nanai' x aquí, nanai' x allá

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Decidí enviarle otro mensaje.

alan?

me vas a decir algo o no?

Nada. Otra vez nada. Ya era raro. El Alan siempre respondía al toque. Me quedé mirando la pantalla en blanco hasta que escuché al Bastián quejarse.

—¿Qué pasa?— me preguntó él.

—El Alan, le conté que estaba pololeando y no me contestó más.

—A ese weón le gustai' —murmuró Bastián, medio dormido, pero con un tono que dejaba claro que estaba bien despierto.

—Ay, Bastián, ¡no empieces de nuevo! —le dije, tirándole el pelo en broma.

Se quejó, pero no dijo nada más. Solo me abrazó más fuerte, como si con eso quisiera marcar territorio o algo así. Aunque él lo negara, era bien posesivo.

—¿Por qué te cae tan mal? —le pregunté, bajando la voz para que no sonara como un reclamo.

—Porque si...

Me reí, negando con la cabeza. Antes de que pudiera decirle algo más, sonó el celular. Miré la pantalla y era el Alan llamando.

Le hice un gesto al Bastián para que se quedara callado.

—¿Aló?

—Hola...

El Alan sonaba raro, como apagado.

—Menos mal, el medio visto que me dejaste ¿Qué onda? Me tenias preocupada. Ya, suelta la pepa.

Hubo un silencio incómodo, hasta que me colgó.

Confundida, tiré el celular en la cama. El Bastián se incorporó un poco, aún con cara de sueño, pero ahora con el ceño fruncido.

—Amor, si el loco no quiere hablar, no se caliente la cabeza. Ya le va a contar cuando quiera —dijo cambiando el tono a uno mucho más suave.

—Si, tiene razón— dije haciendo puchero y el Bastián me tomó la cara y me llenó de besos.

—Tan rica que es y tan mía.

—¿Ya se fue el Basti celoso? —lo molesté.

Arrugó la nariz.

—No, y si ese weón te confiesa que le gustai', yo mismo me voy a encargar de ir a donde vive a chantarle sus buenos charchazos para formatearle la memoria al culiao.

—¡Bastián!

Me miró con cara de inocente. Yo solo rodé los ojos y me di vuelta, dandole la espalda.

—¿Se enojó? —preguntó, haciéndome cucharita.

No le respondí y él me abrazó, apoyando su mano en mi pecho. Nos quedamos así un buen rato, hasta que me empezó a bajar el sueño. Me estaba quedando dormida cuando siento la mano del Basti, metiéndose dentro de mi sostén.

—¡Bastián!— lo reté en un susurro.

Y automáticamente sacó la mano.

—¿Qué?— preguntó, colocando cara de "yo no fui".

Decidí darme vuelta y así que quedamos de frente. El Basti me empezó a hacer cariño en la cara hasta que me empecé a relajar.

—Te amo, Basti —murmuré, sintiendo el sueño apoderarse de mí

—Y yo a ti, mi reina —respondió, con la voz ronca.

Y finalmente ambos nos dormimos, estábamos zeta, hasta que sentí golpes en la puerta.

Pesao' culiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora