𓍯𓂃 ᵈⁱᵉᶻ

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HYUNJIN

— Sujeta esto — la señorita Eunha me pasó un vaso de cartón humeante y siguió peleándose con las puertas cerradas del instituto. Apenas veíamos nada con la escasa luz de primera hora de la mañana, lo cual dificultaba la tarea de encontrar la llave correcta en el llavero.

El calor del café me recordó el frío que hacía fuera.
Tenía la piel de gallina porque llevaba los brazos al descubierto. Tenía una camisa de manga larga y solo me la ponía para ir a ver mis hermanos. Era una mierda estar sin chaqueta.

Se fijó en el tatuaje de mi bíceps y la intensidad de su sonrisa disminuyó ligeramente.

— ¿Dónde está tu chaqueta, Hyunjin? Hace frío.

— Se la presté a alguien.

Suspiró aliviada cuando la tercera llave que probó consiguió abrir la puerta. Me hizo gestos para que entrara. Pero, en vez de eso, le sujeté puerta para que entrase ella primero. Nuestras pisadas resonaron por el pasillo vacío. Gracias a la nueva política ecológica del instituto, las luces se iban encendiendo a nuestro paso. Me ponía de los nervios.

— ¿A quién le prestaste la chaqueta? — preguntó la señorita Eunha tras entrar en la oficina principal y abrir la puerta de su despacho al primer intento.

— A un chico — que me había ignorado durante todo el lunes y todavía no me había devuelto dicha chaqueta.

— ¿Un novio o un chico que es amigo tuyo?

— Ninguna de las dos cosas.

Me dirigió una mirada compasiva y se entretuvo en buscar algo en el bolso.

— ¿Necesitas un abrigo?

Yo odiaba aquella mirada compasiva. Tras la muerte de mis padres, todos los que conocía me dirigían esa mirada. Los ojos ligeramente redondeados. Las comisuras de los labios ligeramente levantadas mantenían los labios apretados.

— No. La recuperaré hoy.

— Bien — abrió mi expediente —. ¿Qué tal van tus clases particulares con Felix?

— Empezamos hoy — solo que Felix no lo sabía aún.

— Genial — abrió la boca para hacer otra pregunta estúpida, pero yo tenía una en mente.

— ¿Qué sabes de mis hermanos?

Agarró un bolígrafo y empezó a golpearlo contra la mesa al ritmo de la manecilla del reloj.

— Jeongyeon y yo tuvimos una conversación sobre tu visita del fin de semana. Lo que le ocurrió a Niki fue un accidente.

¿Qué diablos...?

— Usted es orientadora. ¿Qué hace hablando con mi trabajadora social?¿Y qué hace hablando con ella de Niki?

— Ya te lo he dicho. Soy trabajadora social clínica, y soy el conejillo de indias del programa piloto. Mi trabajo no es encargarme de una parte de ti, sino de todas las partes. Lo que significa que tendré acceso a tus hermanos. Me comunicaré con sus padres de acogida y a veces hablaré con Sunoo y con Niki también. En cuanto a mi trabajo aquí yo me encargo... — inclinó la cabeza — de los estudiantes más reveladores. 

Qué suerte. Además de tener a Jeongyeon controlándome, ahora también tenía que soportar a la señorita Eunha. Siguió hablando.

— Jeongyeon también me dijo que amenazas con pedir la custodia de tus hermanos cuando te gradúes. Si eso es cierto, Hyunjin, hay algunos cambios que tienes que hacer en tu vida. ¿Estás dispuesto a hacerlos?

— ¿Perdón? — ¿acababa de desafiarme para poder recuperar a mi familia?

Dejó el bolígrafo y se inclinó hacia delante.

— ¿Estás dispuesto a hacer los cambios necesarios para cuidar de tus hermanos después de graduarte?

Mierda, sí. Claro que sí.

— Sí, señora.

Recuperó el bolígrafo y escribió algo en mi expediente.

— Tendrás que demostrármelo. Sé que no tienes razones para confiar en mí, pero el proceso irá más deprisa y será más fácil si consigues hacerlo. Tienes que concentrarte en ti mismo y confiar en Jeongyeon y en mí para que nos encarguemos del bienestar de tus hermanos. La realidad de la situación es la siguiente: si sigues atosigando a Jeongyeon sobre las visitas y presionando a Sunoo para que te dé información sobre sus padres de acogida, sobre todo el apellido, da la impresión de que no estás dispuesto a seguir reglas. Las visitas de las que dispones ahora son un privilegio, Hyunjin. Un privilegio que quiero que mantengas. ¿Estamos de acuerdo?

La silla crujió cuando la señalé con el dedo.

— Son mis hermanos.

La falta de información sobre quiénes tenían a mis hermanos, el apellido de sus padres de acogida, su dirección, su teléfono... el hecho de no poder ver a Sunoo y a Niki cuando quisiera... Perdí todos esos supuestos privilegios el día que golpeé a mi primer padre de acogida. Sentí un nudo en la garganta y un escozor en los ojos. Saber que estaba a punto de llorar me enfurecía. Me puse de pie, sin saber qué hacer... ni a quién culpar.

— No tiene derecho. Son mi responsabilidad.

La señorita Eunha se quedó mirándome.

— Están a salvo. Créeme. Temes por tus hermanos debido a tus propias experiencias. Si quieres verlos con regularidad, entonces has de aprender a trabajar conmigo, y ya te he explicado cómo puedes hacerlo.

— Váyase al infierno — agarré los libros y abandoné su despacho.

— Váyase al infierno — agarré los libros y abandoné su despacho

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ROMPIENDO LAS REGLAS    ୨୧  ʜʏᴜɴʟɪxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora