Un Basti arrepentido

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Apagué el celular y me pegué una siesta que fue interrumpida más tarde por unos golpes en mi puerta.

—Tami, tienes visita —mi mamá entró a mi pieza, media confundida, y atrás de ella estaba el Bastián con un ramo de rosas y un Sahne-Nuss—. Bueno, los dejo —dijo antes de irse.

—¿Qué estai' haciendo aquí? —me pasé las manos por la cara, intentando despertarme.

Medio nervioso, me pasó el ramo y el chocolate.

—No contestaste mi pregunta —le dije, cruzándome de brazos, negándome a recibir su regalo.

—No me contestaste, y no me gusta estar así contigo —me respondió. Intentó acercarse para darme un beso, pero le corrí la cara.

—Bastián, no pienses que ya estamos bien. Mínimo una disculpa.

—Sí sé, Tami, perdón.

—¿Eso es todo? Te digo altiro que no me gusta que me traten así como lo hiciste. Además, te recuerdo que no somos nada como para que te andes pegando el show —le dije, dándole la espalda y adentrándome en mi pieza.

El Bastián me siguió y dejó el ramo y el chocolate en la cama.

—Ts, ¿pa' qué po', Tami? ¿Cómo que no somos nada? —me tomó de la cintura.

—No po', amigos nomás —dije, sacando sus manos.

—Amigos que se comen y se tienen ganas, sí po' —me empezó a mirar los labios.

Antes de que pudiera hacer algo, me alejé de él.

—Ya oh, perdón, pero es que me cuesta controlarme con ese weón cerca tuyo, más si el culiao te mira como si fuerai' la última Coca-Cola del desierto. Y con razón, si eri' entera mina.

A pesar de que me reí, me reté a mí misma y me puse seria de inmediato.

—Bastián ya po', ponte serio.

—Pero si es verdad po', Tami.

Quedamos en silencio hasta que él decidió hablar.

—La legal, Tami, perdón. Sé que tengo que controlarme y lo voy a tratar de hacer porque no quiero que estemos así.

—Eso espero, porque yo tampoco voy a dejar de hablarle al weón ese solo porque a ti te cae mal.

El Bastián se puso serio.

—No me mires así. No es mi culpa que tú no confíes en mí.

—No es eso, Tami, sí confío en ti, pero no confío en ese culiao.

Caché que había mucha tensión, así que traté de suavizar la situación, pero no era fácil con el carácter del Bastián.

—Mira, Basti, entiendo que no te guste, pero eso no significa que yo vaya a dejarle de hablar, solo porque tu no te llevas bien con él.

—No es solo eso Tamara, ese weón te mira con otros ojos.

—¿Y qué quieres que haga yo? no puedo controlar el como me mira la gente.

El Bastián apretó los puños, tratando de mantener la calma.

—No es eso, Tamara. Es que no me gusta cómo se acerca a ti, cómo te habla. Ese weón te esta tirando los cortes.—Dijo, pasandose las manos por el pelo notablemente frustrado.

—Bastián cómo vas a saber si me esta tirando los cortes, literal me vio solo ayer ¿y ya supuestamente me esta tirando los cortes?. Además, si es que es así como dices yo se poner límites. Pero no voy a dejar de hablarle a la gente solo porque a ti te cae mal.

Pesao' culiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora