HYUNJIN
Le había dicho a la señorita Eunha la verdad. No tenía tiempo para clases particulares ni terapias. En junio cumpliría los dieciocho y terminaría con el programa de acogida.
La señorita Eunha había jugado conmigo como si fuera un estafador de la calle. Una visita ocasional supervisada a mis hermanos no era suficiente. Me los ponía delante como si fuera una aguja frente a un adicto a la heroína.
Mi turno en el Malt and Burger comenzaba a las cinco.
Miré el reloj que colgaba sobre la mesa del bibliotecario. ¿Qué parte de <<reúnete con el chico al que vas a darle clase justo después de las clases en la biblioteca pública>> no entendía mi sabelotodo particular? Tal vez la señorita Eunha hubiese mencionado quién iba a darme clase, pero yo había dejado de escuchar a los pocos minutos.Me quedé mirando hacia las puertas de la biblioteca. Cinco minutos más y podría calificar de fracaso aquella sesión, algo que me encantaría restregarle por la cara a la señorita Eunha.
Una de las puertas se abrió y entró el frío de la calle, lo que hizo que se me erizase el pelo de los brazos. Maldita sea. Me recosté en mi silla y crucé de brazos.
Era Lee Felix.
Llevaba una sonrisa radiante en la cara. Parecía que la señorita Eunha nos había ocultado a ambos la identidad del otro. En cuanto me vio, su sonrisa se esfumó y sus ojos verdes se ensombrecieron. <<Únete al club>>, pensé yo.
— Llegas tarde.
Él dejó su mochila sobre la mesa y acercó la silla mientras se sentaba.
— Tenía que ir al despacho para saber las fechas de exámenes. Podría haber conseguido la información esta mañana, pero un imbécil se cruzó en mi camino.
Punto para Felix.
— Podrías haberte quedado. No te pedí que te marcharas.
— ¿Y dejar que me acosaras un poco más? No, gracias — se quitó el abrigo, pero se dejó puestos los guantes de lana. Su camisa azul de algodón le caía por encima de la camiseta beige y al sacarse la casaca de cuero, se le dejo ver la cintura. Poco sabía él que a mí no me importaba mirar.
Me atrapó mirando, se recolocó la camisa y esa hermosa cintura desapareció de mi vista. <<Ha sido divertido>>, pensé. Me miró con odio, probablemente esperando una disculpa. Que esperase sentado.
— ¿En que asignatura vas mal?¿En todas? — sus ojos verdes brillaban.
De acuerdo, me había metido con él esa mañana sin ninguna razón. Se merecía al menos un par de ataques.
— Ninguna. La señorita Eunha es quien lleva la voz cantante en esto.
Felix abrió su mochila y sacó un cuaderno. Su rostro se ensombreció momentáneamente cuando se quitó los guantes y al instante se tapó las manos con las mangas.
— ¿Con qué asignatura quieres empezar? Vamos juntos a clase de Cálculo y de Física, así que podemos empezar con eso — hizo una pausa —. ¿Y no ibas conmigo a clase de español el semestre pasado?
Para ser un chico que no sabía de mi existencia, sabía mucho sobre mí.
— Sí — y este semestre también. Entraba en clase según sonaba el timbre y ocupaba el primer asiento disponible sin dignarse a mirar a nadie.
— ¿Qué tal hablas español? — me preguntó en español.
¿Que qué tal hablaba español? Bastante bien. Aparté la silla de la mesa
— Tengo que irme.
— ¿Qué? — frunció el ceño con incredulidad.
— Al contrario que tú, yo no tengo unos padres que me lo pagan todo. Tengo un trabajo, princesa, y, si no me marcho ya, llegaré tarde. Ya nos veremos.
Agarré los libros y la chaqueta, abandoné la mesa y salí inmediatamente de la biblioteca. El aire helado de enero me golpeó en la cara.
— ¡Oye!
Miré por encima del hombro. Felix corrió hacia mí con el abrigo de cuero en un brazo y la mochila colgada del hombro.
— Ponte el maldito abrigo. Aquí hace frío — no me detuve por él, pero reduje la velocidad. Sentía curiosidad por saber por qué me perseguía.
Me alcanzó en seguida y siguió caminando junto a mí.
— ¿A dónde crees que vas?
— Ya te lo he dicho. A trabajar. Creí que eras listo.
— Bien. ¿Y cuándo vamos a dar las clases?
Yo estampé mis libros contra el pedazo de mierda al que llamaba mi coche, lo que hizo que parte del óxido cayese al suelo.
— No vamos hacerlo. Te propongo un trato. Tú le dices a la señorita Eunha que nos estamos viendo después de clase todos los días que quieras, así podrás hacer todas las horas de voluntariado que necesites para el club al que pertenezcas. Y yo te seguiré la corriente. Podré seguir con mi jodida vida y tú podrás irte a casa a jugar con tus amiguitos. ¿Trato hecho?
Felix frunció el ceño y dio un paso atrás como si lo hubiese abofeteado. Perdió el equilibrio al pisar una placa de hielo. Yo estiré la mano derecha y lo agarré de la muñeca antes de que cayera al suelo.
Lo mantuve agarrado mientras se estabilizaba apoyándose en el maletero de mi coche. Tenía las mejillas sonrojadas, ya fuera por la vergüenza o por el frío. En cualquier caso, me parecía gracioso. Pero antes de que pudiera reírme de él, abrió los ojos desmesuradamente y se quedó mirando la muñeca que yo tenía sujeta.
Se le había subido la manga de la camisa hasta más allá del codo, y yo seguía la dirección de su mirada. Intentó soltarse, pero yo le agarré la muñeca con más fuerza e intenté disimular mi asco.
En ninguna de las casas infernales en las que había vivido había presenciado jamás unas heridas semejantes. Tenía cicatrices blanquecinas y unas enrojecidas en forma de zigzag que le subían por el brazo.
— ¿Qué mierda es eso?
Aparté la mirada de las cicatrices y lo miré a la cara en busca de respuesta. Él tomó aire varias veces antes de tirar de nuevo y conseguir soltarse.
— Nada.
— A mí no me parece que sea nada — y debía de haberle dolido mucho.
Felix se bajó la manga hasta taparse los dedos. Parecía un cadáver. Se había puesto pálido y el cuerpo le temblaba con espasmos silenciosos.
— Déjame en paz.
Se dio vuelta y regresó tambaleante hacia la biblioteca.
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ROMPIENDO LAS REGLAS ୨୧ ʜʏᴜɴʟɪx
RomanceNo recuerdo la noche que cambió mi vida. La noche en que pasé de ser popular a ser un bicho raro y marginado. Y mi familia está decidida a que siga siendo así. Decían que la terapia me ayudaría. No se esperaban a Hyunjin. Él es el tipo de chico sobr...