23.Zapatos rojos

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—¡Señorita Yennevie salga de ahí por favor lleva tres días sin comer nada más que pan tostado no puede seguir así!

...

—¡Señorita Yennevie!

Escuchaba los golpes incesantes y el llamado de aquella mujer pero francamente no quería hablar con nadie, después del enfrentamiento con mi padre y de que algunas mucamas vendaran las heridas de mi cuerpo no había salido de nuevo, no quería hacer nada y dejar de existir volvía a ser una idea abrumadoramente encantadora, pero no podía hacerlo aquí por que lo que menos quería era traumar al servicio doméstico.

Voy a salir, dile a mi chofer que prepare el auto.

—Pero señorita su padre...

—No importa lo que diga mi padre solo haz lo que te ordeno ¿si?

Escuché pasos alejándose y tomé eso como un:
«si señorita». No era lo ideal salir de fiesta en mi estado, pero la simple idea de permanecer en aquella «prisión de oro» era frustrante. Vi la hora en el nuevo teléfono que había ordenado comprar y marcaba las 2:30 pm ¿Quién en su sano juicio iba a un bar a esas horas? Quería distraerme así que tendría que esperar a que los clubes nocturnos se llenaran, pero podía hacer tiempo arreglando ese ridículo color de cabello, era cierto me hacía ver demasiado vulgar...

No es cierto... amas como se ve ese color en ti.

Esa maldita voz dentro de mi cabeza otra vez, durante los últimos días sentí que había perdido la cabeza pues las charlas con mi...
¿mi cerebro? Estuvieron torturándome sin descanso.

—No pienso discutir eso contigo conciencia.

—¿Sabes? No es necesario que repitas las palabras de tu padre para intentar sentirte validada.

—Ya lo dije no te voy a hacer caso...

—¿Es por Levi verdad?

—¿Cómo se deja de discutir con alguien que siempre está dentro de ti? Déjame en paz maldita sea yo se lo que hago con mi vida ¿Y que si me siento mal? No es como que mágicamente un príncipe azul pueda aparecer para rescatarme como en los estúpidos libros que le gustaban a mamá, este no es un jodido cuento de hadas y ya no me voy a seguir engañando, este es mi mundo y yo soy la dueña de todo, nadie me va a hacer sentir...

—Tu príncipe apareció en Paris...

Mi reflejo respondía con una patética expresión de esperanza y era horrible admitir que en algún lado de mi ser si había una tonta esperanza sobre aquella idea ridícula.

¿Y dónde está ahora? No hay príncipe azul entiéndelo, ni él ni nadie vendrá a rescatarnos ¿sabes porqué? No necesitamos ser rescatadas, no necesitamos a nadie.

Entre a mi closet completamente furiosa y busqué el vestido más llamativo que tenía, el color rojo es sin duda la mejor herramienta para llamar la atención, así que todo mi vestuario a excepción del abrigo eran de ese color. Me vi al espejo, me maquillé y revisé que mi aspecto luciera provocativo y misterioso, como tenía que ser...

Ahora regresemos a nuestra vida...

Vi de reojo el llavero de croissant que estaba en la mesa de noche al lado de mi cama, por un momento pensé en arrojarlo pero...

¿Desde cuándo me volví tan débil?

Tomé uno de mis bolsos y salí rápidamente, mi padre no estaba en casa por lo que no fue difícil llegar hasta el patio, además los jefes de seguridad también parecían estar ocupados por lo que no tuve muchos problemas para escaparme, aunque claramente cuando se dieran cuenta me buscarían como locos.

Ruta de sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora