Capítulo Veintidós.

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Salté de la cama totalmente emocionada cuando escuché el despertador. Créanme que no acostumbro a levantarme en menos de cinco segundos pero ir a visitar a los Hudson al asilo era la única excepción del mundo por la cual podría hacer.. eso.

Corrí hacia el pequeño baño que tenía dentro de mi habitación y luego de hacer todas mis necesidades diarias, tomé una pequeña ducha de diez minutos y me cambié a la velocidad de la luz, como nunca antes lo había hecho. Sequé mi cabello con la secadora -ya que aquí sí tenía una- y luego lo até en una trenza de costado.

Oh si, mamá dijo que debía parecer una persona decente frente a los ancianos.

Salí de mi habitación con una enorme sonrisa en mi rostro y bajé las escaleras casi corriendo, como cuando era pequeña. No era que me gustaba correr por las escaleras porque fuera algo divertido, simplemente sentía olor a comida de la cocina y tenía hambre. Mi pequeño cuerpo debía ser alimentado o iba a morir.

- Eso huele delicioso, mamá - dije mientras caminaba a la cocina.

- Lo sé - contestó una voz, pero no era la de mi madre.

Frené en seco y al ver a mis padres sentados en el comedor, tomando café, observándome con una enorme sonrisa en su rostro, me preocupé. Entré lentamente a la cocina y cuando vi la figura de Marcelo frente a la estufa, cocinando con tanta alegría unos huevos revueltos, realmente no supe si esta era una pesadilla o.. una pesadilla maldita sea.

Me quedé parada en la puerta de la cocina observándolo determinadamente. Llevaba puesto el delantal rosa que mamá usa para cocinar y lucía realmente bien en el. Estaba tan concentrado en que los huevos revueltos salgan a la perfección que en ningún momento miró a mi dirección, o claro, la otra posibilidad es que estaba ignorándome.

No sabía que Marcelo cocinaba, menos en la mañana y tampoco sabía que se concentraba tanto para hacer unos huevos revueltos. Si tan solo se concentrara así durante las clases de historia, mi vida sería un poco menos complicada. Debo explicarle todo lo que sucede en esa bendita clase ya que él se encontraba en un universo paralelo pero aún así tampoco me presta atención a mi cuando le hablo así que todo mi esfuerzo es en vano.

Marcelo apagó el fuego y sacó los huevos revueltos para luego colocarlos en un plato. Le colocó dos tiras de tocino a su derecha y lo dejó sobre la barra. Posó su mirada sobre mi y ladeó con la cabeza en dirección a aquel plato. Creo que yo debía probar su desayuno y eso me asustaba muchísimo. Caminé en silencio hacia la barra y tomé el tenedor antes de sentarme en una de las sillas. Pinché un pedazo de la creación de Marcelo y luego, fue inevitable no dejar de comer.

Cielos, lo obligaré a que me haga el desayuno todas las mañanas.

- Esto es tan.. - dije mientras saboreaba mis últimos bocados - Espera, ¿Qué demonios haces en mi casa y por qué me preparaste el desayuno?

Salí del trance gastronómico en el cual me encontraba y me paré de repente de mi asiento, apuntándolo con el tenedor. El no hizo más que dedicarme una sonrisa.

- Tus padres me invitaron a desayunar con ellos cuando me vieron en la calle y me pareció un lindo gesto prepararte el desayuno - contestó, encogiéndose de hombros.

- Y nos acompañará al asilo - añadió mi padre, sonriente.

No sé qué demonios había hecho Marcelo con mi padre, pero de alguna maldita manera lo había comprado como para que esté tan tranquilo sabiendo que hay un chico en casa. Es decir, acabó con lo más cercano a un novio que tuve hace unos años atrás solo porque me trajo a casa en su auto luego de clases y creanme que no quieren saber la manera en la que lo corrió por casi una cuadra con una pistola de agua, diciéndole "No te acerques a mi pequeña".

she knew | marcelo michelliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora