¿A dónde tan simpático?

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—Me dijeron que la casa estaría lista hoy. Con mi hija llevamos 8 horas viajando para Santiago.

—Lo sé, señorita, pero hubo unos problemas de último minuto —se disculpó el encargado.

—¿Y me llama hoy? ¿Justo el día que supuestamente me entregaban la casa? No me webee po', caballero, ¿cómo son tan irresponsables? —respondió mi mami con frustración.

—Le pido perdón, pero lamentablemente no estaba en nuestras manos este percance.

Mi mamá suspiró antes de preguntar —¿Y cuándo estaría lista?

—En aproximadamente una semana.

—¡¿Una semana?! ¿Me está webeando?

—No, lo sentimos mucho, sabemos que...

Intentó disculparse, pero mi mamá le cortó.

—¡Qué irresponsables estos weones! —exclamó golpeando el volante.

—Pucha mamá, ¿qué vamos a hacer? Si ya vamos casi llegando.

—Voy a llamar a la Marta, a ver si nos puede ayudar. Márcale por mientras —dijo, y justo en ese momento, el auto de atrás tocó la bocina— ¡Pasa por arriba po' culiao!

—¡Mamá!— la reté

—¿Aló? —se escuchó por el altavoz del celular.

Mi mamá le explicó la situación a su amiga, y ella no tuvo ningún inconveniente en ofrecernos quedarnos con ella mientras se resolvía el problema de la casa.

Durante el trayecto, mi mamá se quejó, diciendo que eran unos irresponsables y no sé qué weá más. La verdad es que no la escuché mucho porque me puse los audífonos.

Cuando llegamos, la tía Marta se encontraba regando el antejardín.

—¡Qué estai' linda Tami! —me saludó, mientras cortaba el agua.

—Gracias tía ¿Cómo ha estado?

—Bien, gracias a Dios —dijo pasándose la mano por la frente— Pasa que te vas a asar aquí afuera.

Entré y fui recibida por el Chéster, un golden retriever que ya había crecido caleta. La primera vez que lo conocí, era un cachorro, y a pesar de haberlo visto solo una vez, parecía reconocerme, ya que estaba tan feliz que movía la cola en todas direcciones, causando que algunos adornos de la mesita del living se cayeran.

—Que estai' bonito —dije mientras le acariciaba el cuello al perro.

—Ya sé —me respondieron.

Me di vuelta y era Bastián, el hijo de la Tía Marta. El weón estaba bastante mino, pa' qué les voy a mentir. Medía aproximadamente 1.80 o un poco más, era medio moreno, con ojos color miel y lucía un corte de pelo al estilo taper fade, también tenía un piercing en la oreja y otro en la ceja.

—No era pa ti el alago si po' —le dije riéndome.

—Tú y yo sabemos que sí —me respondió, cruzándose de brazos y regalándome una sonrisa.

Le iba a responder, pero justo entró mi mami.

—¡Basti que estai' grande!

Mi mamá se quedó un rato hablando con él, hasta que después se fue a la cocina con la Tía Marta a ponerse al día.

—¡Chéster! —Lo llamó él Bastián.

El perro llegó corriendo, y el simpático le colocó el arnés y luego la correa, y se fue.

El culiao seguía igual de pesao' que cuando pendejos, ni chao me dijo. Menos mal que solo nos quedaríamos una semana, porque de lo contrario, aparecería en "Mea Culpa" y no precisamente como la víctima.

Pesao' culiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora