SECOND ACT

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–SECOND ACT–

"HUNTER: LOADED SHOTGUN"

"Uno debe hacer violencia al objeto de su deseo; cuando se rinde, el placer es mayor"– Marqués de Sade.

En sus manos se encontraba el rostro que tanto estuvo buscando, no era reciente, tal vez en esa fotografía tendría alrededor de los treinta y cinco o quizá un poco más. Sin embargo, mientras más la veía menos entendía cómo era posible el parentesco, si no hubiera leído minutos antes aquella acta de nacimiento en dónde el nombre del hombre afrimaba el título de padre biológico pensaría que lo estaban tomando por idiota.

Según los informes policiales y de inmigración que estaban esparcidos por su mesa, Yavok junto con otras personas habrían llegado a Corea del norte como apoyo para las tropas militares cuando hace un par de años Rusia se encontraba en negociaciones para un convenio con aquel gobierno, al parecer el hombre cumplió órdenes por un par de meses antes de desertar y escapar al sur a fines de noviembre. No se volvió a saber de él hasta el registro de entrada a un hospital casi un año después en dónde se identificó a sí mismo como esposo de una civil coreana y padre del bebé que estaba por nacer.

La imagen en sus manos se empezó a arrugar.

En ese uniforme se distinguía claramente el rango militar.

Uno que Jungkook odiaba.

Yakov Zhukova

Teniente coronel


Militar.

Un jodido militar.

El hecho de ponerle rostro a uno de los cientos fantasmas que acechaban día a día su cabeza le daba una sensación de... ¿De qué?, ¿alivio?, ¿enojo?, ¿inquietud acaso?

Su vista se perdió nuevamente en los informes, tratando de encontrar algo que ayudaría a la descabellada pregunta que estaba creciendo en su cabeza pero no había nada importante. Leyó y releyó hasta que su vista se concentró en tres palabras.

Corea del norte.

Con un par de llamadas podría conseguir un informe más completo acerca de Yakov, sin embargo, esas llamadas significaban que le estaba dando demasiada importancia a la persona que le había pedido permiso para ir a casa para visitar a su hermano.

Park Jimin solo es una pequeña mierda obediente para sus fetiches más sádicos. El hecho de que haya conocido a su padre era una rara coincidencia, ahí moría.

¿A quién le importaba ese jodido diario y su contenido... cuando existía uno mejor?

La vibración que causó la llamada entrante del celular sobre la mesa lo hizo desocupar una de sus manos. El nombre de Ho Yoong brillaba en la pantalla.

—Señor, Park Jimin ya llegó a su destino, pero no dejó que alguien entrara con él.

Jungkook suspiró.

—Déjalo— ordenó—. Pero rodea su puta casa, si se llega a escapar mientras tú lo estás vigilando, voy a darle de comer a mis perros cuando regreses.

La amenaza no era vacía y Ho Yoong lo sabía por cuenta propia.

—Le di dos horas— informó—. Controla el tiempo.

Sin más el hombre colgó. Y lo único que pudo pensar Jimin es en qué le habrá dicho Jungkook para que el color del rostro del trabajador cambiara drásticamente. Acomodando la cortina en su lugar, se giró en su sitio para ver a Dak-Ho prender un cigarrillo de la cajetilla que le había llevado. Al ver que se lo extendía con una sonrisa vaga, sonrió un poco mientras negaba con la cabeza y se iba a sentar en el suelo junto a él. Con la espalda apoyada a los pies de ese viejo sillón, cómo antes. Cuando el humo abandonó su boca, vio las bolsas de la tienda de conveniencia aún sobre la mesa.

Детонирующий || KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora