𓍯𓂃 ᵒᶜʰᵒ

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HYUNJIN

— Lo que no entiendo es por qué le diste tu chaqueta — la cabeza y la melena de Yuna colgaban por fuera del colchón. Le dio una calada al porro y se lo pasó a Chan.

— Porque tenía frío — yo me recosté tanto en el sofá que, si me hubiera relajado un poco más, podría haberme tragado. Me carcajeé. Era mierda de la buena.

Después de mi encuentro con Felix, compré un poco de hierba, recogí a Yuna y a Chan de detrás del jardín de Wonho y nos volvimos donde Jiyu y Chul.

Según el expediente de mi trabajadora social, Chan, otro chico de acogida, y yo dormíamos en los dormitorios del piso de arriba. Pero en realidad vivíamos los tres en aquel cuchitril helado, que era más un bloque de cemento que un sótano. Nos turnábamos para dormir en el colchón king-size y en el sofá que habíamos encontrado en la parroquia. Dejábamos que Yuna durmiera en el piso de arriba, pero cuando su tía Jiyu y su tío Chul se peleaban, que era casi todo el tiempo, ella compartía el colchón con Chan mientras que yo dormía en el sofá.

Aparte de mis hermanos, Chan y Yuna eran las únicas personas a las que consideraba mi familia.

Jiyu y Chul se hicieron padres de acogida por el dinero. Nos ignoraban. Nosotros los ignorábamos a ellos. Los tíos de Yuna eran buena gente, pero tenían bastante rabia. Al menos se guardaban esa rabia para ellos mismos. Sin embargo, a la madre de Yuna y a su novio de la semana les gustaba desatar su rabia con ella, así que Yuna se quedaba allí.

Yuna se dio la vuelta para poder mirarme de frente.

— En serio, ¿te la estás tirando?

— No — pero después de haber estado tan cerca de ella, no podía dejar de pensar en la posibilidad de sentir su cuerpo cálido bajo el mío. Ojalá pudiera echarle la culpa a la hierba, pero no podía. Me froté la cabeza y suspiré. ¿Qué diablos me pasaba?

Desde aquel día en la biblioteca, no podía quitarme a Lee Felix de la cabeza. Incluso cuando había ido a visitar a mis hermanos, había pensado en él y en su pie balanceante.

Rondaba mi cabeza por varias razones. La primera, por mucho que odiara admitirlo, era que necesitaba las clases. Si quería recuperar a mis hermanos, tenía que graduarme en el instituto y conseguir un trabajo mejor que cocinar hamburguesas. Había faltado a demasiadas clases e iba retrasado, y alguien que asistiera a clase diariamente podría ayudarme a ponerme al día.

— Toma. No queda mucho, pero inténtalo — Chan se sentó en el suelo entre la cama y el sofá y me pasó el porro.

Di la última calada y aguanté el humo hasta que los pulmones y las fosas nasales me ardían. Y luego estaban las razones que me confundían. Dejé escapar el humo.

— Háblame de ella.

— ¿De quién? — Yuna se quedó mirando al suelo.

— De Felix — lo conocía, pero al mismo tiempo no lo conocía. Yo solo iba detrás de las personas que mostraban interés descarado en mí.

Chan cerró los ojos y apoyó la cabeza contra el sofá.
Llevaba el pelo muy corto, tenía las orejas perforadas en diversos puntos y tatuajes en los brazos.

— Está fuera de tu alcance.

Yuna soltó una risita.

— Eso es porque te rechazó en primer año. Chan pensaba que podía pedirle salir a uno de segundo. Poco sabía él que el señorito perfecto llevaba un año saliendo con el rey Jake.

Chan apretó los labios.

— Creo recordar que Jake cambió de compañero de laboratorio a tus espaldas para poder sentarse con él.

ROMPIENDO LAS REGLAS    ୨୧  ʜʏᴜɴʟɪxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora