Me acomodé en el rincón y, al rato, volvió el Bastián.—Buenas noches —dijo él, antes de darme la espalda y apagar la lámpara.
—Buenas noches.
La verdad es que no tenía sueño, pero después de un rato con la luz apagada, los ojos se me empezaron a cerrar solos hasta que finalmente caí en los brazos de Morfeo.
Eran aproximadamente las 6 de la madrugada cuando me desperté porque me empezó a dar frío. A pesar de ser verano, estaba temblando. Revisé las mantas y la cama solo tenía las sábanas y el cobertor. Intenté taparme hasta la cabeza para ver si se me pasaba, pero no funcionó, así que me iba a levantar para abrigarme cuando el Bastián despertó.
—¿Qué pasa? —preguntó con la voz ronca.
—Nada, solo tengo frío.
—Ven pa' acá —dijo, y me abrazó.
Con la cara pegada en su pecho, el frío se me empezó a pasar y finalmente me dormí.
A la mañana siguiente, me desperté por la luz del sol. A pesar de que las cortinas estaban cerradas, la pieza igual estaba muy iluminada. Un poco molesta por la luz, abrí los ojos con mucha dificultad y noté que aún estaba abrazada con el Bastián. Miré hacia arriba y él estaba despierto mirando su celular.
—Buenos días.
—¿Qué tienen de buenos? —pregunté tocándome la frente con molestia.
—Ah, amaneciste con la weá hoy día.
Me di cuenta de que estaba siendo muy pesada y bajé las revoluciones.
—Es que me duele la cabeza —dije haciendo puchero.
—¿Te traigo paracetamol? —se ofreció.
—En un rato más.
—Ah, o sea que quieres que me quede acostado aquí contigo.
—Sí —contesté, y rápidamente me tapé hasta la cabeza.
—Ya, pero no te escondai' po' —se rió.
—¡Llegamos! —se escuchó la voz de mi mamá abajo.
Mi cara se volvió pálida al instante.
—¿Qué pasa?
—Mi mamá no me puede ver acostada contigo —contesté levantándome rápidamente.
—Pero si no hicimos nada.
—Da lo mismo, Basti —me hice un tomate improvisado y me fui al baño.
Me lavé la cara, los dientes y me peiné un poco, y bajé a saludar.
—Hola —dije al bajar las escaleras.
—¿Cómo se portaron? —me interrogó la tía Marta.
Estuve un rato conversando con ellas, hasta que me dio hambre y me fui a la cocina, donde
estaban desayunando la Feña, el Esteban y el Bastián.
—Buenos días.
—Buenos días —me saludó la Feña—. Toma —me pasó un paracetamol.
—Gracias.
Me preparé un yogurt con cereal y me senté a comer. Estábamos hablando de cosas irrelevantes cuando mi mamá entró a la cocina.
—Tamara, en un rato más nos vamos. La casa ya está lista —dijo mostrándome las llaves.
No sabría explicar cómo me sentí. Por un lado, estaba contenta de que mi mami ya recibiera la casa, pero por otro lado, no me quería ir aún.
—Bacán, mami.
—Ah, y ya estás matriculada en el liceo. Quedaste en el curso de Basti —me dio un beso en la mejilla antes de irse.
El Bastián me miró medio triste.
—Vamos a ser compañeras entonces —dijo la Feña con una sonrisa de oreja a oreja.
Le sonreí antes de continuar desayunando. Después de terminar y recoger la mesa, nos fuimos al living, donde mi mamá y la tía Marta estaban hablando sobre una noticia que estaban pasando en el CHV.
La Feña y el Esteban se despidieron, y yo entré a ducharme para luego guardar alguna que otra prenda en mi maleta. No había mucho que hacer, ya que, como veníamos del sur, mi mamá había decidido vender todo lo que teníamos y dejar solo lo importante como la loza, los electrodomésticos y cosas así.
Además, por lo que tenía entendido, ya habían llegado las cosas nuevas como las camas, la cocina, el refrigerador y la mesa a la casa nueva. Lo demás lo iríamos viendo con el tiempo.
Al salir de la ducha, me vestí y me sequé el pelo. Miré alrededor de la pieza, asegurándome de no olvidar nada importante. Mi mamá apareció en la puerta.
—¿Lista, Tamara? —preguntó con una sonrisa.
—Sí, ya casi termino —respondí, metiendo las últimas prendas en la maleta.
Me regaló una sonrisa antes de irse. Tomé mi cosmetiquero y me metí al baño a maquillarme. Al rato apareció Bastián.
—No quiero que te vayas —dijo abrazándome por la cintura, mientras yo aún me miraba al espejo.
—Pero si me voy por aquí cerquita nomás—respondí—. Además, vamos a vernos en el liceo todos los días.
—Si sé, pero no es lo mismo —dijo, apoyando su cabeza en mi hombro—. Me había acostumbrado a tenerte cerca.
—Que eri' tierno cuando querí' — Dije y me vi vuelta para abrazarlo.
Nos quedamos abrazados un rato más, hasta que escuché la voz de mi mamá llamándome desde abajo.
—Tamara, tenemos que irnos.
—Ya voy, mami —grité de vuelta.
Me separé del Bastián y me acerqué para darle un beso en la mejilla, pero él corrió la cara y me dio el beso en la boca. Sentí cómo sus manos se dirigieron a mi poto mientras me lo apretaba a su antojo.
—Basti —dije, separándome suavemente—. Mi mamá me está esperando.
El Bastián suspiró y me soltó, aunque sus ojos decían que no quería dejarme ir.
—Te ayudo con tus maletas— Se ofreció.
Guardé mi cosmetiquero y al verlo bajar con mis dos maletas, me vino el flashback del primer día que llegué.
—Gracias, Basti —le dije al llegar al pie de las escaleras.
Me dio una sonrisa medio forzada.
Con la ayuda del Bastián, acomodamos mis maletas en el maletero del auto.
—Ya, Tamara, ¿lista? —preguntó mi mamá.
—Sí.
Me despedí de la tía Marta con un abrazo y ella me dijo que fuera a la casa cuando quisiera. Después me despedí del Basti con un beso en la mejilla y le susurré:
—Cambia la cara — pasando mi mano suavemente por su mejilla.—
No me respondió nada, así que me fui a subir al auto y por el espejo lo vi adentrarse en la casa.
Mi mamá arrancó el auto y comenzamos a alejarnos de la casa.
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Espero que hayan tenido un buen fin de semana
Mi semana de receso en la universidad ha terminado, por lo que me será un poco más complicado subir capítulos con la misma frecuencia
¡De todas formas, estén atentxs!
💗
M.M
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Pesao' culiao
RomanceLa Tamara llega a vivir por una semana a la casa del weón que le caía mal cuando chica, el Bastián. Claramente los años pasaron y con ello ambos crecieron y se desarrollaron. ¿Cómo se llevarán luego de no haberse visto en 7 años?