𓍯𓂃 ᵈᵒˢ

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HYUNJIN

El olor a pintura reciente y a polvo de pladur me hacía pensar en mi padre, no en la escuela. Aún así el olor me golpeó en la cara cuando entré en el despacho principal con los libros en la mano dirigiéndome al mostrador.

— Que onda, señorita Jeong.

— Hyunjin, ¿por qué llegas otra vez tarde? — preguntó ella mientras garpaba unos papeles.

En ese momento el reloj de la pared marcó las nueve de la mañana.

— Mierda, es temprano.

La señorita Jeong salió de detrás de su nuevo escritorio de cerezo y se acercó al mostrador. Me sermoneaba cuando llegaba tarde, pero aún así me caía bien.

— Has faltado a tu cita con la señorita Eunha esta mañana. No es una buena manera de empezar la segunda evaluación — susurró mientras anotaba el retraso en una ficha. Señaló con la cabeza a los tres adultos reunidos en el otro extremo de la sala. Di por hecho que la mujer rubia de mediana edad que estaba hablando con la pareja sería la nueva orientadora.

La rubia de mediana edad me miró en aquel momento.

— Señor Hwang — dijo —, me alegra ver que se ha acordado de nuestra cita, aunque llegue tarde. 

Asentí y ocupé una de las sillas que había pegadas a la pared.

La señorita Jeong se rio.

— ¿Qué?

— Ella no va a tolerar tu actitud. Tal vez te convenza para tomarte en serio los estudios.

Yo apoyé la cabeza en la pared y cerré los ojos; necesitaba dormir algunas horas más luego de que en plena medianoche me haya entretenido junto a Yuna y Chan.

— ¿Señorita Jeong? — dijo una voz angelical —. ¿Podría por favor decirme cuándo son las próximas convocatorias para los exámenes de acceso a la universidad?

— Espera un segundo — respondió para luego salir de la sala en busca de quien sabe qué.

Una silla de la misma fila en la que yo me encontraba crujió, y se me hizo agua en la boca con el aroma a rollitos de canela. Miré de reojo y vi una cabellera rubia y sedosa. Era Lee Felix.
No había ningún rollito de canela a la vista, pero desde luego olía como uno de ellos.

No sabía mucho de él, salvo que era introvertido, listo, rubio y con un trasero impresionante.

Como siempre, él miraba al frente como si yo no existiera. Maldita sea, probablemente no existiera en su mente. La gente como Lee Felix me sacaba de mis casillas.

— Tienes un nombre de mierda — murmuré. No sabía por qué, pero deseaba molestarlo.

— ¿No deberías estar drogándote en el cuarto de baño?

Así que sí me conocía.

— Han instalado cámaras de seguridad. Ahora lo hacemos en el aparcamiento.

— Culpa mía — Felix balanceaba el pie hacia delante y hacia atrás.

Bien, había conseguido colarme bajo su fachada perfecta.

ROMPIENDO LAS REGLAS    ୨୧  ʜʏᴜɴʟɪxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora