Ese mago...

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¡Al fin tuve tiempo de actualizar! Para no aburrirlos solo les diré: Sigan a la estrellitaaaa ★.

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-... por eso necesito de todo tu poder.

-Si señor.

-La última vez, me desobedeciste, espero que ahora no pase lo mismo.

-Espero me perdone mi señor, fue un momento de debilidad y ahora lo único que haré será cumplir mi misión.

-Perfecto... Ahora vete Almarë, entrena hasta que llegue el momento de iniciar con nuestro plan... debes perfeccionar tu magia élfica, nos será muy útil...

-Si, mi señor.

Dicho esto la elfa pelirroja salió de Gundabad y se dirigió en rumbo norte para entrenar, ganar más fuerza y poder con un sólo propósito:

Asesinar al rey del Bosque Negro.

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-Tauriel... abre la puerta por favor.

Ya habían pasado seis meses desde la batalla de los cinco ejércitos. Todos regresaron a su rumbo de vida normal, era un tiempo de paz y todos esperaban que fuese así.

-Tauriel...- de nuevo no obtuvo respuesta.

A pesar de que la vida continuaba, Tauriel aún no olvidaba a su amado.

¿Cómo olvidar al amor de tu vida?

Era imposible, ella no era la misma joven alegre de antaño, ahora era más seria y casi nunca salía de su habitación.

-Legolas es hora de irnos.

-Ya voy Eldest, dame un rato más.

-¿No quiere salir de ahí?

-No, estoy preocupado.

-Si quiere yo puedo asignar a otro elfo para que guíe, así te puedes quedar con ella.

-Muchas gracias amigo.- dijo abrazándolo.

Desde que Eldest fue el segundo al mando de Tauriel en la guardia se hicieron grandes amigos. Si necesitaba ayuda podía confiar ciegamente en él.

-Espero que algún día lo pueda superar.- dijo mirando la puerta de la habitación de su mejor amiga.

-Yo también Eldest.

-Nos vemos en mañana Legolas.

-Hasta luego, cuidate.

Dicho esto Eldest se retiró para encaminarse hacia Érebor, donde su rey lo esperaba.

-Tauriel, dejame pasar por...- no pudo termianr de hablar pues al apoyarse en la puerta esta se abrió.

Sin esperar más la abrió por completo y vio que la ventana estaba abierta y la habitación vacía.

-Debí suponerlo...

Rápidamente bajo al salón principal y luego se dirigió a los jardines internos para buscar a Fęrmussë, su venado.

-¡Fęrmussë!

Ante el llamado el imponente animal salió de entre los árboles del bosque que colindaban con el jardín.

Amrâlimê Donde viven las historias. Descúbrelo ahora