Un poco de todo

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—¿De tu papá? —pregunté.

—No sé, está en el hospital todavía, pero capaz mandó a alguien —dijo encogiéndose de hombros.

—Entremos —le dije cerrando la reja.

Lo llevé al living.

—Estoy chato de todo —dijo tirándose al sillón. Se notaba muy decaído.

—Matías, tienes que irte de ahí. Prácticamente te están diciendo que te van a matar.

—Que me maten. Ya estoy aburrido de todo esto —dijo.

Sentí una punzada en el pecho cuando dijo eso.

—¿Hablaste con tu mami?

Él negó— No vale la pena, no quiere dejar a mi papá. Aunque me duela admitirlo, prefiere a mi papá por sobre mí.

Hubo un silencio.

—Pero bueno ¿cómo estas?—Me preguntó.

—Bien

—¿Y eso? —me preguntó al cachar mi brazo morado.

—No es nada —me tapé el brazo con un cojín del sillón.

Me miró con una ceja enarcada—. Tamara, tienes el brazo morado —se cruzó de brazos.

—Sí, pero ya estoy bien.

—¿Tamara? —Mi mamá venía bajando y mi cara se puso pálida; había olvidado que estaba castigada.

El Matías me quedó mirando confundido.

—Mami, él es Matías —dije rascándome la cabeza nerviosa.

Ella me miró con las cejas levantadas, media sorprendida—. Mucho gusto —dijo, saludando al Matías de beso en la mejilla.

—Disculpe por venir a esta hora.

—No hay problema, estas en tu casa.

Mi mami se fue a la cocina y nosotros seguimos hablando.

—Mati, creo que deberías hablar con tu mami. Muéstrale la corona de flores o, por último, anda a hablar con tu papá o no sé.

La situación era complicada.

—No sé —dijo pensativo—. Ahí veré qué hago. Ahora me tengo que ir.

Se notaba que estaba muy pa' la cagá, normalmente aunque estaba mal, tiraba una talla o se hacía el lindo, pero ahora nada, sus ojos expresaban cansancio.

—Si necesitas algo, me avisas.

Sacó las manos del polerón y tenía las manos hechas mierda, los nudillos llenos de heridas recientes.

—¿Y eso?

—No nada, estuve weando con el saco de boxeo —dijo soltando una risa media triste.

—Usa guantes pa' la otra. Mira cómo tienes las manos —lo reté.

—Ya, enojona —me molestó.

Puse ambos brazos en mi cintura, modo tetera. Justo en ese momento mi mami volvió a entrar.

—¿Ya se va? —preguntó mi mami dándole un sorbo a su café.

—Sí. Gracias por recibirme.

—¿Te voy a dejar? —le preguntó mi mamá.

—No tía, gracias. Aparte voy para el otro lado de Santiago —dijo él cerrándose el polerón.

—Mmh, bueno. Avísale a la Tami cuando llegues y vaya con cuidado.

Pesao' culiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora