Castigada oficial

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—Tamara, ¿me vai' a explicar qué chucha pasó hoy? —preguntó mi mami, cruzándose de brazos.

Bajé la mirada, tratando de ordenar mis pensamientos—. Mami, no quería meterme en problemas, pero el Matías... Solo intentábamos ayudarlo.

—¿Y esa ayuda incluía faltarles el respeto a los pacos y a la profe?

—No, mami, pero... —suspiré—. El Matías estaba asustao. Él solo se defendió y ahora se lo quieren llevar en cana por algo que no es su culpa. No pude quedarme sin hacer nada.

Mi mami se quedó en silencio por un momento. Se notaba molesta.

—Tami, entiendo que querai' ayudar a tus amigos, pero hay maneras de hacerlo sin faltarle el respeto a nadie. Lo que hiciste hoy podría haberte metido en la media cagá.

—Sí, sé que la cagué, pero el Matías es mi amigo. No podía quedarme sin hacer nada mientras se lo llevaban —dije, con la voz quebrada.

Ella se pasó una mano por la cara—. Tami, yo también quiero que seas una buena amiga, pero tení' que pensar en las consecuencias de tus acciones. Si querí' ayudar, hacelo de otra manera.

—Sí, mami —dije en voz baja, sintiendo las lágrimas acumularse en mis ojos.

Ella se acercó y me abrazó—. No quiero verte metida en más cagas', hija. Pero entiendo por qué lo hiciste. Solo quiero que seai' más cuidadosa la próxima vez, ¿ya?

Asentí, sintiendo el peso de la preocupación de mi mami—. Ya mami.

—Ya, anda a tu pieza. Te puedes quedar con el celular, pero estás castigada.

Subí a mi pieza y me tiré en la cama, mirando al techo. Me dolía el pecho, era sensible en esos temas, sobre todo el hecho de que mi mami me retara ya que nunca lo hacía.

Más tarde, mientras estaba en mi pieza tratando de avanzar en el trabajo que tenía que hacer con los chiquillos, escuché que gritaban "aló". Me asomé por la ventana y vi al Bastián parado en la entrada. 

Mi mami fue a abrirle la puerta.

—¿Qué estás haciendo aquí, Bastián? —le preguntó ella, cruzando los brazos.

—Vine a ver cómo está la Tami —respondió el Basti.

—¿Cómo crees que está? —le respondió mi mami—. Está en su pieza, castigada.

—Tía, lo que pasó fue culpa mía. Yo fui el que empezó —dijo el Bastián, con la cabeza gacha.

—Eso no lo hace mejor, Bastián. ¿Sabes el susto que me di cuando me llamaron del colegio? —continuó mi mami—. Tú tienes que aprender a pensar antes de actuar. Estás metiendo a la Tami en problemas.

—Sí, tía, lo sé. Solo quería ver cómo está —insistió Bastián.Mi mami suspiró—. Ya pasa, pero solo un rato. Y más te vale que te portes bien de ahora en adelante. Si veo que la Tami vuelve a meterse en weas por tu culpa, no vas a poner un pie en esta casa de nuevo.

—Ya tía. No se preocupe —dijo el Bastián, con una expresión seria que rara vez mostraba.Escuché sus pasos acercándose a mi puerta y luego un leve golpe.

—¿Tami? ¿Puedo pasar?

—Sí, pasa —respondí, sentándome en la cama.

El Bastián entró y se sentó en el borde de la cama, mirándome con preocupación—.¿Estás bien?

—Sí, estoy bien. Mi mami me retó, pero ya pasó —le dije, encogiéndome de hombros—. No tenías pa' que echarte la culpa por mí.

Me acerqué a él y le di un piquito rápido. El Basti me tomó suavemente del brazo para acercarme a el.

—¡Ay!

Me miró extrañado y me revisó el brazo. Tenía unos dedos marcados.

—Paco conchetumare—Dijo él entre dientes.

—No es para tanto— Le respondí, quitandole importancia.

—¿Cómo que no amor? mire como le dejaron el brazo— Me acarició la parte que tenía marcada.

Mi cabeza quedo en el "amor" después de eso no escuché nada más.

—¿Me escuchó?—El Basti me sacó de mi mundo.

Le sonreí y acuné su rostro entre mis manos y le di un beso. El me tomó de la cintura y me senté en su regazo, sin embargo, justo cuando las cosas comenzaban a subir de tono el celular del Bastián empezó a sonar.

—¿No vas a contestar? —le pregunté.

El Bastián tomó su celular y era su mami.

—Basti, contéstale. —Lo reté—. Es tu mami.

—Es que...

—¿Pediste permiso para venir?

—Me arranqué. —Me dijo mostrándome los dientes.

—¡Bastián, por la chucha! Debe estar preocupada.

—Ya, pero no me retés —me hizo puchero y le contestó.

Para ser sincera, el celu no lo tenía ni en altavoz y se escuchaba como la tía lo puteaba.

—Ya, mami, sí, ya me voy. Estoy en la casa de la Tamara, no se preocupe.La tía no sé qué le habrá dicho, pero colgó enojada.

—Tengo que irme, Tami. Mi mami está más enojada que la chucha —dijo, levantándose de la cama.

—Ya, cuídate. Nos vemos mañana en el colegio —le respondí, dándole un abrazo rápido.Escuché cómo se despedía de mi mami en la entrada, prometiéndole nuevamente que se portaría bien. 

Me quedé sola en mi pieza, tratando de concentrarme en el trabajo, pero mi mente seguía volviendo al Matías. ¿Cómo estaría? Estuve media hora mirando a la nada hasta que mi mami me sacó de mi mundo.

—¿Puedo entrar?

—Sí, mami.

Abrió la puerta y me dejó un pancito con jamón y queso y un tecito en mi escritorio.

—Gracias.

Ella me dedicó una sonrisa cerrada y se fue. Comí y cuando terminé, bajé la loza a la cocina. Estaba lavando mi taza cuando mi celular comenzó a sonar. Me estaban llamando por Instagram, adivinen quién era.

—¿Matías? ¿Cómo estás?

—Estoy afuera de tu casa.

Miré por la ventana de la cocina y efectivamente estaba ahí, con un polerón negro, el gorro puesto y las manos en los bolsillos. Rápidamente fui en busca de las llaves y le fui a abrir.

—¿Cómo estás? —Apenas le abrí, me abrazó, tomándome por sorpresa. Sin embargo, no lo rechacé, se notaba que lo necesitaba. Lo abracé hasta que él se separó.— Mati, ¿te hicieron algo? —le pregunté preocupada.

Él negó—. No, solo me hicieron preguntas. Pero cuando volví a mi casa me llegó una corona de flores —dijo, rascándose la cabeza nervioso.

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M.M






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