera...¿Nos viste ayer?

-¡Pues claro! Me ofende que creas que no vigilo a mis hijos las veinticuatro horas del día. Sobre todo desde que a ese dichoso niño se le da por ir a jugar al río. No sabes las veces que he discutido con él por eso.

-Dijo que era porque sus amigos también iban, ¿no?

-Sí. El grupito de niños que se juntaba para jugar con espadas ahora han decidido que quieren ser mayores, y claro, los más pequeños como Sam o los Williams se ven arrastrados por esas tonterías. Y la que aguanta su empecinamiento soy yo, porque no hay manera de quitarle esas ideas de la cabeza. Espero que vuestro sermón de ayer pueda convencerlo. Muchas gracias, se las darás a ese chico también...¿Cómo se llama?

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