Una hermosa vida familiar.

476 41 29
                                    


[ Capítulo 44 ]





Era una mañana de domingo tranquila en las afueras de Chongqing, la mayoría de las personas aún estaban flojeando en cama y otras, hacían compras, paseaban sus cachorros o hacían deportes en el parque de la tranquila comunidad.

Wang Yibo dormía plácidamente, totalmente desparramado en su cama matrimonial, disfrutando en su inconciencia de la brisa de la mañana que entraba por el ventanal entreabierto de su habitación y el aroma del café y comida que provenía de la cocina. Dormitó un buen rato, hundiendo su nariz en la almohada en donde aún quedaba el aroma de su dulce esposo, mezclado con el suyo y de esos cachorros que cada día le robaban más el alma.

Todo fue paz, hasta que unos gritos lo terminaron de despertar del todo.

- ¡Yan-Er, Fei-Er! ¡Salgan de la cama de Xiao-Gou en este instante!

Lo que se escuchó después fueron balbuceos entretenidos, pasitos como estampidas y risas infantiles que llenaron toda su casa. Yibo no pudo hacer nada más que sonreír. Desde que sus hijos habían aprendido a caminar y correr, era un desorden constante y su hogar, se llenaba todo el tiempo de hermosas risas y zancadas. Yibo amaba despertar así. Escuchando los gruñidos amorosos de su Omega y las risas traviesas de sus pequeños cachorros, los cuales, ciertamente eran idénticos a él y a toda su casta Wang, pero sin duda, tenían la personalidad de su alocado esposo.

Habían cumplido los ocho meses hace poco, y apenas lo hicieron, los dos se levantaron y comenzaron a caminar, sorprendiendo a sus padres, porque fue mucho antes de la media normal, pero ambos estaban demasiado felices y orgullosos, sobre todo, cuando a los pocos días de sus primeros pasos, ya los dos andaban corriendo y gritando como locos. Aunque al principio se caían cada dos pasos, los dos solo reían y se apoyaban entre ellos para levantarse, continuando con sus locuras mientras Xiao-Gou los vigilaba de cerca.

Zhan y él, pasaban con el corazón derretido todo el día y cada vez que los miraban, aunque terminaban agotados al final del día. Los dos eran felices con su pequeña familia.

Yibo se estiró y se levantó, yendo al baño para hacer sus necesidades y lavarse la cara y los dientes, yendo hacia esa familia peculiar que tenía. Cuando se dejó ver en la cocina y los cuatro seres dentro del lugar lo olieron, se voltearon a mirarlo. Yibo solo pudo sonreír.

- Buen día, familia.

- ¡DA!

- ¡DA!

Los dos cachorros gritaron al mismo tiempo y corrieron a la par hasta chocar y abrazar las piernas de su padre Alfa, alzando sus bracitos para pedir ser alzados. Yibo se agachó y los tomó en cada brazo, dándole unos cuantos besos y dejando que se acurrucaran en su cuello para oler. Así, con ellos, se acercó a su dulce esposo en pantuflas, con cabello desordenado y delantal de conejos, para besarlo y saludarlo.

- Buen día, A-Zhan.

- Buen día, Yibo - sonrió.

- ¡Da!

- ¡Da!

Los dos miraron a esos parlanchines y sonrieron. Zhan les limpió un poco de baba de las comisuras y sonrió.

- Así es, aquí está su Dada. Dejen de hacer maldades y quédense con él mientras termino el desayuno, ¿entendieron?

- ¡Ba!

Mi peculiar Omega.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora