Capítulo 10

11 4 3
                                    

Una vez se aseguraron de que el pasillo estaba, ahora sí, despejado, los cuatro hombres salieron con el mayor disimulo posible y corrieron hasta un establecimiento de comida china, el primero de una fila de restaurantes en el segundo piso. Nada más entrar, el olor de las especias inundó sus fosas nasales como si de un tsunami se tratase y se asentó en sus estómagos dispuesto a no marchar de allí.

-Huele demasiado bien. - Dijo Jungwoo sujetandose el estómago como si se le fuera a escapar.

-Comparado con alguno de esos platos, el vaso de leche con galletas y el platano del desayuno no son nada. - continuó Yuta.

-¡Eh!, que me he esforzado en prepararlo. - exclamó por lo bajo Taeyong fingiendo estar ofendido.

-Y estaba delicioso. - respondió Doyoung dándole unas palmaditas en la espalda. - Pero reconoce tu lugar, chico, ¿vas a comparar leche y fruta con un menú completo?

Los cuatro se miraron entre sí de una manera un tanto cómica. Como si estuviese usando Bluetooth, sus cerebros se conectaron al instante.

-Sería una pena que tirasen toda esa comida caliente, ¿no creéis? - trató de persuadirlos el pelirrojo.

-Totalmente. - respondieron los demás al unísono.

Por turnos, dos quedaban vigilando la entrada mientras los otros dos llenaban un poco sus famélicos estómagos. Sabían que tenían que darse prisa, porque ya eran las diez y ocho minutos. Faltaba poco para el cambio de turno y, una vez se produjese, saltaría una alarma entre los ciborgs que los pondría en busca y captura en cuanto encontrasen el cadáver del dependiente. Un par de sorbos de un cuenco de sopa después, los chicos continuaron con el plan acordado.

-Vale, son las diez y cuarto. Tenemos quince minutos para coger todo y largarnos de aquí. - advirtió Doyoung mirando el reloj.

Jungwoo y Yuta aún se estaban limpiando los labios después de sorber el cálido manjar, pero se bajaron de nuevo las máscaras y fueron los primeros en asomarse a la puerta.

-No he llenado mucho mi bolsa aquí. - se quejó el menor. - La mayoría eran especias o alimentos demasiado perecederos como para arriesgarnos.

-Lo mismo digo. Pero al menos sabemos que el menú del día está delicioso. Cabrones. Como me gustaría comer así todo los días. - Dijo Yuta, apretando el puño de la rabia.

-Camino libre. - señaló Jungwoo a los otros dos mientras se reía del nipón. Era algo tierno verlo refunfuñando por lo bajo.

-Preparados. Listos. ¡Ya! - señalizó el pelirrojo en un susurro.

Como niños pequeños, los cuatro echaron a correr hacia la siguiente tienda. Nada más entrar por la puerta, se aseguraron de que no hubiera nadie y dejaron escapar casi inaudibles risas. Podían estar nerviosos, pero Yuta siempre encontraría una forma de aliviar el peso sobre sus hombros. Las bromas eran una de sus especialidades, y no iba a permitir que nadie estropease el día de sus amigos, al menos no sin consecuencias.

-Eres un jodido idiota, Nakamoto Yuta. - río Taeyong. - Arriesgamos la vida y tú saltas con un juego de niños, ¿eh?

El mayor le dio un golpe en el hombro y se preparó para llenar una de las bolsas.

-Ha sido divertido. - comentó Jungwoo, cómplice número uno de las bromas de los cabezas huecas del equipo.

-Normal, tenéis la misma edad mental. - espetó Doyoung recuperando el aliento.

-Discúlpenos, dinosaurio del cretácico. Un poco de diversión no viene mal. - protestó burlón el instigador de la carrera.

-Ya verás como te vas a divertir cuando nos atrapen y nos den una paliza, si no nos matan directamente.

VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora