—Sí —respondió la Clau, aferrándose al Amaro.
—Si se te vuelve a acercar, te juro que me va a importar un pico irme en cana —le aseguró el Amaro, haciéndole nanai en el pelo.
La Feña y yo nos miramos, aliviadas de que la situación no hubiera terminado peor. Mientras tanto, el Bastián seguía hablándole al Amaro para que se calmara.
—Vamos, mejor antes de que llegue más gente —sugerí, mirando a nuestro alrededor y viendo cómo algunos weones seguían observando la situación.
Sapos culiaos.
Comenzamos a caminar, alejándonos del liceo. La Clau seguía abrazada al Amaro, y la Feña caminaba al lado de ellos, mientras que el Bastián y yo íbamos más atrás.
Llegamos a una esquina y nos despedimos. La Clau y el Amaro se fueron juntos hacia la casa de ella y la Feña se fue en la dirección opuesta. Así que con el Basti continuamos solos.
—¿Sabías que la Clau está con el Amaro? —pregunté.
El Basti asintió.
—¿Por qué no me dijiste?
—Porque no sabía si era oficial, el Amaro no me ha dicho nada. Yo saqué mis propias conclusiones —dijo encogiéndose de hombros—. Pero bueno, no importa ¿pedimos McDonald's pa' que nos llegue a tu casa? —me preguntó.
—No sé si mi mami te deje pasar. Acuérdate que estoy castigada.
Hizo puchero, pero después se le iluminó la cara—. Tengo una idea, ¿me prestas tu celu?
Lo miré con una ceja enarcada, pero se lo pasé y marcó a un número.
—¡Bastián! ¿A quien llamas?—lo reté.
—Shh —me hizo callar—. ¿Alo? Hola tía, ¿cómo está?... Qué bueno. Oiga, la llamaba pa' saber si puedo ir pa' la casa... Sí tía, sí sé que la Tami está castigada, pero es solo un rato... Ya tía, gracias —le cortó.
—Listo —me dijo mostrando los dientes.
—Qué eri' patúo, Basti —le dije, riéndome.
—Sí, pero lo importante es que funcionó —se rió—. Ya, vamos a tu casa y pedimos McDonald's. Estoy cagao de hambre —dijo, agarrándome de la mano y empezando a caminar.
Llegamos rápido y entramos.
—Dijo tu mami que tenía cosas que hacer, así que iba a llegar en la tarde —me avisó.
—Ah, bacán, casa sola —dije sacándome la mochila.
—Casa sola —volvió a repetir el Basti y me movió las cejas.
—¡Bastián! ¡No vamos a hacer nada! —le di un leve golpe en el hombro.
—¿Y pa' qué te pones roja? —me molestó acercándose a mí.
—No me pongo roja. Es el calor nomás —le dije, empujándolo suavemente.
—Ah, sí, el calor —dijo él, riéndose—. Ya, mejor voy a hacer el pedido antes de que te pongas más roja y yo me muera de hambre.
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Pesao' culiao
Lãng mạnLa Tamara llega a vivir por una semana a la casa del weón que le caía mal cuando chica, el Bastián. Claramente los años pasaron y con ello ambos crecieron y se desarrollaron. ¿Cómo se llevarán luego de no haberse visto en 7 años?