𓍯𓂃 ˢᵉⁱˢ

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HYUNJIN

Habían pasado veinticinco días de angustia desde mi última visita a aquella sala de decoración sombría en el edificio de los servicios sociales. Se suponía que los payasos y los elefantes pintados en la pared servían para que uno se sintiera feliz pero, cuanto más los miraba, más siniestros parecían. Devorado por los nervios, y con dos regalos envueltos, me senté en una silla plegable y fría.

Antes mis hermanos pequeños adoraban el suelo que yo pisaba. Ahora ya ni siquiera estaba seguro si Niki se acordaría de nuestro apellido.

La trabajadora social tenía que hacer pasar a mis hermanos antes que mis nervios explotaran. Por alguna razón pensé en Felix y en su pie balanceante. Él debía de estar mucho más tenso que yo.

La puerta se abrió y yo me puse en pie automáticamente con los regalos aun en las manos. Sunoo entró corriendo por la puerta y se empotró contra mi cuerpo. Su cabeza ya me llegaba a la altura del estómago. Lancé los regalos encima de la mesa, me puse a su nivel y le abracé. Cómo había crecido.

Mi trabajadora social, una mujer fornida de cincuenta y tantos años, se detuvo en el marco de la puerta.

— Recuerda que no puedes hacerles preguntas personales sobre sus padres de acogida. Yo estaré al otro lado de ese espejo.

Miré a Jeongyeon con odio. Ella me devolvió la mirada antes de salir. Al menos el odio era mutuo.

— Te he echado de menos, Hyunjin — murmuró Sunoo contra mi hombro.

Yo me aparté y mire a mi hermano de ocho años.

— Yo también te he echado de menos. ¿Dónde está Niki?

Sunoo desvió la mirada hacia el suelo.

— Está de camino. Mamá... quiero decir — tartamudeó —. Jihyo está hablando con él en el pasillo. Está un poco nervioso — volvió a mirarme a los ojos. Parecía preocupado.

Yo fingí una sonrisa y le revolví el pelo.

— No te preocupes, campeón. Vendrá cuando esté preparado. ¿Quieres abrir tu regalo?

Le entregué su regalo y vi como abría la caja, que contenía veinte nuevos paquetes de cartas de Pokémon.

Miré el reloj de la pared y después hacia la puerta.
Tenía tiempo limitado con mis hermanos y una zorra tenía a Niki. Intenté despejarme.

— ¿Qué tal van las cosas con Jihyo y con Daniel? — intenté parecer despreocupado, pero la pregunta me ponía nervioso.

— Bien. En Navidad nos dijeron que podíamos empezar a llamarles papá y mamá si queríamos.

<<Hijos de puta>>, pensé. Apreté el puño y me mordí la parte interna de mi mejilla hasta hacerme sangrar.

Sunoo apartó la mirada de sus cartas por primera vez.

— ¿A dónde vas, Hyunjin?

— A por Niki — solo me quedaban cuarenta y cinco minutos. Si querían jugar sucio, yo también podía hacerlo.

En cuanto salí al pasillo, Jeongyeon salió de la sala de observación conectada a la mía y cerró la puerta tras ella.

— Vuelve a entrar ahí y sigue con tu hermano. Luego te quejarás de que no los ves suficiente.
Yo la señalé con el dedo.

ROMPIENDO LAS REGLAS    ୨୧  ʜʏᴜɴʟɪxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora