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[ Capítulo 64 ]






Era una mañana tranquila de domingo en Chongqing y sus afueras, cada día más cálidas a medida que avanzaba la primavera para darle paso al verano. Yibo dormía acurrucado en su cama matrimonial que ya se había convertido en un nido hecho y derecho desde que Zhan había cumplido los cinco meses de embarazo, así que estaba atiborrado de ropa de ambos por todos lados.

Anoche había estado trabajando en el bar hasta pasada las tres de la madrugada, por lo que durmió hasta pasada las once, hasta que claro, su muy enérgica y chillona familia lo sacó abruptamente de los brazos de Morfeo.

- ¡Yan-Er, Fei-Er, vengan y levanten este desorden ahora mismo!

- ¡No!

- Que lo recojan, ¡Joder!

- ¡No!

- ¡Wof!

Los pies y patas de todos resonaban por el piso flotante de la casa WangXiao y el semi consciente Yibo ya podía imaginar el ceño fruncido en su esposo y las piernitas de sus hijos ir a toda velocidad para huir de sus deberes, también imaginó lo que seguía.

- ¡No, Baba! ¡No antufla!

- ¡Que vengan acá!

- ¡AY~!

Yibo rió en la almohada, imaginándose del todo que ambas pantuflas de Zhan habían volado directamente a las cabezas de sus hijos, porque sí, Wang Zhan había heredado del todo la buena puntería de su padre al momento de lanzar pantuflas para reprender a sus traviesos hijos.

Ya totalmente despierto y hambriento, se levantó para ir al baño, hacer sus necesidades, lavándose las manos y los dientes antes de salir a convivir con esa loca familia suya a la cual amaba más que a nada en el mundo. Cuando salió hacia la sala después de ponerse una polera y desordenar más su revoltoso cabello castaño, se encontró con su bello esposo de brazos cruzados y una pantufla en cada mano mientras supervisaba a sus cachorros ordenar el desastre de legos que había sobre la alfombra. Lucia lindo todo enfurruñado con su delantal de conejos y su ceja arqueada, al igual que sus niños siendo obedientes con pucheros y la cabeza baja, echando dentro de una caja grande los legos para asear el lugar, hasta Xiao-Gou los metía con su hocico.

Yibo sonrió - Buen día, bebés.

Todos los ojos en la habitación fueron hacia él y brillaron.

- Alfa - se volteó y sonrió Zhan, suavizando todo su rostro.

- ¡Dada! - chillaron y corrieron hacia él, abrazándose a sus piernas.

- Hola, amor - le dio un suave beso a su Omega antes de acariciar las cabecitas de sus pequeños - ¿Hicieron enojar a Baba de nuevo?

- Un poquito, Dada~

- ¿Qué poquito? Les dije que guardaran todo hace como una hora y no me obedecieron, ¡Me enterré un maldito Lego en el pie!

- ¡Pero Baba nos tiró la antufla!

- Y lo haré de nuevo si no terminan de guardar esas cosas y se lavan los dientes.

- ¡Dada!

- Obedezcan a Baba y pórtense bien, cuando termine de desayunar y hayan cumplido sus deberes, Dada jugará con ustedes en el jardín.

Mi peculiar Omega.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora