¿Pa' Colina 1?

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—Sí, somos nosotros —dijo la mamá de Matías, dando un paso adelante.

—Su esposo está estable, pero la situación es delicada. La caída provocó una fractura en el cráneo y hay un sangrado interno. Necesita estar en observación las próximas 48 horas —explicó el doctor—. Haremos todo lo posible, pero necesitamos que estén preparados para cualquier cosa.

El Matías se desplomó en la silla, aliviado y asustado al mismo tiempo.

Su mamá asintió, agradecida.—Gracias, doctor —dijo ella—. ¿Podemos verlo?

—Por el momento no. pero los mantendré informados.

Dicho esto, sentí que no tenía nada más que hacer ahí, así que me despedí de ellos y con el Basti fuimos a tomar un Uber.

Estábamos cagados de sueño, habíamos estado ahí desde las 4 de la madrugada y ya iban a ser las 10.

Una vez en mi casa, me duché, me lavé los dientes y me puse otro pijama. El Basti hizo lo mismo y, como otra vez se había quedado de forma improvisada, le tuve que prestar unos pijamas. Al igual que la vez pasada, solo se puso los pantalones porque la polera no le cabía.

Se veía mino con mis pantalones de Minnie. Se acostó y yo apoyé mi cabeza en su torso desnudo. Él me comenzó a hacer cariño en el pelo.

—Te amo —le dije, dejando un beso en su guata—. Gracias por entender lo de Matías.

—No tienes nada que agradecerme —dijo, dejando un suave beso en mi cabeza—. Y yo también te amo.

—Mucho "te amo" que aquí y que allá, pero no me has pedido pololeo —lo molesté.

Se rió y continuó con las caricias en mi pelo hasta que ambos nos dormimos. Debo decir que estuvo bueno el tuto, tan bueno que desperté con las marcas de la almohada en mi cara y brazo. Quise levantarme, pero unas manos en mi cintura me lo impidieron.

—No te vayas —dijo, medio dormido, acercándome más a él.

—Que eri' mamón— lo molesté.

—Sí —me respondió, y escondió su cara en mi cuello. Olía tan rico el weón, había ocupado mi shampoo de bebé.

Me acomodé bien y me puse a revisar mi celular mientras le acariciaba la parte de atrás de la cabeza a Basti. Revisando mi celu caché que no estábamos solos, se oían ruidos desde la cocina. Intenté salir de la cama sin que se despertara, pero igual lo hizo y me volvió a abrazar más fuerte.

—Basti, creo que mi mamá llegó, quiero saber cómo está —le dije.

Se quejó un poco, pero finalmente me dejó ir. Lo tapé y bajé.

Mi mami se estaba haciendo un café.

—¿Cómo te fue? —le pregunté.

Mi mami pegó el medio salto.—¡Ay, Tamara, por la cresta! —me retó.

Me cagué de la risa, mientras mi mami tenía la mano en su pecho intentando tranquilizarse.

—¿Y tú? ¿Por qué sigues en pijama? Son las 5 ya po' —me dijo, mirándome de pies a cabeza.

—Técnicamente pasé la noche en el hospital —le dije, causando que abriera los ojos sorprendida—. Tranquila, no me pasó nada a mí.

—¿Entonces?

—Era el papá del Matías.

Nos fuimos a sentar al living mientras yo le contaba todo. Mi mami a ratos asentía, mientras que en otros se tapaba la boca, sorprendida. Cuando finalmente terminé de contarle todo, me dio un abrazo.

Pesao' culiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora